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El título de la carta es una secuela de la columna de Andrés Danza de la semana pasada: “Llegamos tarde”. Como suele suceder con los columnistas de Búsqueda, hacen pensar, reflexionar y dudar. Incentivan.
Primera conclusión: tiene razón, llegamos tarde. La cuestión es si la tardanza aplica solo a lo que refiere Danza —atentado a la fiscal Ferrero y todas sus connotaciones— o si es más generalizada. Entiendo que hay pruebas abrumadoras; nuestra impuntualidad abarca la mayoría de las actividades nacionales, id est, seguridad, educación, salud, ciencia, tecnología e innovación, gobernanza en el territorio y un sinnúmero de otras áreas.
Segunda conclusión: ¿es una cuestión de ahora, del año pasado, del quinquenio anterior o van décadas de “llegamos tarde”? Doy por bueno que son décadas. Somos impuntuales. Y lo peor, lo aceptamos y naturalizamos. El tema es inherente a nuestra cultura e idiosincrasia. Somos irrespetuosos con los tiempos ajenos. Una falla ética.
Tercera conclusión: estamos blindados a las críticas, vengan estas de nuestro entorno o del exterior. Por una razón muy simple, a las críticas les anteponemos nuestras virtudes —que las tenemos— pero las exacerbamos y no cuestionamos. Si algo no nos gusta o incomoda, recurrimos al Negro Jefe: “Los de afuera son de palo”. Y ni pensemos en la autocrítica, a esa la postergamos, le echamos hipoclorito y luego perfume y letra chica.
Cuarta conclusión: lo de Perogrullo, la típica que todo lo explica: los políticos y la política. Lo cual condice con la archiconocida condición de republicanismo y democracia que nos caracteriza. Así podemos recurrir “racionalmente” a las herencias malditas, las izquierdas y derechas, los progresistas o conservadores, los oficialismos u oposiciones. Animales dialécticos ad infinitum y ad hominem. No damos la talla.
Quinta conclusión: valoramos en exceso la capacidad de disentir y mantenernos en “nuestros trece”, mientras omitimos olímpicamente la necesidad y conveniencia de lograr consensos, en los que cada uno gana y pierde lo que el otro pierde y gana. Que, guste o disguste, es la verdadera esencia de democracia, república y nación.
Sexta conclusión: en función de lo previo, postergamos, no hacemos, no concretamos, no nos comprometemos. La uruguayez en su máximo esplendor: mucho discurso, escasa acción, poquísima concreción.
Séptima conclusión: llegamos tarde o, directamente, no llegamos.
Pero ¿es tan así? Diría que no.
La secuencia previa tiene un sesgo que contamina todo el proceso cognitivo. La clave radica en la cuarta conclusión, la que inculpa a la política y los políticos.
Inculpar a la política y los politicos en una democracia que se nos endilga como “plena” por The Economist —y de ello hacemos caudal— es un error que cuesta carísimo.
Que nosotros —ciudadanos que no somos políticos profesionales— les atribuyamos la responsabilidad a nuestros representantes, no nos exculpa. Más bien nos inculpa. Somos todos corresponsables. Y si alguna duda queda, un factor lo corrobora. Que haga más de medio siglo que llegamos tarde a lo que hace al desarrollo y el crecimiento del país —léase los uruguayos— es la prueba del nueve. No hay tu tía, somos nosotros —todos nosotros— los responsables irresponsables. No vale hacer trampas al solitario.
No es posible autoatribuirnos una externalidad no comprometida con la realidad cotidiana. Evocaría a los conocidos que dicen “yo que tú o ustedes, haría tal o cual cosa”. A veces irritan.
La columna de Danza trata un tema-problema de actualidad. Buena ocasión para ampliar la perspectiva. Hace pensar, dudar e induce a insistir en lo que cada uno tiene in mente pero lo postergamos. No hacemos, no concretamos, no nos comprometemos. Lo que plantea se centra en la seguridad, pero es traspolable a toda la realidad cotidiana nacional. En todo el territorio. La de todos nosotros.
Ello exige reflexionar a fondo lo que hace falta para abordar el futuro. Es el dilema de la suma de las partes que analizaron los griegos hace dos milenios: ¿Qué es más, la suma lineal simple de unidades aisladas o la suma compleja del conjunto sistematizado de todas ellas? Los uruguayos solemos optar erróneamente por la primera, pero Uruguay necesita a gritos la segunda.
El tema es vital. Hace años Búsqueda y otros medios exponen semanalmente temas y problemas de Uruguay. Bien ahí. Ya hay vasta —vastísima— experiencia que suena bien, pero las semillas sembradas al voleo ni por asomo enraízan, brotan, crecen, desarrollan y —al fin— dan frutos. Tiramos semillas certificadas en terrenos expoliados, sin aguas, sin nutrientes y sin cuidados. Dilapidamos esfuerzos. Un absurdo.
Hay una inmensidad entre lo que se plantea, se desea, se dice o legisla y lo que se logra. Para colmo, somos los mejores del barrio continental, lo que nos da ínfulas de ser los mejores de la clase.
Claro, no aclaramos que la clase es la de los repetidores, rezagados o retrasados. Nos hemos constituido en una nación autocomplaciente; nos miramos el ombligo y evitamos el horizonte. Todos ven “su” realidad e interés, y eso deriva en dejar a todos más o menos contentos con base en el descontento generalizado. En los tiempos que corren, implica llegar últimos en la maratón del crecimiento y el desarrollo global.
¿Sobre qué Estado y con cuál estructura y organización política nacional tendrá que lidiar e integrarse la futura actividad ciudadana en las próximas décadas? No lo sabemos; nos falta recabar data. Nos falta método. Nos falta voluntad. Nos falta decisión. Nos falta compromiso.
Si se releva la secuencia de columnas, editoriales, mesas, entrevistas e informes de Búsqueda y otros medios en las últimas décadas, se constata que Uruguay tiene faltas y fallas detectadas que frenan el crecimiento y el desarrollo nacional. Pero no se sistematiza; son cabos sueltos que cuesta integrar. Cada nene con su trompo. ¿O con su trampa?
Necesitamos sintetizar un capítulo de la posible historia nacional de los últimos 50 años. Que aporten un punto de partida básico e imprescindible para encarar las décadas por venir. Romper la tendencia, que no debe ser nuestro destino. Este es un punto clave. Uruguay requiere aggiornarse de forma radical, para comenzar a obtener data fiable, la que hoy falta y facilita la anomia e inacción que nos caracteriza.
Esperar que ello provenga de la politica partidaria, que dice mucho y hace poco, nos hace crédulos, ingenuos, cómplices o hipócritas. Hay que ir por otro lado. Y eso se llama solicitud de información pública vía el ciudadano en comunidad. Hacerlo de forma coordinada y sistematizada. Ya no vale quejarse de que no hay información, hay que arremangarse y solicitarla. Basta de apariencias, vayamos a la esencia. Si no, seremos cómplices.
Lo previo lleva a otra cuestión: la comunidad. Que por supuesto tendría que ser amplia en talante, actitud y capacidad convocante. Objetivos comunes, interés general.
Ahora bien, para seguir soñando, el ideal es tener referencias. Demos por bueno que se aspiraría a la excelencia para lograr lo óptimo posible. Difícil para sagitario en Uruguay y en el continente. Podría considerarse a Chile y Costa Rica, pero no alcanza.
Hay que ir a más. Uruguay tiene y mantiene valores, principios e historia. Hay que salir de Latinoamérica. Ir a los top ten con los cuales tengamos similitudes cuali y cuantitativas para hablar de igual a igual, en modo win-win equilibrado. Debemos romper varios minitechos de cristal. El problema no es el Uruguay, somos los uruguayos. Pretender cambiar al país sin cambiar nosotros es un despropósito.
En Uruguay es frecuente —al hablar de cambiar— que se mencionen varios países que se entienden asimilables al nuestro. Se cometen varios errores. Singapur, Corea del Sur, Israel, Catar y otros no son ni pueden ser referencias prácticas. Entre otras razones, por la densidad poblacional en territorios pequeños asimilables a Uruguay. Otros, como Portugal, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Dinamarca, Suecia o Finlandia, son más aplicables, pero nos exceden en historia y otras yerbas.
Hay dos países que, en lo personal, considero ideales para tenerlos como referencia. Nueva Zelanda y Estonia. Con Estonia, Uruguay ha transcurrido 40 años sincrónicos luego de restituidas las democracias. Estonia salió de la URSS bajo una debacle económica colosal en 1991. Tomaron “riesgos” con criterio y la comunidad se comprometió. Hoy lideran. Hay un factor ético ciudadano que hoy, a nosotros, nos escasea. Pero nuestros mayores supieron tenerlo. Cuestión de tomarnos las cosas en serio.
Posibles estrategias
Problemas claves en Uruguay: se transversaliza todo, se sistematiza casi nada. No es cuestión semántica, es epistemológica y axiológica. Hace a la cultura e idiosincrasia.
No se registra data suficiente y, así, falta conocimiento integral e integrado. Se vive y convive en la ignorancia. Repetimos yerros quinquenio a quinquenio. Falta rigor cognitivo. Quedamos a mitad de camino. En seguridad, educación, salud, gobernanza, etcétera. Un auténtico “debe” en el balance nacional. Predomina en áreas no transables, que son más fáciles de inflar; venden apariencias y descartan esencias. Las trampas al solitario.
Perezosos, pretendemos arreglar todo a golpe y porrazo; grandes reformas en el papel que abordan mucho y concretan poco o nada. Se malgasta dinero y tiempo. El desatino lo pagarán hijos y nietos. Como el tango, “a la cuenta del otario que tenés, se la cargás”.
Solicitudes de información pública: desentrañar lo que se ignora. Responderán la información que tienen y dirán lo que no se registra o se tiene. Es la fortaleza de la comunidad.
Lo primero a plantear: comenzar a racionalizar. Informarse, conocernos, tener una hoja de ruta básica multifactorial; requerirá tiempo. Paso a paso, poco a poco, con criterio. Todas las grandes reformas comenzaron así. Todas fueron el sueño de algún despistado que se animó a ir contracorriente, y con tesón y persistencia lograron sumar voluntades. Tuvieron éxitos y fracasos, pero al final lograron cambiar la historia.
Planes pilotos —en territorios y períodos acotados— para desafiar, orientar y coordinar equipos multi-, inter- y transdisciplinarios. Luego, replicar y extender.
Información en áreas no transables: la clave del desafío de Uruguay. Hay derroches, se puede y debe racionalizar el gasto estatal. No es de izquierda o derecha.
¿Ir por la civil defiance de Thoreau? A la vista de la parsimonia política generalizada, sí. Hora de la comunidad organizada y comprometida. Nuestros representantes politicos han dado pruebas suficientes de incapacidad o desinterés. A los resultados me remito.
Han logrado erigirse en los más hábiles y conspicuos defensores del statu quo nacional. Poco importa si fue por omisión o comisión, lo que importa es que... llegan tarde o no llegan. Pruebas al canto. ¿Recuerdan el quinquenio de Edu21? ¡Hasta se nos habló de un libro blanco!
Porque lo otro, que nadie quiere, sería un cambio obligado y padecer una gran crisis que obligue a repensar todo desde el caos. Que podrá ser económico, político, epidémico, meteorológico... Hora de asumir riesgos y responsabilidades.
En suma: que llegamos tarde es obvio. Que estamos estancados, también. La cuestión es si queremos cambiar o no. ¿El quid? La ciudadanía que asuma su responsabilidad. Es posible.
Gonzalo Pou