Posteriormente desarrollamos el proyecto Altamira Libertad, y actualmente estamos retomando el enfoque en vivienda promovida.
Fabio Tombion
Fabio Tombion, director de Grupo Altamira.
—¿Qué distingue a los proyectos de Grupo Altamira?
—Nuestro mayor diferencial está en la calidad. Venimos con más de 40 años de experiencia constructiva, y aprendimos que las soluciones rápidas rara vez funcionan a largo plazo. La vivienda no debe pensarse para cinco años, sino para 40 o 50.
Apostamos por materiales duraderos y buen diseño, aunque eso implique ir contra ciertas modas pasajeras. Eso se ve, por ejemplo, en nuestras fachadas, en las cuales usamos principalmente materiales nobles como hormigón visto y mármol, que prácticamente no necesitan mantenimiento, incluso a lo largo de décadas.
—¿Cómo es la metodología de trabajo?
—En un inicio, nos encargábamos del desarrollo, del diseño junto a la arquitecta María Elsa Magnano y también de parte de la comercialización, en colaboración con inmobiliarias locales. Incluso gestionábamos los edificios durante los primeros años, para garantizar que se mantuvieran los estándares de calidad que buscamos ofrecer.
Con el tiempo, entendimos la importancia de adaptarnos a la idiosincrasia local. Por eso comenzamos a trabajar con estudios locales, especialmente con LGD, con el que compartimos una visión y consideramos uno de los referentes en la zona.
Altamira socio
Luis Ricardo Guareschi, socio fundador de Grupo Altamira.
—¿A qué se refiere con idiosincrasia uruguaya?
—Cada zona tiene su propia identidad. Aunque no soy uruguayo, llevo más de 12 años en el país, y algo que me llamó la atención desde el inicio fue el fuerte sentido de pertenencia territorial: quienes nacen en una zona tienden a permanecer en ella.
Lo vimos en proyectos anteriores —como en el Prado, La Blanqueada, Pocitos o Malvín—, donde la mayoría de los compradores eran vecinos del propio barrio. Cada zona tiene sus particularidades, no solo en cuanto al perfil del cliente, sino también en cuanto a la estética, los espacios y las expectativas. Por ejemplo, en La Blanqueada se busca algo más funcional o industrial, mientras que en Pocitos predomina un gusto más clásico.
A eso se suma la diferencia cultural en cuanto al diseño: el mercado local tiene una impronta más europea, mientras que nosotros venimos con una influencia más americana, donde los espacios tienden a ser distintos. Entender y adaptarse a esa visión del cliente local es un desafío clave para nosotros, y justamente ahí es donde enfocamos gran parte de nuestro trabajo.
Una de nuestras principales preocupaciones es que quien viva en uno de nuestros desarrollos tenga la mejor experiencia posible. Para lograrlo, entendimos que no se trata de imponer lo que queremos, sino de interpretar y adaptarnos a lo que busca cada cliente. Y eso, muchas veces, no es sencillo. Por eso decidimos apoyarnos en equipos que comprendan profundamente la idiosincrasia local. Esa estrategia ha dado muy buenos resultados.
Socio fundador Altamira
Juan Marcos Guareschi, socio fundador de Altamira.
—¿Qué factores clave consideran al seleccionar una nueva ubicación para desarrollar?
—En cada proyecto buscamos algo que lo haga distinto. Un punto clave para nosotros es la orientación al sol. Viniendo del Caribe, donde se evita el sol, me sorprendió cómo en Uruguay se lo valora tanto. Acá el sol es vida, y eso define decisiones. Preferimos orientaciones norte o noroeste, y hemos descartado terrenos por no tenerlas.
También evitamos padrones convencionales. Buscamos terrenos que nos permitan aprovechar mejor la luz y la ventilación. En La Blanqueada, por ejemplo, elegimos construir sobre una avenida amplia; en el proyecto de Libertad, conseguimos una medianera con vista noroeste, algo poco común en zonas densas como Pocitos. En Tres Cruces, apuntamos a un terreno con 40 metros de frente, que nos da libertad para diseñar algo realmente diferente. Sabemos que no siempre es fácil encontrar estos terrenos, y menos que sean viables económicamente. Pero cuando aparecen, los aprovechamos.
—¿Apuntan más al usuario final o al inversor?
—Es un tema interesante, porque a veces no se trata de lo que uno quiere, sino de cómo funciona el mercado. En Uruguay, lo habitual es que al menos el 50% de las unidades terminen en manos de inversores. Es el estándar.
Personalmente, me encanta cuando alguien compra para vivir. No tengo nada en contra del inversor —la rentabilidad es parte del negocio y es totalmente válida—, pero es distinto cuando alguien elige tu producto como su proyecto de vida. Ahí es donde realmente sentimos que el edificio tiene vida, que lo que hicimos va a ser vivido, disfrutado. Eso genera una conexión diferente.
—¿Cuál ha sido el proyecto más emblemático de la desarrolladora?
—Uno de nuestros proyectos más emblemáticos está en la rambla, en un terreno con triple frente que estuvo mucho tiempo abandonado. Su orientación al oeste y las vistas lo hacen único. Gracias a la inmobiliaria Foti, que nos presentó a los propietarios, decidimos hacer un proyecto de alta calidad, que reflejara nuestra experiencia internacional.
Quisimos que sea un edificio clásico y duradero, con materiales nobles, como mármol importado, y técnicas tradicionales de construcción que aseguran calidad y permanencia. Además, incorporamos obras de dos artistas uruguayos, Gustavo Genta y Mane Gurméndez, que reflejan la historia y el espíritu del barrio Malvín, especialmente de la isla de las Gaviotas, lo que aportó identidad y alma al edificio.
—¿Qué rol juegan los amenities en la propuesta de valor de sus proyectos?
—En el caso de Malvín, decidimos minimizar los amenities, ofreciendo solo un buen salón de usos múltiples que pueda usarse como espacio común en cualquier momento del día, incluso como coliving. No incluimos gimnasio ni piscina, para priorizar que los apartamentos sean lo más amplios posibles y buscando que la gente realmente viva ahí.
En proyectos más grandes sí dedicamos más atención a los amenities, pero siempre damos prioridad al espacio y calidad de los apartamentos.
—¿Qué podemos esperar de Grupo Altamira en los próximos años?
—Hoy estamos apostando mucho más fuerte al país que en años anteriores. Aunque seguimos con proyectos en el exterior, el crecimiento en Uruguay es sensato y estable, algo que valoramos mucho.
Históricamente fuimos discretos en comunicación —ahora nos apoyamos en Publicis impetu— y trabajábamos uno o dos proyectos a la vez. Ahora decidimos apostar al 100%, con casi cuatro desarrollos en simultáneo. Para nosotros, eso es crecer.