N° 1967 - 03 al 09 de Mayo de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEstos días todo puede ser acoso, todo tiene el punto de vista del género y cualquier gesto o chiste puede ser malinterpretado. Hay quienes manifiestan cierto hastío, pero si bien estamos en un momento de caos, hay muchas reivindicaciones cruzadas y por momentos los temas se politizan, el #Metoo sigue destapando ollas. Ahora alcanzó a una institución de prestigio: la Academia que entrega el Premio Nobel de Literatura.
El escándalo empezó en noviembre cuando la periodista Matilda Gustavsson, de 31 años, que trabaja para el Dagens Nyheter (DN), el diario más importante de Suecia, publicó una nota en la que 18 mujeres acusaban a Jean-Claude Arnault, un hombre de mucho peso en Suecia, miembro de la elite cultural, de acoso sexual e intentos de violación.
En el artículo se refiere a él como “el Weinstein sueco”. En estos meses, la información ha ido en aumento. La Academia, que tiene la tradición de ser misteriosa y discreta, tuvo que reconocer que en el pasado hubo filtraciones en los nombres de al menos siete ganadores del Nobel. Contrató abogados para revisar movimientos de sus fondos y la semana pasada anunció que probablemente no se otorgue el premio este año.
El dramaturgo y fotógrafo en cuestión, de 71 años, está casado con la escritora Katarina Frostenson —integrante de la Academia— y juntos dirigen Forum, un centro cultural que la Academia ha subsidiado. Aparentemente, es muy chic el lugar en Estocolmo y funcionaba como el “living” de la Academia. En realidad, a él se lo consideraba un miembro más, aunque no fuera oficial. Las situaciones de acoso —del tipo meter una mano en plena fiesta a una mujer— fueron en el Forum y en propiedades que tiene la Academia, como un lujoso apartamento en París o en Estocolmo. Típicamente, en las fiestas solía tocar el trasero a una escritora o poeta y decirle que él la podía ayudar en su carrera. Hay que leer las acusaciones de las 18 mujeres: las obligaba a practicarle sexo oral y se ponía violento si se negaban. Siempre había mujeres jóvenes trabajando allí y contaron a la periodista del DN que todo era muy inseguro. Las reuniones de trabajo se convertían en citas y Arnault esperaba tener sexo con ellas después. A una la llamó “puta” delante de otras personas. Incluso, en una recepción en 2006, se propasó con la princesa Victoria de Suecia. Una ayudante tuvo que alejarlo de la monarca.
Un primer informe reveló que Arnault había filtrado el nombre del ganador del Nobel en siete ocasiones, incluyendo el año que fue para Bob Dylan. En teoría, el Nobel es uno de los secretos mejor guardados del mundo. En sus reuniones deliberativas nombran a los autores en clave, con nombres falsos, y recién después de 50 años esas actas se hacen públicas.
La Academia tiene 18 miembros. La fractura hoy es grande. Renunció la mujer del supuesto acosador y también la secretaria permanente, la autoridad máxima, Sara Danius. Hay ocho de los 18 miembros que ya no son parte. Por tanto, no hay quórum. Los estatutos establecen que los integrantes no pueden renunciar; son cargos vitalicios. Esto obligó al rey Carlos Gustavo de Suecia —protector de la institución— a intervenir y anunciar que se van a cambiar los estatutos, que datan de 1786.
También en la cadena de renuncias se mezclaron cuestiones de género. En parte se considera que forzaron la ida de Sara Danius, que fue la primera mujer en estar al frente de la institución en su historia. En apoyo a ella, estos días cientos de personas se manifestaron en la plaza frente a la Academia. Ella suele llevar una blusa anudada, como la que usaba Margaret Thatcher, y en apoyo a ella ministras llevaron esas blusas y varios hombres del gabinete se anudaron bufandas al modo de Danius. Las personas que fueron a la plaza también se ataron pañuelos al modo de ella.
Los literatos, periodistas y lectores ya están lamentando que quizá no haya un premiado este año. Como dijo Mario Vargas Llosa, ganador del Nobel en 2010, este es un asunto local, pero el premio no lo es: “El escándalo no debería afectar a una institución que siempre ha gozado de un respeto y una audiencia universales. Han servido para reconocer la importancia de científicos fundamentales para la Humanidad y para hacer que la gente leyera a autores que no conoceríamos si no fuera por los premios”.
La Academia, que fue considerada el súmmum de la cultura occidental y en 232 años casi nunca ha sido noticia por sí misma, entrega el premio desde 1901. Salvo por las guerras y algún hecho excepcional, nunca dejó de entregarse. Gracias a la periodista que hizo la investigación, a las mujeres que se animaron a hablar y a las académicas que quisieron dejar de tapar asuntos oscuros perderemos un premio, pero quizás ganaremos una batalla.