En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Enrique Buchichio inició buena parte de su carrera, al igual que la de otros cineastas, por medio del ejercicio de la crítica cinematográfica, un arco que incluye a la banda de la legendaria Cahiers du Cinéma (Godard, Chabrol, Truffaut, Rohmer, Olivier Assayas), al brasileño Glauber Rocha, al argentino Juan Villegas y al uruguayo Álvaro Buela. Sus escritos podían leerse en publicaciones como Tres, Postdata, en la fugaz revista Riesgopaís y en el sitio cartelera.com.uy, donde fue editor. Actualmente es coordinador general de la Escuela de Cine del Uruguay (ECU), de Cinemateca Uruguaya.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Como cineasta filmó dos cortos, En la plaza y Noche fría, antes de lanzarse al largo El cuarto de Leo (2009), una historia de autodescubrimiento y aceptación que iba al grano y no tardaba en mostrar el conflicto de Leo con su sexualidad de una manera llana y sin estridencias. No fue casual que, por su tono y el modo en que irrumpió, algunos espectadores la llamaran “Una forma de bailar gay”. A la misma familia de la cinematografía nacional habría que sumar una tercera película, más pequeña, menos profesional, que al igual que El cuarto… y Una forma… está interconectada en esa tentativa de mostrar asuntos vitales no resueltos: Los días con Ana, de Marcelo Bertalmío.
Zanahoria —segundo largometraje de Buchichio en el que también firma el guión— toma el caso real de una crónica publicada en el semanario de izquierda Voces, donde un ex militar, en instancias finales de la campaña electoral de 2004, se comunica con dos periodistas de esta publicación asegurándoles que tiene información acerca de varios crímenes perpetrados por la dictadura. A partir de esa crónica y con el asesoramiento de los periodistas involucrados Alfredo García (Pepe coloquios) y Jorge Lauro, Buchichio delineó un thriller que reconoce influencias de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) y que, dentro del contexto del cine nacional, vuelve a tomar a la figura del periodista en su versión detectivesca, como ocurrió con El viñedo (Esteban Schroeder, 2000), aunque en este caso, la pareja de periodistas, uno más veterano (Abel Tripaldi) y otro más joven (Martín Rodríguez, el mismo de El cuarto de Leo), presentan rasgos más acordes a las criaturas que habitan las redacciones.
(La película reconstruye el ambiente de la campaña electoral de 2004, la gráfica presente en las calles, los informes de televisión, los modelos de las computadoras y de los celulares, todo excepto el nuevo nombre y el nuevo logo del semanario Voces, que durante ese año —y hasta 2008 inclusive— se llamaba Voces del Frente.)
En Zanahoria, Walter es un informante que llega a los periodistas para traerles información portentosa que puede torcer el curso de los acontecimientos. Tiene en sus manos la foto de un militar que reivindicó la tortura y está prófugo, y dice saber dónde encontrarlo. Les muestra imágenes. Los cansados rostros de los periodistas se encienden con un brillo hambriento. Desatienden otros asuntos y se meten de lleno con Walter, que parece estar siempre, oscuramente, dos o tres pasos delante de ellos. Y es lo que hace Buchichio, que logra mantenerse un paso (o dos o tres) por delante del espectador, administrando el ritmo y el suspenso con la precisión y el peso que requiere el género, transmitiendo la ansiedad creciente de los protagonistas y convirtiendo la película en un buen policial sin policías.
“La Operación Zanahoria existió y tengo 1.200 documentos”, dice el informante y ex militar con convicción de hierro. Agrega que necesita tiempo hacer llamadas, que necesita plata. Y les advierte a los periodistas que tengan cuidado: hasta mujeres y niños los pueden estar vigilando.
Con la paranoia inoculada, el trío comienza a dar vueltas por lugares clave, que sirven a Walter para presentar indicios de que su historia es verdadera, de que no les está tirando fruta podrida, por más que algo huele mal y faltan piezas en el puzzle. En una chacra, en las afueras, extiende el cigarrillo y dice con frialdad: “Ahí hay siete cuerpos, seis uruguayos y un argentino”. Se aproximan las elecciones, el tiempo apremia y Walter los empieza a alterar cada vez más, dando vueltas y rondas fantasmales. Y ellos, los periodistas, confían. Porque acá puede haber una bomba. Porque hay algo en Walter que los hace confiar. O puede ser también otro tipo de bomba. Porque hay algo en Walter que produce desconfianza.
Lo que inevitablemente conduce a hablar de esta bestia que es Troncoso (¿hay algo que no pueda hacer este señor? Queda hecha aquí la propuesta para que el próximo villano en una de James Bond sea él). Lo que hace con Walter es de una majestuosa y turbadora complejidad, y lo vuelve simple: su personaje es un ser que cambia de formas sutiles, un enigma. Puede tener buenas intenciones y mucha información; puede que solo quiera dinero; o que desee esclarecer las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. Puede que sea un estafador, alguien que se construyó una mentira muy sólida para seguir adelante con su vida. O un puzzle que estuvo siempre sobre la mesa de los protagonistas, una construcción incompleta como reflejo de una realidad a la que le han removido piezas.
Zanahoria. Uruguay, 2014. Dirección y guión: Enrique Buchichio. Con César Troncoso, Martín Rodríguez, Abel Tripaldi, Néstor Guzzini, María Victoria Céspedes, Mónica Navarro. Duración: 100 minutos.