—Uruguay fue el primer lugar que nos convocó para hacer un teatro, incluso antes de nosotras soñar con eso. En realidad, la primera vez fue un evento privado, después hicimos un teatro chico (Sala Magnolio) y ahora volvemos a El Galpón. La relación de los argentinos, en general, con Uruguay es muy divina, porque amamos a los uruguayos.
—¿A qué público creen que llegan? ¿Solo a mujeres o también a hombres?
—Hay pocos hombres; obviamente los hombres allegados a nosotras, familias, amigos, nos han visto, nos han consumido y nos consumen. Pero, en general, cuando nos presentamos en vivo puede llegar a haber dos hombres entre 150 mujeres. Claramente nuestro público son las mujeres; somos cuatro minas hablando sobre temas que no necesariamente son de minas, pero que sí están pasados por una mirada que yo siento muy femenina.
Por ejemplo, cuando hice el capítulo de cuerpos en la segunda temporada, que se grabó este año, el papá de mi hijo me llamó —obviamente él me conoce muy bien— y me dijo: “Me pareció muy bueno, tiene mucho valor que hablen de eso, pero tengo una cosa para preguntarte: ¿por qué pensás que eso no les pasa a los hombres?”. Creo que es un podcast que inicialmente se acerca a las mujeres, pero no deja de interpelar a algunos hombres. Hasta ahora los hombres que se acercaron, si no nos conocían íntimamente, lo hicieron más como quien quiere espiar una charla que le resulta ajena, como si uno se metiera en un vestuario de hombres a ver de qué hablan o qué chistes hacen. Por eso en esta tercera temporada estamos trayendo a dos hombres para hablar de temas que pueden haber estado escritos en femenino, pero de los que nos interesa la mirada masculina.
—Esa va a ser la novedad de la tercera temporada.
—Sí, y las invitadas. La primera temporada fue sin invitadas, en la segunda vinieron cinco, y ahora hay otro set de invitadas. Entre los seis temas que vamos a tratar, dos tienen invitados que son hombres.
—¿Qué papel cumple cada una en la producción del podcast?
—Frente a cámara somos todas iguales, pero cada una trajo a la mesa lo que tenía para aportar (detrás de cámaras). Ana Paula trabaja en interiorismo, es decoradora, con lo cual el set en general está a su cargo, junto con la gente de Blender (productora de streaming). Fernanda es ilustradora y se encarga de hacer las ilustraciones que acompañan los monólogos con los que empieza cada capítulo. A su vez, Fernanda también se encargó de ilustrar el set de la segunda temporada y está ilustrando el de la tercera, que es en otra parte de la casa, donde muchas veces nos juntamos a hablar. Esta vez quisimos salir del living. Rosario compuso la cortina, también fue la de la idea de hacer un podcast. Tiene una edad que está más cercana a ese tipo de contenido, entonces fue la que empezó a pasarme podcasts para escuchar y tuvo la idea de hacer uno entre nosotras. Yo tengo alma de productora, tal vez porque trabajo desde hace mucho tiempo en el medio, y puedo tener una mirada integral de todo lo que hago. Creo que en unos años terminaré produciendo, directamente.
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El podcast Las pibas dicen está integrado por Julieta y Rosario Ortega, Fernanda Cohen y Ana Paula Dutil
—En algunos de los capítulos del podcast decís que las madres están en nuestro ADN. ¿En qué sentís que te marcó tu madre?
—En todo. La gente me ha comentado toda la vida lo parecida que soy físicamente a mi papá, lo cual es cierto. Tengo el mismo colorido y soy muy parecida, incluso en su personalidad. Sin embargo, yo me veo la sonrisa y la mirada de mi mamá en muchas cosas, para bien y para mal. Creo que es algo que nos pasa a todas las mujeres, la mirada de las madres la cargamos toda la vida. Creo también que uno termina pareciéndose a su madre bastante más de lo que sospecha que se parecerá cuando se es joven. Es casi inevitable. Yo siempre digo que es una cárcel y, a la vez, algo bueno.
Mi mamá tiene muchas cosas buenísimas, pero tengo y reconozco también algunas cosas que no me gustan de ella. Lucho contra eso. Ella tendrá a su madre. En la primera temporada del podcast hicimos un capítulo sobre ser o no ser madre, qué es el mandato y qué es el deseo real, que fue un tema que Rosario quiso tocar. En la segunda temporada, hablamos de la presencia de la madre de la que estamos hablando ahora. Pienso que las madres terminamos siendo una mezcolanza y una omnipresencia para nuestros hijos. Una mezcolanza de cosas, de aportes y de miradas positivas y de otras no tanto, que es bastante difícil sacarse de encima después.
—¿Considerás que el padre tiene la misma carga en sus hijos y en sus hijas?
—En los hijos, creo que sí. De todos los hombres que han sido importantes en mi vida, el tema central en sus vidas era su padre. Al varón ahí se le juegan muchas cosas que tienen que ver con el espejo, el peso, la sombra del padre, con alcanzarlo, con el famoso “matar al padre”. Creo que en el varón esa presencia es mucho más del papá.
—En algunos capítulos decís que la belleza para ti es un tema importante, que te cuesta sacarte esa carga, en parte porque tu madre, siendo tan linda, siempre se fijó en eso. ¿Con qué parte de tu cuerpo tenés más complejos?
—Hay un montón de cosas de mi cuerpo que me gustaría que fueran distintas. Cada vez que miro una foto mía, que veo miles porque trabajo de actriz, trato de reconciliarme con eso. Tengo la mirada de mi madre y lucho para sacármela de encima. No me parezco a mi madre, en el sentido de que yo tengo otro estilo: no me pongo un traje, me gustan los zapatos altos y tengo mis tacos, pero los uso si tengo algo; en el día a día no me saco las zapatillas, vivo en jogging, remera y buzo. Estar cómoda, para mí, es una prioridad. Toda la vida he ido a trabajar prácticamente en pijama. De hecho, cuando creé una línea de ropa fue de pijamas.
—¿Has hablado con tu madre de lo que te marcó en ese sentido?
—Sí, obvio, un montón de veces. Hicimos las paces (ríe).
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Julieta Ortega se presenta con Las pibas dicen, miércoles 27 de noviembre, 21 h, en Teatro El Galpón. Entradas entre 1.400 y 1.800 pesos en Redtickets.
—¿Qué significó para ti ser la hija mujer mayor entre tantos hermanos varones?
—Rosario, mi hermana, nació a los 15 míos. Creo que formé mi personalidad, me formé como una mujer muy fuerte. Mi mamá toda la vida me dijo: “Si hay alguien por quien yo no me tengo que preocupar, sos vos. Siento que vos podés sola”. Siempre estuvo mucho más encima de los varones. Muchas veces me pregunté a qué se debía esto, que yo también siento. Y creo que haber crecido entre tanto varón me dio una voz, había que hacerse notar, tener presencia y opinión. Eso forjó mucho mi personalidad.
—¿Considerás que en tu familia recibiste una educación machista, donde la voz de los varones valía más?
—Sí, soy de una generación que fue criada en el medio de todo eso. De las mujeres se esperaban otras cosas, nos tenían que proteger porque no se suponía que una iba a salir al mundo a ganarse su dinero. Se nos crio pensando que lo mejor que nos podía pasar era encontrarnos con un hombre que nos resolviera la situación económica en un futuro. Los logros de los varones eran los logros y se suponía que nosotros íbamos a hacer algo para entretenernos. No estoy hablando solo de lo que pasaba en mi familia, sino de cómo fuimos criadas. Tengo 53 años y creo que las mujeres de mi generación, en su mayoría, tuvimos que trabajar para dar un volantazo, y lo dimos. En mi casa, el dinero lo traía mi papá, y mi mamá, que hacía un trabajo descomunal, era menos visible porque lo hacía dentro de casa. Tener seis hijos y criarlos es un laburo que no me puedo imaginar cómo hizo. Yo tengo uno y ya me parece mucho. El trabajo que hizo mi madre no solo no lo subestimo, sino que lo valoro y me parece fundamental, pero es el famoso trabajo no remunerado.
Entonces, decidir desde muy chica ser actriz y ganar mi dinero… Obviamente que soy consciente de que mi punto de partida no es el de un montón de otra gente. Nací con pila de privilegios, para empezar, tener una familia que me sostenga. Luego yo también formé mi propia familia, tengo un hijo, pero ya el formato de familia fue distinto. Con el papá de mi hijo siempre pagamos las cosas a medias y, cuando nos divorciamos, cada uno se quedó con lo que tenía. Todo esto es bastante nuevo en la historia de mi familia. Es un camino que inicié yo, hace ya mucho, y mi hermana lo está iniciando ahora. Es nuevo, con algo tuvimos que romper.
—¿Tu madre cómo tomó ese nuevo camino?
—Siempre sentí que a mi mamá le gustaba mucho cómo era yo. Siempre me lo dijo: “Me encanta cómo sos. No te parecés en nada a mí, me encanta que no te parezcas a mí”.
—¿Te gustó crecer en una familia con muchos hermanos?
¡Ay, sí! Yo hubiera tenido por ahí un hijo más, pero nunca me imaginé con tantos hijos. Creo que los hijos hay que tenerlos por uno, no para que ellos estén acompañados. Pero me hubiera gustado que mi hijo supiera lo festivo que es crecer en una familia con tantos hermanos y hermanas. Hasta el día de hoy, que somos todos grandes, es muy lindo. Cada uno vive en su casa y tiene su propia familia, pero cuando nos juntamos es muy lindo ser una familia grande.
—¿Te sentís más vulnerable por ser mujer en la sociedad actual?
—No, en esta sociedad actual no, al contrario. No uso mucho la palabra empoderar, me parece que se frivolizó mucho en el último tiempo. Me siento mujer y fuerte, pero tampoco es porque soy mujer, es porque soy yo. Tengo una personalidad fuerte. A veces sí pienso “qué suerte que tengo un hijo varón y no temo cuando está solo en la calle”. Temo, pero temo menos que si fuera mujer.
Pero, a su vez, hoy justo hablaba con el director de Sex (espectáculo de José María Muscari donde es protagonista; actualmente, en cartelera en Buenos Aires). Están buscando un actor o locutor no hegemónico, y me comentaba lo difícil que es encontrar un hombre que esté dispuesto a ser parte de un espectáculo como Sex sin tener un cuerpo hegemónico. En cambio, sí tenemos actrices con cuerpos no hegemónicos que hablan justamente de eso, porque el espectáculo trata de eso. Me decía que en ese sentido la mujer está más avanzada que el hombre: una mujer gorda puede subirse a un escenario y mostrarse sensual, hablar de erotismo. Sin embargo, no se encuentra a un hombre que esté dispuesto a subirse al escenario y sacarse la remera si no tiene un cuerpo musculoso o, por lo menos, flaco. Entonces siento que, en los últimos años, hay un montón de terrenos donde la mujer batalló y ganó luchas que los hombres aún no.
—Las luchas de las mujeres van dando su fruto.
—Ninguna duda, pero ninguna duda. Creo que la mujer, desde la literatura hasta los medios de comunicación, ha tenido acceso a un montón de mensajes dirigidos a ellas, y no sé qué tan así ha sido para los hombres. Es decir, cuántos hombres abren Instagram y ven todo tipo de cuerpos (masculinos). No sé si los hombres han tenido modelos de cuerpos distintos a mano. La mujer en estos años ha avanzado mucho con respecto a algunos temas y en muchos casos se debe a esa posibilidad de hablar, escucharnos e ir avivándonos entre nosotras de un montón de cosas. De hecho, mi exmarido me dijo que le encantaría hacer un podcast así con hombres. Creo que el hombre se ha dado mucho menos permiso para esto, para hablar y para mostrarse vulnerable.
—¿Cuál considerás que es el mayor desafío que tienen las mujeres hoy?
—Entender realmente qué queremos, sacarnos de encima lo que se suponía que teníamos que querer, como eso de la maternidad. También, en algunos casos, sacarse de encima el “tenemos que ser exitosas y ganar plata”. Sacarse de encima lo que uno cree que debe ser tal vez sea el mayor desafío. Es como un denominador común. Ya casi no encontrás una mujer que no trabaje fuera de la casa, y las que no trabajan fuera se deben sentir bastante mal. Las que trabajan fuera de la casa y no armaron pareja a cierta edad también se deben sentir mal. Entonces, en este momento, donde la mujer pareciera que debería poder con todo, creo que el mayor desafío es darse el permiso para tal vez no poder con todo.