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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLe escribo para celebrar con entusiasmo lo vivido en la Casa del Partido Colorado con ocasión del Día del Patrimonio y para subrayar lo que, a mi juicio, ha sido una operación simbólica y política de significado profundo, bajo la nueva impronta del Dr. Andrés Ojeda como secretario general del partido.
Los días 4 y 5 de octubre, la Casa del Partido Colorado —esa morada histórica de ideas, debates y memoria partidaria— abrió sus puertas con renovado brío: se presentó como espacio interactivo, se dispusieron tótems informativos, recorridos museográficos y experiencias inmersivas que tradujeron en acciones concretas lo que muchas veces se queda en meras evocaciones. En realidad, este símbolo de apertura no es trivial: habla de voluntad de estar a la vista, de invitar al diálogo, de transformar muros en puertas.
Que esta iniciativa sea señalada como parte de los 30 años del Día del Patrimonio no es un dato pequeño: implica reconocer una continuidad, pero también un punto de quiebre, un momento para actualizar la manera en que la memoria se comunica y se hace vivible.
Pero, más allá de lo museográfico, lo que dio verdadero cuerpo al mensaje fue la sublime charla titulada “Los bicentenarios”, a cargo del Prof. Diego Delgrossi y del expresidente Julio María Sanguinetti. Fue un doble homenaje: a la historia nacional en sus dos siglos y a la tradición intelectual del colorado que sigue comprometiéndose con la reflexión, incluso cuando ese espacio es menos masivo que la arena política urgente.
Esa charla no fue mera glosa conmemorativa. Fue un intento de articular pasado y futuro: reivindicar aquello que nos hizo, sin idealizarlo, y proyectar una narrativa que interpela al presente. En momentos en que el discurso rutinario tiende a la retórica fácil o al oportunismo fragmentario, se agradece que haya dirigentes capaces de ofrecer una mirada amplia, de hablar del Uruguay como problema colectivo, como tarea, más allá de siglas inmediatas.
La combinación de esfuerzo institucional (casa abierta, tecnología, recorridos) con rigor intelectual (la disertación de Delgrossi y Sanguinetti) es un ejemplo positivo de cómo los partidos pueden renovarse sin traicionarse. Aquí cabe señalar que no basta con “refrescar la imagen”: hay que asumir que las generaciones nuevas exigen sentidos, contenido, coherencia, y valoran más los gestos que los eslóganes.
No obstante, como toda inauguración simbólica, también alberga desafíos: ¿será esto un evento efímero o germen de una política cultural sostenida? ¿Se mantendrá esa casa viva fuera de fechas conmemorativas? ¿Podrá ese patrimonio material y simbólico dialogar con quienes se sienten distantes o escépticos del Partido Colorado? El riesgo está en que quede como ritual estético para el círculo propio, sin fuerza de irradiación hacia el conjunto de la ciudadanía.
Pero no me cabe duda de que el equipo de funcionarios de la casa, bajo la dirección del Dr. Andrés Ojeda, ha enviado una señal diferente: que el uso partidario del patrimonio no debe ser estático ni ajeno al tiempo. Esa impronta es valiosa: mostrar que el colorado no vive solo de recuerdos, sino de interpretarlos y traducirlos en estímulo para la acción. En este sentido, la casa no es un museo al uso, sino un punto de partida.
Que “Los bicentenarios” haya sido la charla central también merece una lectura simbólica: no olvidar que nuestro país ya supera largamente los 200 años de vida política; que en esa continuidad no todo fue lineal ni perfecto, pero que ese legado exige asumirse con humildad y creatividad. Y quienes lo asumieron fueron dos figuras representativas: Delgrossi, con su mirada pedagógica y penetrante sobre cultura, humor e historia; Sanguinetti, con su experiencia y su vocación por el legado institucional.
En tiempos donde lo efímero rige la escena pública, celebrar el patrimonio —no como nostalgia, sino como estímulo para pensar colectivamente— es un gesto de audacia. Y hacerlo bien, como lo hizo la Casa del Partido Colorado este fin de semana, es sembrar una semilla que puede crecer más allá del momento.
Ojalá esta experiencia se perpetúe y crezca, con conferencias, encuentros ciudadanos, investigaciones, archivos vivos, recorridos virtuales, vinculaciones con escuelas y espacios sociales. Que la Casa del Partido Colorado no sea solo pórtico para el Día del Patrimonio, sino eslabón permanente en la conversación nacional.
Matías Guillama Vidal