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    Zabalza denuncia a decenas de militares por violaciones a los derechos humanos y cita como sus testigos a Mujica y Fernández Huidobro

    El ex integrante de la Dirección del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Jorge Zabalza, denunció en la Justicia penal a decenas de militares retirados y en actividad por las torturas físicas y psicológicas a las que fue sometido en los más de 15 cuarteles en los que estuvo recluido desde octubre de 1972 hasta que recuperó la libertad en marzo de 1985.

    Zabalza, quien concurrirá hoy jueves al despacho de la jueza de San José Rossana Canclini a ratificar la denuncia, cita a declarar como testigos al presidente de la República, José Mujica, y al ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, entre otros tupamaros que estuvieron recluidos con él y que fueron considerados como “rehenes” de las Fuerzas Armadas.

    Varios de los militares denunciados por el ex guerrillero están vivos, algunos de ellos en actividad, y ninguno ha sido responsabilizado hasta el momento por su participación en violaciones a los derechos humanos.

    En el escrito judicial, presentado por el abogado Juan Fagúndez y al que accedió Búsqueda, se denuncian “los apremios físicos y psíquicos recibidos en los establecimientos militares”.

    Fagúndez argumenta que se trata de delitos de lesa humanidad y que por lo tanto no prescriben.

    “Quien reventó los testículos de una persona, o sus dedos, o lo asfixió en excremento, lo mutiló, quien manoseó las partes íntimas de una mujer, la violó o le reventó el cuerpo y el alma ¿su motivación en la obediencia debida era mayor que la de proteger a un ser humano detenido, indefenso, atado, encapuchado? Estas conductas eran delitos, y lo son, y la motivación junto con la forma de comisión determinan la gravedad de los hechos”, reflexiona el abogado.

    El escrito agrega que estos hechos serán relatados en el juzgado por el propio Zabalza y como testigos por los ex tupamaros Mauricio Rosencof, Julio Marenales, Mujica, Henry Engler, Jorge Manera y Fernández Huidobro, quienes vivieron similares condiciones de reclusión que él.

    Zabalza ha manifestado en más de una oportunidad una opinión muy crítica sobre el desempeño del actual gobierno en el tema por el cual realizó su denuncia. El 30 de agosto, en una columna en el semanario “Voces”, dijo: “Han sabido inocular el virus de la impunidad en dosis tan pequeñas que los manipulados ni cuenta se dan, han logrado despertar sus instintos más reaccionarios y hacer que la verdad y la justicia sean ajenas a los sentimientos de las mayorías populares. Triunfaron en el terreno donde habían fracasado (Julio) Sanguinetti y (Luis) Lacalle”.

    Itinerario.

    En la denuncia que formuló en el juzgado, Zabalza describe uno a uno los más de 15 establecimientos militares en los que estuvo recluido durante los 13 años de prisión y detalla las personas que estaban a cargo de ellos y que le “aplicaron tormentos”.

    Según cuenta el ex guerrillero, ingresó por primera vez el 11 de octubre de 1972 al Establecimiento Militar N°1 cuyos responsables —denuncia— eran el entonces comandante de la División II, el general Eduardo Zubía y el coronel Lems Martínez. El jefe del S2 (el servicio de Inteligencia) era un mayor de la Fuerza Aérea de apellido Echeverry y el jefe del celdario un capitán de navío de apellido Nader.

    Expresa que en ese establecimiento “regía un sistema de permanente presión psíquica destinado a desestabilizar a los reclusos hasta provocar psicosis agudas a muchísimos compañeros”. Lo describe como un lugar en el que lisa y llanamente imperaba “un régimen de tortura continua”.

    Señala que el 7 de setiembre de 1973 lo fueron a buscar a la celda y lo trasladaron junto a Marenales y Raúl Sendic a una camioneta al medio del campo, donde se les realizó un simulacro de fusilamiento.

    Agrega que ese día fue llevado al Regimiento de Caballería Nº 2, cuya autoridad responsable era el teniente coronel Enzo Curutchet. Indica que allí también sufrieron maltratos de diverso tipo y que en un momento Curutchet, Zubía y un capitán apodado “Cuervo Nuñez” les dijeron a los tupamaros presos que “solo faltaba la orden de (Juan María) Bordaberry para fusilarlos” y que “esperaban impacientes porque deseaban cumplirla”.

    “Permisividad”.

    “Esos días en el aljibe fueron la puesta en marcha de un régimen nuevo: 1) aislamiento absoluto; 2) vigilancia severa; 3) estado de indefensión total”, sostiene el denunciante.

    Según Zabalza, en esa unidad “la permisividad para hostigar al recluso era general y dependía de la voluntad del guardia” y “la posibilidad de torturas físicas estaba siempre latente y dependía solamente del capricho del mando”.

    Zabalza señala que no recuerda la fecha en la que fue trasladado al Batallón de Infantería N° 6, cuyo comandante era el teniente coronel Sergio Sosa, el jefe del S2 un capitán apellidado Macalusso y el jefe de la Brigada el general Boscán Hontou.

    “Luego pasé la noche atado a un árbol en un cuartel que por las conversaciones entre los milicos creo que era Artillería N° 1”, relata.

    “En San José me interrogaron por el viaje a Cuba. Estaban ‘recogiendo’ información sobre los tupamaros que fueron entrenados por la revolución cubana (...) pese a que contaban con el testimonio de Héctor Amodio Pérez”, agrega.

    Indica que a los pocos días dejaron que su hija de cuatro años atravesara la mampara de tejido mosquitero que lo separaba de las visitas para que lo viera “esposado, mugriento y lastimado”. A su juicio esa fue una de las formas “más refinadas de apremio” a las que fue sometido.

    “Microclima”.

    Relata que un día y un mes que no puede precisar del año 1974 fue trasladado a una unidad militar en Trinidad, cuyo jefe era el teniente coronel Mario Simón Ramos, el subjefe el mayor Fermín Vázquez, el jefe del S2 el teniente “De los Reyes” y el subjefe un mayor apellidado Rissotto, a quien le decían “el negro”.

    Allí las condiciones de reclusión también fueron muy severas. “Cada uno en su celda individual e impedido de todo contacto o intercambio con otros detenidos”.

    “Aunque las celdas fueran diferentes según el cuartel, en todos los casos su arquitectura estaba pensada para impedir al recluso hasta la más mínima intimidad”, describe. “El microclima de los calabozos me provocó, como a Sendic y Marenales, la enfermedad bronquial que me sigue aquejando. En las placas de tórax aparecen cicatrices de una tuberculosis que no fue atendida”, añade.

    Expresa que en todas las unidades el calabozo “estaba iluminado por luz eléctrica que permanecía encendida 24 horas del día los 365 días del año”, lo que les provocó a los reclusos enfermedades en la vista.

    “Media hora de recreo por día era la regla, pero las sanciones por cualquier motivo espaciaban las salidas”, lo que provocó “descalcificación con consecuencias en la dentadura y las articulaciones” por la falta de sol.

    “En la mayoría de los cuarteles no se empleaba el baño sino que las necesidades fisiológicas se realizaban en un balde de diez litros y una vez al día el recluso, encapuchado y esposado, era conducido al baño para arrojar los excrementos”, relata.

    Según Zabalza, la estrategia para enloquecerlos consistía en “la privación sistemática de estímulos sensoriales y afectivos” y en mantenerlos con una “sensación permanente de desguarecimiento e inseguridad”.

    “Uno debía habituarse a vivir en el tembladeral donde todo era válido”, indica.

    “Vida imposible”.

    De acuerdo con su relato, el 24 de diciembre de 1974 fue llevado al Batallón de Ingenieros N° 3 de Paso de los Toros. El comandante del batallón hasta febrero de 1978 fue el teniente coronel Dieter Kellner y luego fue el teniente coronel Miguel Gamou. Los jefes del S2 fueron los capitanes “Chepe” González y Ariel Santana.

    “La primera semana permanecimos atados con alambre y encapuchados. El teniente Luis Alberto Rodríguez, el teniente Rosadilla y el alférez Martínez nos comunicaron que un comando del MLN había ejecutado al coronel Ramón Trabal y que, mientras esperaban la orden de fusilarnos, permaneceríamos sancionados y nos harían la vida imposible”, expresa en la denuncia.

    Según Zabalza, las condiciones de reclusión en ese lugar fueron tan severas que pasaron “prácticamente sin ver el sol” hasta diciembre de 1978.

    En ese año —detalla el ex guerrillero tupamaro— fueron interrogados por “un trío” conformado por “el general Feola, el comandante de la División de Ejército III, el coronel Cordero y el mayor Portela, segundo a cargo del S2”.

    “Como llevábamos 5 años de total aislamiento, no poseíamos información alguna que pudiera interesar a los servicios de inteligencia, pero evidentemente querían verificar el estado de nuestra moral, querían saber si ese lustro de incesante presión psicológica con picos de golpes y malos tratos físicos había mellado nuestro espíritu”, supone.

    El 19 de julio de 1980 Zabalza fue trasladado a una unidad militar en Trinidad, cuyo jefe —según relata— era el teniente coronel Eduardo Klastornick, el segundo jefe el mayor Fermín Vázquez y el jefe del S2 el teniente Ricardo Queirolo.

    Según el denunciante, Queirolo se “entretuvo” hostigándolo “todo lo que pudo”. De acuerdo con su relato, el 4 de enero de 1982 fue trasladado al Regimiento N° 2, cuyo jefe era el teniente coronel Luis Conti, quien al presentarse le dijo: “Ya sé que vos sos o te hacés el rebelde (...) acá vas a obedecer las órdenes al pie de la letra. No te hagas el loco porque vengo yo mismo y te cago a fustazos personalmente”.

    El 16 de abril de 1982 el recluso fue trasladado al Batallón de Infantería N° 10, cuyo responsable era el teniente coronel Julio Rocca. El 14 de julio de 1982 fue trasladado al Batallón de Infantería N° 11 ubicado en Minas, bajo la responsabilidad del coronel Eduardo Echeverría. El segundo jefe era el mayor Luis Pírez y el jefe del S2 el teniente segundo Alcidez Fernández. Allí relata Zabalza que un guardia tuvo un incidente con Sendic, a quien golpeó duramente por lo que fueron trasladados “sorpresivamente” esa misma noche a Rocha.

    El 11 de noviembre de 1982 ingresó al Batallón de Infantería N° 4, donde el jefe del S2 era el teniente segundo Washington Medina.

    El 25 de ese mismo mes fue trasladado al Batallón de Infantería N° 12 donde señala que comenzó una huelga de hambre “en rechazo a los permanentes traslados y exigiendo que se pusiera fin al régimen de aislamiento”. Según su propio relato, eso motivó que lo dejaran leer algunas revistas de actualidad.

    El 10 de marzo de 1983 fue trasladado al Batallón de Infantería N° 11 y el 7 de junio de ese año ingresó al Batallón de Ingenieros N° 4. La autoridad responsable en esa unidad era el teniente coronel de apellido Lacasa y el jefe del S2 el teniente primero Boris Barrios.

    Por último, el 11 de marzo de 1984 fue trasladado al Establecimiento Militar de Reclusión N° 1 donde lo tuvieron varias semanas en la “isla” y permaneció varios meses aislado antes de recuperar la libertad.

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    2012-10-11T00:00:00