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    El agro uruguayo en un mundo en ebullición

    En Uruguay estamos acostumbrados felizmente a reglas de juego estables. Pero ahora sabemos que en cualquier momento puede venir un arancel de Estados Unidos o un argumento sanitario de China y el escenario puede cambiar abruptamente

    Desde hace ya un buen tiempo transitamos una lógica de riesgos crecientes.

    La propia aceleración de la sociedad es un riesgo. Porque no tiene freno. Y así como genera maravillas tecnológicas que pueden prolongar la esperanza de vida, trae que un presidente estafe con una criptomoneda o que hackers norcoreanos se roben US$ 1.500 millones con un algoritmo que la mayoría de los mortales no lograríamos comprender.

    En esta sociedad acelerada no tenemos tiempo de interpretar la avalancha de información que se nos viene. Y no lograr interpretar cabalmente la información es en sí mismo un riesgo. La madre de todos los riesgos, podría argumentarse.

    Las multitudes absortas haciendo scrolling de boberías, mientras el orden mundial se derrumba como un castillo de naipes. No logramos interpretar si la KGB ha logrado poner un presidente en Washington, no sabemos cuál es el poker que juega China, pero sabemos que el presidente de Estados Unidos imagina estar jugando un poker mundial en el que aplastar a Ucrania le da cierta ventaja.

    Cualquier día Estados Unidos plantea aranceles a Canadá, México o al país que se le ocurra, pero al día siguiente eso se revierte y a la semana siguiente quién sabe. Nadie está a salvo de las barreras comerciales. China las ha puesto para la colza canadiense. El arancel de nada menos que 100%, ¿cómo incidirá sobre el precio del grano de Uruguay en la próxima zafra? No podemos saberlo. Tenemos que aprender rápido a convivir con estos niveles tan altos de incertidumbre.

    En Uruguay estamos acostumbrados felizmente a reglas de juego estables. Pero ahora sabemos que en cualquier momento puede venir un arancel de Estados Unidos o un argumento sanitario de China y el escenario puede cambiar abruptamente.

    Poco podemos hacer al respecto, más allá de tomar todos los recaudos sanitarios posibles y tratar de no generar excusas para ligarnos un arancel de la nada. Tal vez nuestra pequeñez nos ayude a camuflarnos y pasar desapercibidos.

    Si esquivamos el riesgo de las barreras sorpresivas, igual hay riesgos estructuralmente crecientes. El riesgo climático se hará mucho mayor. Los científicos que estudian el clima están siendo despedidos masivamente y la información sobre el tema desaparecerá en gran medida en los países afines a la lógica Trumpista. Eso no frena a la temperatura, que el pasado jueves 6 y viernes 7 marcaron temperaturas inéditas, que causaron mortandades importantes de novillos que iban a la faena. No soportaron su viaje final.

    A la atmósfera el poder de Trump y Milei para censurar la verdad climática no le cambia nada, al menos nada para mejor. Toda la sociedad, y mucho más el agro tiene un riesgo gradualmente creciente que es de origen físico-químico. A diferencia de los aranceles que son un riesgo abrupto y cualitativo, en cualquier momento Donald nos descubre en el mapa y se le antoja encajarnos un 25%, el riesgo climático es tan gradual que hay gente que ni siquiera lo percibe en su relevancia. Cada verano la evaporación será mayor y quienes no se den cuenta de esta situación y no tomen precauciones, pagarán literalmente por ello.

    El riesgo ya está estructuralmente instalado, es creciente y acelerado porque es un proceso que se retroalimenta a sí mismo con cada nuevo incendio, o con cada trozo de hielo que se va desprendiendo de los casquetes polares. Y porque las emisiones van en ascenso. Pero se acelerará más porque la principal economía del mundo prohíbe a las energías limpias y tiene por meme Drill baby drill, perforar y romper lo más que se pueda. Se quemará la mayor cantidad posible de petróleo por cuatro años más. Es un dato del nuevo entorno.

    La evaporación será tendencialmente mayor a cada verano durante todo este siglo. Y eso se acelera y agrava. Las inundaciones y lluvias torrenciales que dañan el suelo en minutos, las granizadas como las que castigaron al norte de Young y también a zonas de Entre Ríos, serán más frecuentes.

    Vendrá El Niño y el riesgo de las lluvias violentas será mayor. El año pasado fue Porto Alegre, en este marzo Bahía Blanca. Las balas pican cerca.

    Eso genera un problema adicional. Las aseguradoras estarán cada vez menos propensas a ese riesgo. Ese es un fenómeno mundial en el mercado de seguros del que será difícil escapar.

    Con un entorno que tiene estructuralmente cada vez más riesgos políticos y climáticos, vale la pena centrarse en las estrategias que amortigüen ese riesgo creciente.

    Y en realidad podría decirse que se trata en gran medida de hacer buena agronomía. Una agronomía de protección y cuidado del suelo va a ser cada vez más importante. Minimizar el daño ante una lluvia torrencial. Acumular el agua en el suelo y minimizar la evaporación para que los períodos sin lluvia entre diciembre y marzo genere el menor daño posible. El suelo cubierto, con el pH adecuado, con la mayor cantidad de materia orgánica posible y lo más vivo posible. Siempre fue importante, pero ahora lo será cada vez más. Agua y sombra en la ganadería. Y el riego, al que tal vez le haya llegado la hora de dar el salto cualitativo.

    Aquellos productores confundidos por videítos de internet que los convenzan de que esto se trata de una batalla cultural y no de un mero proceso físico, químico y biológico, quedarán expuestos al riesgo. Quienes supongan que preocuparse por el clima es “woke” pagarán en sus cuentas la confusión.

    Es sumamente positivo cerrar este verano con altos potenciales de rendimiento en la agricultura de verano, un excelente panorama forrajero y sin incendios forestales que lamentar. Se gana tiempo para lo que vendrá.

    Otro riesgo importante y creciente es el de la competitividad, especialmente con Brasil. Con la carne como producto central de nuestra economía y la soja como producto central de la agricultura, enfrentar la producción creciente de Brasil es un desafío fundamental.

    La nueva demografía de población decreciente en los países clave de Asia lleva a que el crecimiento de Brasil sea un riesgo de baja estructural de precios, excepto en los períodos en que alguna sequía o alguna guerra los haga subir.

    El agro precisa una estrategia comercial para salir de ese laberinto. La agricultura de invierno y los aceites son una carta interesante, junto a persistir y acelerar en la diferenciación de la carne. Un acuerdo de libre comercio con toda Europa, es decir con la Unión Europea, el EFTA y Gran Bretaña, es más importante que nunca para las dos partes.

    Además, en vista de los últimos acontecimientos, debería pensarse el desarrollo de mercados de futuros locales y regionales, porque los vaivenes de Chicago representan más los caprichos de un individuo que los fundamentos más genuinos de los mercados de granos o carne.

    Se avanza en el mercado del novillo y probablemente deba pensarse en algún mecanismo para granos que referencia la realidad del Mercosur, más que los caprichos arancelarios de Washington.

    Seguramente hay muchos más componentes de un programa de mitigación de riesgos. De lo que tengo la impresión que no debe caber duda es que una política sistemática de baja de riesgos es esencial como cimiento de una estrategia de desarrollo agropecuario, económico y social. Tanto a nivel macro, desde la institucionalidad como de lo micro, desde el riego y el agua, y las decisiones sobre las rotaciones agrícolas y las estrategias de dar sombra al ganado, pasando por tantas más. El viejo orden mundial se ha ido y hay que oponer al nuevo desorden mundial, todo el orden posible a nivel predial.