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    ¿Estamos preparados para el futuro?

    Imaginarse el futuro siempre es desafiante, y desde el Uruguay lo es más, porque en estas tierras nada pasa rápido, sino que todo toma mucho más tiempo. Me voy a enfocar en la agricultura, sobre cómo me imagino el futuro y dónde están las áreas en que tenemos que pisar el acelerador a fondo para no darnos de nuevo con las mismas piedras.

    Empecemos por una obviedad: la soja sigue siendo el principal cultivo de Uruguay y lo será por mucho tiempo. A diferencia de lo que pasa en Brasil o en Estados Unidos, donde hay una tendencia creciente de largo plazo en los rendimientos, en Uruguay esa trayectoria es menos clara.

    Nos cuesta mucho estabilizar rindes altos o crecientes y en eso somos muy parecidos a nuestros hermanos argentinos. En 20 años apenas si aumentan los rindes promedio de soja.

    A diferencia de los vecinos del otro lado del río, en nuestro caso los picos y valles de producción son mucho más marcados. Otro factor no menor es la evolución del área sembrada. Argentina oscila entre 12,6 millones y 19 millones de hectáreas; Brasil, en tanto, pasa de 18 millones a 47 millones (y creciendo), y Estados Unidos de 29 millones a 34 millones de hectáreas. Sin embargo, Uruguay desde el pico de 2014 nunca superó 1,4 millones de hectáreas.

    Y no es que no sepamos lo que tenemos que hacer desde el punto de vista productivo. En Uruguay la tecnología disponible es de punta­. Tenemos la maquinaria de última generación, la genética que se aplica es excelente y nuestros agricultores y técnicos conocen bien los cultivos.

    Creo que sería más que relevante que la academia nos ilustrara, para nuestras condiciones, cuánto contribuye cada factor al rendimiento final. No se trata de buscar culpables, sino de encontrar insumos para mejorar. Sospecho que le echamos la culpa con demasiada liviandad al clima, pero no es el principal responsable de nuestros dolores productivos. Ese es el primer insumo para saber cuál es el enemigo al que tenemos que atacar, y luego elegir las herramientas.

    Naturalmente, no es un fenómeno de causa única sino multifactorial. La agricultura con su uso intensivo del suelo provoca externalidades que no siempre son positivas. Esto también lo sabe de sobra la agronomía y el agricultor. Pero las herramientas para manejar a largo plazo este factor no siempre tienen la preponderancia que debieran tener.

    Otro factor fundamental es aprender que las dinámicas de los mercados y de los precios están en constante evolución, y que es relevante no solo saber manejarlas sino tener los medios para hacerlo. Y en esto fallamos miserablemente, dejando pasar oportunidades que pueden no volver, y que nos juegan muy en contra.

    La agricultura es como un campeonato de fútbol. Cuando por cualquier circunstancia el rival nos da la oportunidad, no hay que dejarla pasar, hay que capitalizar esos momentos. Nos conformamos con la venta forward de un pequeño porcentaje de la producción cuando en varios cultivos tenemos la opción de fijar nuestro rinde potencial, ¿por qué no hacerlo?

    Hay temores infundados, que no vienen más que de nuestros fantasmas, más que del análisis de los datos crudos. Si el problema fuera que tengo miedo de no lograr sembrar o no llegar al rendimiento promedio, debería demandar soluciones a la industria financiera y aseguradora para tener los mecanismos que me permitan “desengancharme” de una posición que excede mi producción. Nos falta mucha creatividad y nos limitamos a que otros nos resuelvan los problemas.

    Tenemos que entender que el mundo cambió y que somos muy lentos en adaptarnos a los cambios. No reaccionar rápido implica resignarse a que otros pongan la música y que tengamos que bailar con lo que nos toca.

    A esta dinámica hay que agregarle que los problemas estructurales del agro uruguayo (costos altos, atraso cambiario, oferta limitada de instrumentos de cobertura sea por sus prestaciones, por sus costos o por su oportunidad de uso) solo suman dolores que al final del día se traducen en endeudamiento creciente. La apuesta es a que el futuro nos resuelva mágicamente los problemas.

    Dentro de esos cambios la dinámica de precios es especialmente preocupante, porque el mundo se acostumbró a stocks más bajos entre campaña y campaña, y los ajustes de precios nos dejan muchas veces con un rojo asegurado en el balance de la empresa.

    Para mí, es incomprensible cómo­ un tema tan sensible no sea una máxima prioridad para las autoridades nacionales y todo el espectro político nacional. Es sintomático de una cultura profundamente arraigada en nuestro ADN.

    Brasil crece en su producción de soja al ritmo de un Uruguay por año, y tiene un enorme potencial por delante. Argentina, si se logra ordenar, también tiene un horizonte de crecimiento importante. El mundo no siempre tiene la capacidad de crecer en la demanda tan rápido, recuerden que los años de precios malos suelen ser por shocks de oferta más que de la demanda.

    Las soluciones a nuestros dolores no necesariamente tienen que venir de un sabio extranjero que nos diga mágicamente qué hacer, sino que tenemos que trabajar en lograr consensos mínimos sobre qué instrumentos se adaptan mejor a nuestra realidad.

    En eso tenemos muchos casos de éxito y de soluciones que van en el sentido correcto de las cosas. Pero hay que tener coraje de, al menos, hacer la prueba y tener los mecanismos necesarios para llevarlos adelante.

    * El autor es doctor en Gestión Agro Industrial, docente de la Universidad­ de Montevideo, asesor en comercialización de granos y coberturas de precios.