Comenzó la cosecha de maíz de la zafra 2024-2025, “en el litoral norte hay una mayor disparidad en los rendimientos y estos oscilan entre 4.000 y 6.000 kilos por hectárea (base seca); lo que se explica por la dispersión de las lluvias ocurridas”, dijo el empresario Davy Dufour, director de Dufour Commodities. Agregó que hasta el momento en el litoral sur “los rindes se ubican entre 6.000 y 7.000 kilos por hectárea”, y que “los mejores resultados están en los cultivos sembrados más tempranos”.
Para el agricultor de Soriano, y presidente de la Asociación Agropecuaria de Dolores (AAD), Enrique Oyharzábal, el maíz presenta “dos escenarios bien marcados: los de secano y los de riego”. Explicó a Agro de Búsqueda que en el caso de los maíces regados, al no faltarle agua y al tener una radiación “muy importante”, podrán expresar un potencial “interesante”. En tanto, los maíces de secano, hasta los primeros días de diciembre recibieron “muy buenas” lluvias, que luego se cortaron para el llenado del grano, “sufrieron y quedaron con grano chico y arrugado”.
Comentó que los maíces de secano se cosechan con un nivel de humedad de entre 17% y 23%, mientras que los rindes, en líneas generales, “van de 5.000 a 7.000 kilos por hectárea” base seca, algo que “no es tan malo, pero no es el potencial prometido”. La situación climática negativa para los cultivos de maíz de primera redujo entre 20% y 30% la productividad, dado que en la zona de Dolores los potenciales, al terminar la floración, apuntaban a 10.000 kilos por hectárea, sostuvo.
El ingeniero agrónomo Ignacio Ferri, integrante de la unidad de Innovación, Investigación y Desarrollo de ADP, comentó a Agro de Búsqueda que en diciembre los “maíces de primera”, que estaban en “período crítico”, mostraban estimaciones de rendimientos muy buenos, superiores a los 10.000 kilos por hectárea. Sin embargo, la falta de lluvias a partir del 25 de diciembre provocó una baja de los rendimientos.
“En esos cultivos estimábamos pérdidas de rendimiento o de peso de mil granos de cada espiga en torno al 30%. Hoy nos encontramos con pesos por debajo de los 250 gramos”, señaló. Cuando comenzaron a cosecharse los primeros maíces, se confirmó esa “merma de rendimiento”, dijo.
Ferri agregó que para el maíz de segunda el panorama es “distinto” a lo observado en los cultivos de primera, ya que la llegada de precipitaciones permitió que se recargue nuevamente el perfil y “estamos entrando en el período crítico con buenas condiciones”.
Maíces bajo riego
Los primeros datos de cosecha de maíz bajo riego marcan resultados alentadores. En esa línea, el ingeniero agrónomo Francisco Bianco, asesor técnico del establecimiento San Benito, ubicado en Carlos Reyles (Durazno), dijo a Agro de Búsqueda que los rendimientos se vienen acercando a los 13.000 kilos por hectárea base seca, se trata de maíces sembrados entre los últimos días de setiembre y mediados de octubre.
Es el segundo año consecutivo que la empresa riega, por lo cual, “el manejo se viene ajustando”. Hace cinco años que en San Benito “detectamos un problema muy importante vinculado a la acidificación de los suelos y comenzamos un proceso de encalado de los suelos con dolomita”, que es carbonato de calcio y magnesio, algo que “permite levantar el pH y la disponibilidad de nutrientes”, señaló.
Con la corrección de pH y el riego, el manejo del cultivo de maíz demanda híbridos de punta y toda la tecnología de fertilización, lo que lleva los costos directos del cultivo a US$ 1.000 por hectárea, sin contemplar el arrendamiento del campo ni el encalado. A ello se suman US$ 0,50 por milímetro aplicado de riego, más los costos de cosecha y flete, detalló.
Comentó que en esta zafra se regaron “entre 200 y 230 milímetros, en momentos clave”. Si bien la inversión es alta, “el número cierra muy bien, en base a la productividad física que se obtiene; los kilos defienden al negocio”, aseveró.
Bianco agregó que el encalado de suelos permitió “aumentar el rendimiento entre 30% y 35%” en los cultivos de verano y de invierno. Los análisis de suelos muestran que disponibiliza nutrientes y, por lo tanto, la utilización de fertilizantes se reduce entre 30% y 40% respecto a los campos no encalados.
Consideró que el encalado “debería ser una práctica mucho más difundida”, y para que se expanda entiende que “debería haber algún tipo de beneficio fiscal por los niveles de inversión que demanda”, algo similar a lo que ocurre con el riego. “No se puede regar en cualquier campo, hay que tener agua, luz y demás. Sin embargo, se puede encalar prácticamente cualquier campo. “Es una tecnología limpia, que sustituye fertilizantes importados por roca molida de origen nacional”, comentó. Y planteó que la combinación de riego y encalado “es el tercer piso del campo”.
Los números. La Sociedad de Fomento Rural de Valdense (Sofoval) realiza antes de cada zafra una guía de costos para los distintos cultivos. Para el ciclo 2024-2025 marcó que el maíz de primera (en secano), con una productividad de 5.000 kilos por hectárea, tiene como punto de equilibrio 4.900 kilos por hectárea; con un rinde de 6.000 kilos el equilibrio es de 5.000 kilos; y con una productividad de 8.000 kilos el rinde de equilibrio es de 5.400 kilos por hectárea, sin considerar el costo del arrendamiento.
Rumbo a una cosecha de soja de 3 millones de toneladas
Si no hay una interrupción radical de las lluvias de mediados de marzo en adelante, Uruguay estará ante una de las mejores cosechas de soja de su historia. El rendimiento puede acercarse a 2,8 de toneladas por hectárea, y la producción puede superar los 3 millones de toneladas, algo que ha logrado pocas veces.
El año pasado la productividad no colmó las expectativas, lluvias a la cosecha complicaron las tareas y agregaron costos. La soja de primera logró una productividad media de 2.500 kilos por hectárea y la de segunda de 2.300 kilos por hectárea. Lo sucedido el año pasado recuerda los riesgos que todavía hay por delante. Pero de no repetirse inconvenientes, es factible que la de primera se ubique cerca de 2.900 kilos y la de segunda no esté muy lejos del rendimiento de la de primera.
Si el área de este año se ubicase levemente por debajo de la que se cultivó el año pasado, en 1,25 millones de hectáreas, y se alcanzara un rendimiento promedio de 2,8 toneladas, la producción total se ubicaría cerca de 3,5 millones de toneladas.
Tanto por los daños causados por la turbonada que afectó a Río Negro y Paysandú, como por la necesaria cautela cuando todavía faltan dos meses para la cosecha, una proyección razonable debe ubicarse entre 3,2 millones y 3,3 millones de toneladas. Aun así, sería una de las mayores producciones que se hayan registrado.
El año pasado la producción fue de 3,24 millones de toneladas, este año se ubicará por encima de eso y con chance de ser la segunda mayor de la historia.
Pero el precio va escalón tras escalón, desde los US$ 550 por tonelada de 2022, a US$ 515 en 2023, US$ 414 en 2024 y US$ 350 en 2025. Si el stock mundial sigue subiendo en el mundo, es difícil pensar que esa trayectoria vaya a revertirse.
Aun así, una buena cosecha por delante dará un respiro a zonas del interior que tienen en el cultivo un factor central de movimiento económico. Y para eso también ayudará una buena cosecha de maíz, que dinamizará a la producción ganadera y lechera. Un buen verano productivo, que da tiempo para pensar cómo sobrellevar una situación de bajos precios, que obliga a pensar cambios de estrategia.