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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn el año 2025 se están conmemorando aniversarios muy trascendentes para el mundo occidental y la subregión del Cono Sur. Por un lado, los 80 años de la victoria de las potencias aliadas para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, y más cercanamente la celebración en Uruguay y Brasil de los 40 años ininterrumpidos de vida democrática, un ciclo que en Argentina se había iniciado apenas un año antes.
Dos de los tres totalitarismos que asolaban Europa cayeron de manera inapelable como resultado de cruentas batallas para recuperar las libertades y la vida independiente en naciones conquistadas por el enemigo nazi. Nacía así un mundo diferente, con organizaciones internacionales pretendidamente mejores que la Sociedad de Naciones, que intentaron pavimentar el camino hacia la paz universal y el mejoramiento de las condiciones requeridas para el desarrollo posbélico de los países.
A partir de la caída del muro de Berlín aumentó el optimismo por un mundo más libre e integrado en el cual, desafortunadamente, no desaparecieron las crisis recurrentes y ciertamente se multiplicaron las hipótesis de conflicto para desafiar la aplicación efectiva del propio ius gentium.
Más allá de los festejos, el rol de Naciones Unidas viene siendo fuertemente cuestionado ante su manifiesta impotencia para solucionar conflictos y evitar enfrentamientos bélicos en el planeta. Esto incrementa la desconfianza de la opinión pública con relación a un sistema que no consigue frenar la frecuente intervención por la fuerza de naciones y ejércitos irregulares.
Tampoco aparece un grupo de países que demuestre capacidad e influencia para trabajar en conjunto con ese objetivo. Los antiguos aliados vencedores de la Segunda Guerra se asociaron en la OTAN para defender el continente europeo, hoy amenazado por la invasión rusa a Ucrania. Más preocupados por sus contingencias esas naciones miran a distancia los conflictos que no involucren sus intereses más próximos.
Visiones más escépticas como la de Robert Kaplan se preguntan si este es efectivamente un mundo basado en reglas o solo es un escenario más globalizado y en crisis permanente. Un orden mundial que Kaplan metafóricamente asocia a la inestable república alemana de Weimar, predecesora del nazismo, que, en su opinión, hoy se plantea en un espacio que es más global e interconectado.
Mientras tanto, nuestros países se congratulan por haber superado trabajosamente las guerrillas y dictaduras militares a fin de abrirle paso a un tiempo de paz que, pese a los sobresaltos derivados de las respectivas situaciones económicas, es legitimado por la participación democrática de los pueblos con alternancia en el ejercicio del poder.
El interés por este logro importante parece debilitarse ante las dificultades encaradas para alcanzar el crecimiento y el desarrollo de los países, las que no permiten disminuir las desigualdades al ritmo pretendido más allá de las mejoras económicas y las conquistas de derechos acumuladas en estas cuatro décadas.
Dentro de un mundo que es muy inmediatista, las renovadas demandas asociadas al consumismo y al confort siempre tornarán insuficiente lo alcanzado hasta el momento. Las coyunturas y sus urgencias terminan privilegiando la satisfacción de esas demandas sobre las posibles valoraciones de los fundamentos de las democracias y los esfuerzos desarrollados para su recuperación en la región.
Nuestros países no son islas, y son influidos por las ventajas y desventajas de la mundialización de la economía y de los conflictos no resueltos en lugares aparentemente lejanos, pero no totalmente ajenos a nuestras peripecias cotidianas.
Por esas razones son bienvenidos los foros de debate y pensamiento que se ocupan de analizar estos asuntos y mantener viva la confianza en las instituciones y los sistemas que los países acuerdan para garantizar la paz y la convivencia democrática. Esos valores sirven para distinguir a los países que los defienden en un concierto mundial plagado de conflictos irresueltos y de innumerables pérdidas humanas como resultado lacerante.
En los próximos días se reunirá en la capital uruguaya la Fundación Círculo de Montevideo. Durante casi 30 años sus reuniones periódicas han acompañado este proceso de consolidación democrática en la región latinoamericana, con una perspectiva nacida en la conjunción de la experiencia y el pensamiento crítico de expresidentes, dirigentes de organismos internacionales, empresarios y de otras personalidades de reconocido peso en la cultura.
Ojalá esos aportes intelectuales permeen el interés de las autoridades nacionales e internacionales responsables, y sensibilicen a los ciudadanos que por momentos pierden de vista la importancia de los fundamentos de las instituciones democráticas y los riesgos asociados a su eventual pérdida.
Carlos A. Bastón