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    La importancia de la ciencia

    Sr. director:

    A veces se adquieren conocimientos inesperados, algunos de los cuales son bastante estrafalarios, aunque muy notables. Me acaba de suceder y lo cuento.

    Hace unos 550 millones de años la evolución inventó el ano, algo que fue fundamental y trascendente. La vida lleva en la tierra unos 3.500 millones de años. Durante ese tiempo los cambios fueron muy exiguos y los seres vivos eran poco más que unas bolitas microscópicas de ADN, y poca cosa más, llamadas bacterias, las que eran incontables y vivían en los mares. En esa época pasó algo muy importante: aparecieron las medusas y otros bichos similares que tenían lo que se llama un aparato digestivo incompleto, es decir, que comían y soltaban los excrementos por un mismo agujero, algo que siguen haciendo olímpicamente en la actualidad. Entre otras cosas, esto causó que el mar fuese una especie de caldo sucio en el cual había algunas cosas que resultaban imposibles; ver, por ejemplo.

    En ese momento se produjo un salto evolutivo importantísimo. Apareció una especie de gusanito, el cual contaba con una gran innovación. Tenía dos puntitas y un cuerpo alargado en el medio (si bien su tamaño era mínimo). Este gusanito tenía la forma adecuada para separar el orificio de entrada de los alimentos (lo que luego dio origen a lo que hoy llamamos cabeza) y el orificio de salida de los excrementos, situado en la parte posterior, y un tubito que unía ambos extremos, en el cual se procesaban rudimentariamente los nutrientes.

    Este cambió llevó a dos innovaciones esenciales. Por la primera, el excremento dejó de ser una sopa turbia y asquerosa, para salir por el ano en forma de bolitas sólidas que, al ser más pesadas que el agua, se asentaron en el fondo marino. De inmediato otros bichitos llamados estromatolitos, los cuales se nutrían de la descomposición del excremento en diversas sustancias y dejaban el oxígeno que contenían las bolitas en estado libre, consiguieron con su actividad que el océano se aclarara, se volviera transparente y, en consecuencia, se hiciera habitable para nuevas formas de vida que respiraban oxígeno, como los peces primitivos, por ejemplo. El cuerpo alargado de los gusanitos dio origen a la evolución de otros bichitos llamados notocordos, los cuales presentaban una muy rudimentaria médula espinal sostenida por un esbozo de columna vertebral, algo que llevó a la evolución de los peces y subsiguientes animales más modernos.

    La segunda innovación, igualmente importante, fue que la separación de la boca y el ano y el cuerpo alargado dieron a los gusanitos una orientación (una verdadera novedad), ya que se movían en la dirección de la cabeza, y esto llevó a la aparición de tres cosas: los ojos, la nariz y las orejas, destinados a los tres sentidos aún ausentes, vista, olfato y oído. Esto les permitía percibir los obstáculos y peligros a su frente y elegir el camino más adecuado para desplazarse (seguramente el tacto y el gusto ya existían, aunque tal vez en una forma primitiva).

    Dichas características permitieron el acceso a toda la evolución posterior, que culmina en nosotros, los humanos, dotados de una novísima y maravillosa facultad: el pensamiento y su aliada, la razón, la cual nos llevó a la ciencia, gracias a la cual descubrimos todo esto.

    Lo anterior tiene dos derivaciones que me parecen importantes. Primero, constituye una lección de humildad, ya que un objeto —en este caso un orificio— que todos ocultamos en la oscuridad (salvo en la sobreexposición que sufre en el porno y otras exhibiciones similares, como el concurso brasileño que premia el mejor trasero) puede resultar algo muy valioso en la historia de la vida. Lo segundo, que la tan traída y llevada reforma educativa en Uruguay es bastante simple, aunque nada fácil: consiste en enseñar ciencia a los niños y jóvenes. No es nada fácil porque exige preparar a los docentes, la mayoría de los cuales actualmente son bastante desconocedores en este campo o no le dan la debida importancia. La ciencia ha descubierto hechos fascinantes como, por ejemplo, el origen del universo en una gran explosión llamada Big Bang, sucedida hace 13.500 millones de años; que el Universo sea comprensible, algo que asombraba al propio Einstein; que podamos entender cómo y por qué evolucionan los seres vivos y cómo su evolución está gobernada por los genes; qué es y cómo se reproduce el ADN; y otras maravillas. Además está salpicada de anécdotas muy divertidas, de las cuales cuento una.

    Michael Faraday fue un científico británico que estudió el electromagnetismo y la electroquímica, entre otras cosas, gracias a lo cual tenemos hoy los dínamos, la generación hidroeléctrica y otros portentos. Sus principales descubrimientos incluyen la inducción electromagnética, el diamagnetismo y la electrólisis. A pesar de que carecía de educación formal, Faraday fue uno de los científicos más influyentes de la historia. Cuando era muy joven consiguió un humilde trabajo de dependiente en una librería y, fascinado por los libros, leyó todo lo que pudo sobre ciencia, el tema que lo apasionaba; y poseído por una creatividad desmesurada realizó sus numerosos y relevantes descubrimientos. En cierto momento Faraday, gracias a su actividad y sus méritos, adquirió notoriedad, y la propia reina Victoria pidió que la llevaran a conocer su laboratorio. Allí encontró un lugar bastante desordenado —los científicos suelen ser desordenados, lo cual facilita su creatividad—, lleno de aparatos extraños, cables, tubos y aparatos que no comprendía en absoluto. En determinado momento la reina preguntó: "Dígame, Sr. Faraday, y ¿para qué sirve todo esto?". Con sutil ironía Faraday le contestó: "Majestad, y ¿para qué sirve un niño recién nacido?".

    Todo a partir del humilde culo. ¿No es maravillosa la ciencia?

    Alberto Magnone