Para la psiquiatra española, este ritmo frenético que caracteriza las celebraciones navideñas en la época contemporánea no permite “mirarnos a los ojos” y nos hace perder parte del sentido y disfrute de estas fiestas. Distraídos en tantas otras cosas y emociones, “hemos perdido la capacidad de mirarnos con amor, con empatía, con la capacidad de entender y no juzgar, de transmitir paz, aún cuando estamos en guerra”. De allí, la importancia de gestionar las emociones para encontrar otra perspectiva que nos permita pasar una Navidad más pacífica con nosotros mismos y con los demás, y que nos lleve a valorar las cosas pequeñas que hacen a esta fiesta
Tres expertos en salud mental compartieron consejos para que ese trabajo emocional interno sea más llevadero y real.
Tristeza y malhumor
Según el psiquiatra Adolfo Lea Plaza, para entender los sentimientos y emociones negativas que muchas veces despierta la Navidad, lo primero que hay que hacer es comprender la interpretación que hacemos de estas fechas. “Las fiestas suelen ser un mojón dentro del calendario del que no podemos escapar, nos va a atrapar sí o sí, y eso muchas veces nos obliga a confrontar con nuestra historia pasada, con asuntos que todavía no están resueltos, con cosas que uno quisiera que fueran, pero tal vez no pueden ser. Las fiestas nos interpelan”.
En este sentido, la psicóloga María José Soler, autora del libro Vive bien, sé feliz y presidenta de la asociación civil Jóvenes Fuertes, manifestó que no es aconsejable “huir del malestar”. Por el contrario, “tenemos que oírlo, transitar esa emoción, abrazarla de alguna manera y darle un lugar en nuestra vida. ¿Esta tristeza o mal humor de qué me está hablando? (El psiquiatra) Victor Frankl decía que tenemos que convertir el dolor en tarea. ¿Qué puedo hacer con esto? ¿A qué me está invitando? Quizás sea necesario hacer un cierre, despedirme de algo o capaz me está invitando a priorizar lo importante y no lo accesorio”. El diálogo con uno mismo y una gratificación o distracción posterior ayudan a aprender de la emoción y permiten que esta siga su curso. “A las emociones, deberíamos poder decirles: bienvenida, gracias por el mensaje que me traes, pero ahora sigo adelante”, apuntó Soler.
Algo similar aconseja Rojas en una columna publicada en su página web: “No hay que acallar esos sentimientos; hay que saber y entender qué nos están sugiriendo. Quizás un replanteamiento de nuestra vida”. La psiquiatra subraya que si bien es “normal” en estas fechas mirar hacia el pasado, “debemos hacerlo con precaución”. “La vejez comienza cuando los recuerdos pesan más que la esperanza y los sueños”.
Por su parte, la psicóloga y coach personal Liliana Guerrero manifestó que muchas veces la aversión hacia la Navidad tiene que ver con la idealización que hacemos de esta fecha. “Pensamos que la Navidad tiene que ser un momento glorioso, ideal y eso es un aspecto muy infantil. Quizás de niños lo vivimos así porque estaba la magia de Papá Noel, la de los regalos, los arbolitos. Entonces, entre aquello ideal y lo que podemos tener hoy hay un abismo, que nos frustra y nos enoja”. En este sentido, recomendó tomar conciencia de que la vida tiene momentos buenos y malos. “Creer en esa cosa infantil y mágica es pensar que los momentos malos nunca van a ocurrir”.
Tensiones y compromisos familiares
La fiesta de Navidad suele ser una época en la que se dan muchas demandas y presiones familiares, al tiempo que se reviven aspectos de la historia pasada que aún no están resueltos. Esto se contrapone con las expectativas culturales en torno a esta fecha, donde se espera “una familia feliz y una mesa de Navidad perfectamente armada y sin conflictos”. Teniendo en cuenta esta realidad, Lea Plaza aconsejó prepararse de antemano para afrontar de la mejor manera estas discusiones o reproches del pasado. “Identificar los problemas, aceptarlos y pensar cómo me voy a comportar en caso de que salten, tratando de ver qué solución se puede encontrar para evitar este tipo de discusiones en la noche de Navidad”.
Al respecto, el psiquiatra recomendó moderar el consumo de alcohol esos días. “Tomar alcohol es una mala idea para manejar las emociones, porque tiene un efecto ansiolítico y eufórico, sin embargo, muchas veces, con la excusa de que queremos relajarnos y estar tranquilos, comenzamos a tomar. Eso nos lleva a desinhibirnos y a realizar comentarios inconvenientes”.
En caso de ser necesario, Guerrero propuso dejar de lado los mandatos familiares tradicionales de cómo vivir la Navidad e invitó a cada uno a pensar cómo le gustaría pasar esta fiesta y con quién. “Perpetuar algo porque siempre lo hicimos de esta manera es algo rígido. El ser humano tiene que adaptarse al cambio. No somos los mismos que hace cinco años, menos que cuando éramos niños. Entonces, hay que sacarse presiones”. La coach aconsejó también dejar el lugar de víctima y ponerse en el lugar de protagonista, “planteándonos qué realidad queremos tener y realizando las gestiones necesarias para tener la Navidad que nos parezca más adecuada para nosotros”. En este sentido, manifestó que a veces lo mejor será acercarse previamente a dialogar con la persona de la familia con la que se está enemistada, para pensar juntos y tratar de hallar una solución. Si esto no es posible, habrá que “animarse a soltar” y pasar la fiesta con otra parte de la familia o con amigos.
Soler también destacó que las demandas y presiones familiares de la época nos desafían a aprender a negociar. “Tenemos que entender que las necesidades de una de las partes nunca pueden ser satisfechas a costa de las necesidades del otro. Por lo tanto, tenemos que tratar de escuchar con serenidad sus demandas y pensar cómo puedo satisfacer en parte esa necesidad”. La psicóloga resaltó que precisamente de eso se trata el espíritu navideño, “de aprender a ceder, pero por amor, para que el otro pase bien”. A propósito, recordó que la Navidad “nos invita a un renacer personal, nos habla de una salvación, de un vínculo de familia, donde prevalece el servicio y el pensar en el otro, nos habla de la cercanía de Dios”.
Estrés y consumo desmedido
Los días previos a la Navidad suelen generar agobio y consumo desmedido, cuando en realidad el espíritu de la fiesta debería “ayudar a la conexión, a la reflexión y a las vivencias, más que al activismo desenfrenado”. Por esta razón, Soler afirmó: “Frente al estrés, hablar con nosotros mismos y decirnos: tranquilo/a”. A su entender, ante el frenesí que nos imponen estas fechas, es importante tomarnos pausas para mirar, apreciar la naturaleza, el momento del año y agradecer por tantas cosas.
“Detenerse y dedicar un momento a la autocontemplación puede ser un acto revolucionario en medio de tanta agitación”, escribe Rojas en la columna de su página web. “Este tiempo no es egoísta, es una inversión en nuestra capacidad para dar y participar plenamente en nuestras celebraciones. Es importante recargarnos, (...) ya sea con un rato de meditación, leyendo un libro o simplemente disfrutando de la quietud”.
Para colaborar con esto, Soler aconsejó aprender a priorizar. “¿Qué es para mí lo importante en este momento? ¿Mi familia, mis amigos, el descanso, la celebración religiosa? A partir de ahí, ver cómo lo importante debe priorizarse frente a lo urgente. Muchas urgencias no son tan importantes y tenemos que dejarlas pasar. Saber que no podemos llegar a todo, quizás no todo está perfecto, pero elegimos priorizar el disfrutar de los seres queridos”.
En cuanto al consumo desmedido, Guerrero señaló que las personas que caen en esto deberían preguntarse por qué sienten esa “autoexigencia”. Indicó que muchas veces se trata de personas inseguras, que realizan un “mecanismo de desplazamiento” poniendo el valor del amor hacia la otra persona en un objeto. “Cuánto te quiero en función del regalo tan caro o de marca que te regalo, cuando en realidad que sea un buen regalo tiene más que ver con que uno entienda qué le gusta al otro o qué necesita, poniéndose en su lugar”. Advirtió que cuando uno sale a las corridas, de forma voraz a comprar regalos, está dando cuenta del “vacío interior” y de la incapacidad de pensar en el otro.
Lea Plaza coincidió y resaltó que muchas veces con el paso de los años uno no se acuerda de los regalos materiales, pero sí “de una linda charla, de un brindis emotivo, de un lindo gesto o mensaje o de una persona que ya no está presente”. De allí la importancia de centrarnos más en los vínculos y afectos y no tanto en lo material. Para reducir gastos y pensar más en los otros, el psiquiatra propuso el juego del Amigo Invisible. “Uno no tiene que comparar ocho regalos, pero sí está invitado a pensar en la persona a la que le tiene que regalar, qué le gusta o qué precisa”. Este acto nos acerca a los demás, nos desenfoca de nosotros mismos y del consumismo que crea vacío.
Ansiedad y frustración en los niños
La expectativa que provoca la cartita a Papá Noel, los preparativos de la celebración y el momento de abrir los regalos pueden dar ansiedad y frustración en los más pequeños. Sin embargo, buena parte de esas emociones infantiles tienen su razón de ser en los adultos. “Los niños se contagian de las emociones de los padres. Cuando los papás están acelerados, estresados y desconectados de ellos, los niños sufren más ansiedad”, explicó Soler. “El desafío es calmarnos primero nosotros y bajar el consumismo. La ansiedad que sienten los niños tiene que ver también con las expectativas altas respecto a las cartitas eternas a Papá Noel, que muchas veces no se cumplen”. En este sentido, Lea Plaza recomendó “hablar con ellos, limitar las expectativas y tener un presupuesto calculado de cuánto se va a destinar a regalos”.
Por su parte, Soler invitó a aprovechar estos momentos como “excelentes ocasiones para generar recuerdos de disfrute familiar, de rituales y celebraciones que vayan modelando una identidad”. Por eso, resumió lo central de la celebración de la Navidad en dos palabras: “regalar vivencias”, de forma que “las cosas materiales vayan a menos y los encuentros, el cariño, el pensar en el otro, la alegría, la música y el disfrute con los demás sean la prioridad en nuestras fiestas”.
En definitiva, como los soldados de 1914 en el frente occidental, se trata de “mirar a los ojos” a los demás, para recuperar o encontrar el sentido y el disfrute de esta fiesta.
Los mejores regalos de Navidad
Para la psiquiatra española Marian Rojas, la Navidad la tiene que crear cada uno en su corazón, con sus ilusiones, valores, comportamientos y tradiciones.
De allí que, a su entender, los mejores regalos para esta fecha son:
Regalar compañía a los que están solos o enfermos, iluminar la vida de los que nos rodean. “Hacer ese pequeño esfuerzo llena la Navidad”.
La sonrisa: “Sonreír cambia nuestro estado interior y envía una señal positiva a quien lo observa”.
El perdón: “Perdonar significa aceptar lo que pasó e intentar comprender los hechos alejando de la mente ese recuerdo negativo o tóxico. De esta manera, llegaremos a ver a la otra persona como alguien digno de compasión”.
Los duelos y la soledad
Los duelos y la soledad suelen ser dos realidades que empañan la fiesta de Navidad. Los duelos no solo se viven cuando se pierde un ser querido, sino que pueden estar provocados por una separación, por la emigración de parte de la familia u otras circunstancias. El psiquiatra Adolfo Lea Plaza indicó que en estos casos, lo más importante es reconocer esa tristeza, aceptarla y hacerla propia. Para esto, recomendó tener en Nochebuena pequeños rituales, como un brindis por esa persona que ya no está, unas palabras en su honor, unos minutos de silencio o dejar a la vista una foto suya, cosa de hacerlo presente en la celebración. “Esos rituales nos ayudan a salir de ese momento de angustia. Son catalizadores, nos ayudan a contener la emoción y delimitarla a ese momento, para seguir con la celebración”.
A las personas que pasan solas la Navidad, Lea Plaza también aconsejó, en primer lugar, aceptar lo que uno siente, para luego pensar una estrategia que permita pasarla de la mejor manera posible. Por ejemplo, preparar una comida especial o pensar una película para ver, reservar un buen libro para leer esa noche y, sobre todo, no perder el contacto, aunque sea virtual, con los demás. “Estar solos no quiere decir estar incomunicados. Si mis hijos están pasando con mi expareja, hacer telellamada con ellos, por ejemplo”.