Uruguay se debe una reflexión. El Cono Sur más Brasil viene mostrando un rol creciente como proveedor de proteína animal al mundo. La población de estos países, unos 300 millones, representa el 3,5% de la población mundial, pero producen 40 millones de toneladas de proteína animal, un 13% de la producción mundial.
Para las tres principales producciones, la participación en el comercio global es bastante mayor que la participación en la producción, lo que marca claramente el rol como excedentario y proveedor consolidado de proteína animal.
La evolución de las ventas de proteína animal es creciente, como se observa en la evolución 2019-2023 (ver gráfico), con un crecimiento anual del 5%.
Es cierto que Brasil es quien muestra mayor dinamismo y condiciona los datos, pero todos los países contribuyen, y cada uno aprovecha sus particularidades agroecológicas y sus ventajas competitivas.
Chile es un caso de éxito. Con condiciones agroecológicas de menor potencial que los demás, ha logrado presencia como exportador de las cuatro carnes principales: bovina, ovina, porcina y aviar.
En el caso de las carnes porcina y aviar, lo ha hecho en base a la importación de los granos con una mínima participación de granos propia. Otro factor clave de su éxito es la excelente calidad de acceso a mercados, alcanzando a los de mayor valor y sumando acuerdos comerciales modernos que impulsan el comercio.
Se podría repasar los éxitos y los pendientes de cada país, pero ello excede el espacio de esta columna. Por ello, pondremos atención en nuestro país.
Uruguay concentra en la carne bovina el 95% de sus exportaciones de proteína animal, la carne ovina el 4,6 % y la carne aviar 0,4%. Es el único país que no exporta carne de cerdo y es, por lejos, el país que exporta menos carne aviar.
Uruguay ha sido muy exitoso en el desarrollo de la carne bovina. Este éxito se construyó paso a paso desde que se comenzó a explotar el ganado para el cuero en el siglo XVII. La producción siempre fue excedentaria y se volcó a atender la demanda externa. Desde la segunda parte del siglo XIX se dieron importantes innovaciones e inversiones por parte del sector privado, en la fase primaria y en la industrial, que consolidan este rol exportador para la carne.
A lo largo del siglo XX, y de forma continua hasta hoy, el Estado fue creando potentes bienes públicos, que permitieron capitalizar las ventajas agroecológicas del país y sumar ventajas competitivas que han pasado a ser parte de la marca país, como el estatus sanitario, el acceso a los mercados más exigentes, el respeto a la autoridad sanitaria, la trazabilidad y la investigación.
El gran desarrollo de exportaciones de carne bovina desde los años 90 no ha sido acompañado por las otras carnes.
En carne ovina, de 1991 al 2000 se exportaban 17.000 toneladas anuales, cifra similar al período 2011-2020, a pesar de la baja del rodeo de 20 millones a menos de 7 millones de cabezas en el mismo período. Esta caída de existencias no parece haberse detenido, y es de suponer que en algún momento comenzará a impactar sobre el volumen exportado. El Uruguay no ha encontrado el camino para revertir esto.
En la carne porcina las exportaciones han sido prácticamente inexistentes, con la la peculiar situación que desde los años 90 la faena habilitada se ha mantenido entre 160.000 y 170.000 cabezas anuales, en tanto el consumo per cápita se triplicó, demanda que ha sido atendida por carne porcina importada.
Recientemente se instaló una inversión extranjera asociada a capitales nacionales, que busca modernizar y profesionalizar la producción de cerdos. Dada la muy pobre situación de acceso a mercados para la carne porcina, es de presumir que este proyecto buscará crecer en el mercado local en una primera etapa.
La carne aviar ha estado orientada casi exclusivamente al consumo local, aunque desde mediados de la década de los 90 ha procurado tener presencia en el exterior. Sin embargo, salvo un período breve desde 2008 a 2015, cuando se alcanzó el récord de 15.000 toneladas exportadas, no ha logrado consolidar una corriente exportadora para sostener un crecimiento fuerte de la producción. Sin embargo, mantuvo su posición en el mercado local, acompañando el crecimiento del consumo con incrementos de producción.
Cada subsector tiene sus propias causas, que explican su distancia con el desarrollo exportador de la carne bovina. Uruguay debe aprovechar la gran experiencia y éxito logrado en la carne bovina para transferirlas a los demás sectores. Sin embargo, no se puede aplicar el mismo modelo ante realidades, debilidades, fortalezas y trayectorias muy diferentes.
La ganadería bovina capitalizó bienes públicos construidos durante muchos años, donde se generaron recursos humanos capacitados, procedimientos estandarizados, servicios de laboratorio, sistemas de control y auditoría, y un proceso de aprendizaje acumulativo, y todo requirió fuertes inversiones durante décadas. Es importante inventariar el estado de desarrollo de estos bienes públicos para los demás subsectores y diseñar el proceso para darles el desarrollo necesario.
A nivel de los actores privados también es necesario conocer las brechas de calidad de sus infraestructuras, de niveles de gestión de procesos y dimensionar las inversiones que se requieren para capitalizar los bienes públicos a medida que estos se mejoran.
No menos importante es reconocer que el desarrollo de negocios en el exterior será muy diferente al de la carne bovina, más enfocado a nichos o al desarrollo de negocios especiales, y esto deberá apoyarse desde la institucionalidad.
Hay una gran oportunidad para Uruguay. Hace apenas 15 años contamos con granos propios para desarrollar la producción de aves y cerdos. La convicción que hay en todos los actores políticos sobre la necesidad de desarrollar el riego impulsará la producción de maíz, permitiendo depender menos de los países vecinos para completar las necesidades anuales. La producción de proteína animal genera sinergias en todo el sector agropecuario.
La articulación entre el sector público y privado para definir la hoja de ruta particular de cada subsector es urgente e imprescindible.
Argentina fue conocida como “el granero del mundo” y hoy lo es toda la región. Esto alienta a pensar en el país como parte de una región que será considerada “el productor de proteína animal para el mundo”.
* El autor es ingeniero agrónomo, asesor privado y director ejecutivo de Cupra; fue presidente del INAC y se desempeñó en cargos gerenciales de diferentes agroindustrias en Uruguay y Argentina.