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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn su XXX edición, el Círculo de Montevideo reunió en Montevideo a expresidentes, académicos y referentes políticos de la región para reflexionar sobre la situación actual de las democracias representativas y los desafíos que enfrentan en un contexto de aceleración tecnológica, fragmentación social y pérdida de confianza ciudadana.
Los participantes coincidieron en que el modelo representativo tradicional, diseñado en el siglo XX para mediar entre la sociedad y el poder a través de los partidos políticos, se encuentra en un punto de inflexión. La irrupción de la era digital ha modificado las formas de comunicación, movilización y participación política, desplazando el rol mediador de los partidos por una autorrepresentación inmediata a través de redes sociales y plataformas digitales. Esa transformación, que parecía democratizar la voz ciudadana, ha derivado, según se señaló, en una hiperfragmentación del espacio público, el debilitamiento de los consensos y una creciente polarización emocional.
El fenómeno no es nuevo, pero se profundiza. “Las democracias no colapsan de un día para otro, se afirmó; se deterioran lentamente, pierden eficacia, credibilidad y capacidad de respuesta”. Los síntomas son visibles: desconfianza en los partidos, crisis de liderazgo, populismos de nuevo cuño y regímenes híbridos que combinan legitimidad electoral con prácticas autoritarias.
El populismo digital, que se alimenta de la inmediatez y la indignación, reemplaza la deliberación racional por la reacción impulsiva. En este contexto, la gobernabilidad se vuelve más frágil y las instituciones pierden capacidad de arbitraje. El desafío, señalaron varios asistentes, es redefinir la legitimidad política en tiempos en los que el poder se mide más por influencia y visibilidad que por representación y resultados.
En paralelo, la globalización continúa generando tensiones entre interdependencia y soberanía. La ausencia de acuerdos regionales sólidos, en materia de energía, inteligencia artificial, transporte o telecomunicaciones, limita la capacidad de América Latina de actuar como bloque en los foros globales. “Sin integración efectiva, nuestros países negocian desde la periferia”, advirtió un participante.
El análisis latinoamericano ocupó un lugar central. La seguridad pública fue identificada como la principal preocupación ciudadana, junto con la desigualdad persistente y la corrupción. La expansión de las megalópolis, la informalidad económica y el poder creciente del narcotráfico conforman un escenario que erosiona la autoridad estatal y profundiza la sensación de vulnerabilidad. En palabras de un conferencista, “sin seguridad, no hay ley; y sin ley, no hay democracia”.
A la dimensión institucional se suma una crisis ética: la exigencia de transparencia y decencia pública, como recordó la alusión a Maquiavelo, sigue siendo determinante para la legitimidad de los gobiernos. Los países con bajos niveles de corrupción son, a la vez, los que exhiben mayor confianza en sus sistemas democráticos.
A casi tres décadas de su creación, el Círculo de Montevideo, fundado por Julio María Sanguinetti, mantiene su papel como espacio de reflexión sobre los dilemas contemporáneos del poder y la gobernabilidad. En esta edición, el diagnóstico fue compartido: la democracia necesita actualizarse para sobrevivir. No basta con preservar sus rituales formales; se requiere recuperar su sentido, eficacia y legitimidad en una sociedad que cambia más rápido que las instituciones que la representan.
Dra. Marcela Pérez Pascual