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Este año está bravo. El domingo 24, cuando se develen los nombres de los agraciados con el Oscar, va a haber sorpresas. ¿Por qué? Pues porque la favorita debería ser Lincoln, de Steven Spielberg, que no en balde tiene 12 candidaturas. Pero no lo es. La que se ha llevado todos los premios hasta ahora ha sido Argo, de Ben Affleck, que tiene menos nominaciones (7) pero ya arrasó con el Globo de Oro, con el Critics’ Choice, con el Screen Actors Guild, con el Directors Guild, con el del American Film Institute y con el Bafta (Gran Bretaña), que son los principales antecedentes del Oscar. No falló en ninguno. Pero ocurre que Affleck no está entre los directores nominados (hay nueve candidatos a Mejor filme, pero solo cinco a Mejor director), y quedó afuera de la categoría junto a Kathryn Bigelow (La noche más oscura), a Quentin Tarantino (Django sin cadenas) y a Tom Hooper (Los miserables). Un despropósito.
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Muchos piensan que si el director no está nominado la película no puede ganar. De hecho, muchas películas han obtenido el Oscar y su director no, pero hay que remontarse a Conduciendo a Miss Daisy (1989) como la única ganadora del Oscar en los últimos 80 años sin que su director Bruce Beresford estuviese nominado. Las otras dos son de períodos muy primitivos en que ni siquiera existían nominaciones formales, como el caso de Alas (1928) y Gran Hotel (1932). Así que si Argo ganara igual (por aquello de reivindicar a su director, desestimado por sus propios colegas), habría que ver a quién eligen como Mejor director: ¿a Spielberg? Improbable, porque hasta ahora no ganó nada; ¿a Michael Haneke por Amour, que seguramente va a ser elegida como Mejor película extranjera? Tal vez, porque ganó la Palma de Oro en Cannes, el Globo de Oro y el Bafta. Los otros directores en competencia (Ang Lee por Life of Pi, que tiene la friolera de 11 nominaciones; David O. Russell por El lado luminoso de la vida y el debutante Benh Zeitlin por La niña del sur salvaje) no parecen tener muchas posibilidades, como tampoco sus películas.
Donde no habrá seguramente dudas es con Daniel Day-Lewis (Lincoln), a punto de convertirse en el único en ganar tres Oscar como actor principal. Jack Nicholson tiene tres pero uno de ellos como actor de reparto; Walter Brennan ganó los tres como actor secundario. La propia Meryl Streep y la inolvidable Ingrid Bergman tienen también tres, pero uno de ellos como actriz de reparto. Solo la imbatible Katharine Hepburn tiene cuatro, y todos como actriz principal. Joaquin Phoenix es el único que se acerca a Day-Lewis por su impresionante composición en The Master. Hugh Jackman (Los miserables), Denzel Washington (que también va por el tercero con El vuelo) y Bradley Cooper (El lado luminoso de la vida) no calzan la misma estatura. Como actor de reparto la cosa parece estar entre Tommy Lee Jones (Lincoln) y Christoph Waltz (Django sin cadenas), porque ya han sido premiados por esas labores. Y ambos van por su segundo Oscar. Philip Seymour Hoffman, que está muy bien en The Master, no parece tener los votos favorables, lo mismo que Alan Arkin (Argo) y Robert De Niro (El lado luminoso de la vida).
Qué curioso, un título menor como El lado luminoso de la vida tiene ocho nominaciones y el récord de haber obtenido que sus actores fueran seleccionados en las cuatro categorías. En una de ellas, Jennifer Lawrence tiene grandes posibilidades de alzarse con el Oscar (compite con Emmanuelle Riva por Amour, Jessica Chastain por La noche más oscura, Naomi Watts por Lo imposible y Quvenzhané Wallis, que tenía solo seis años cuando hizo La niña del sur salvaje, un récord inédito). Sin embargo, la compañera de Lawrence, Jacki Weaver, se enfrenta a la segura ganadora como actriz de reparto, Anne Hathaway (Los miserables), que también dejará fuera de competencia a Amy Adams (The Master), Sally Field (Lincoln, pero ya tiene dos) y Helen Hunt (The Sessions), si las predicciones se confirman. El domingo, muy tarde en la noche, todas esas incógnitas quedarán develadas para alegría de unos pocos y desconsuelo de muchos más.
