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    Las capacidades diferentes

    POR

    Sr. Director:

    Cuando veo el video de Bobby McFerrin, Don´t Worry, be happy, no puedo dejar de recordar a Luisito.

    Él era el tercer hijo de un amigo querido, con quien desde secundaria había compartido estudios de ingeniería hasta recibirnos juntos, y después obras enormes, yo como estructural y él como industrial mecánico, de una de las principales empresas uruguayas.

    Cuando estudiamos en la casa de un amigo en Carrasco, desde la geometría pura hasta los abismos de la convergencia de series, no congeniamos con la cara aburrida del otro amigo, que terminó prefiriendo la lógica del derecho y se pasó a abogacía.

    Mi amigo vivía en su casa una formalidad desconocida en Uruguay. Su padre, recibido de arquitecto en la Alemania del Tercer Reich, y su madre patricia, hicieron una familia en la que se vestían de rigor para cenar, y nuestras locuras de chicos en los preparatorios de ingeniería, luego en facultad, serían siempre una vida informal y disfrutable para la vida ordenada de alta sociedad.

    Después armaron una gran empresa de ingeniería, hasta me invitaron pero no me subí por algunas libertades que percibí en sus socios. Pero siempre congeniamos, y hasta ahora veo que su sonrisa franca me daba fuerza cuando un problema se complicaba. Luego sus socios lo marginaron, tal vez si yo lo hubiera acompañado otras rutas podrían haber surgido, pero eso es otra historia.

    Lo visité en su casa cuando estaba ya instalado.

    Una familia hermosa, su esposa, él y los niños felices de que viniera otro hermanito.

    Cuando estaba en cinco meses, un bebé ya con forma humana, de 250 gramos de peso, algo pasó que obligaba a un parto prematuro.

    En ese entonces no había los recursos de hoy para asistencia perinatal.

    El ginecólogo les dio un panorama oscuro a los padres; ya tenían dos hijos, y naciendo en ese momento era muy difícil que sobreviviera. Hasta los siete meses estaría en una incubadora, y los riesgos de anomalías posteriores eran muy altos, en ese entonces era poco el porcentaje de sobrevivientes, y en la mayoría de los casos con problemas: motrices, de retraso mental, y hasta de una muerte prematura cercana. El consejo del profesional era abortar, consejo justificado en los problemas posteriores y la relación costo-beneficio ante los costos altísimos de mantener en el CTI pediátrico durante dos o tres meses a un bebé y los riesgos de complicaciones,

    Los padres de Luis no dudaron. Ya sabían que era varón, y lo bautizarían Luis. Eran cultos, profesionales y sus hijos estaban progresando en la vida de la escuela. No lo dejarían morir.

    Si era una carga, la asumirían.

    Fue un milagro. Mas que un bebé, un esbozo de un bebé, luchando como un valiente para sobrevivir, en un tiempo en el que los demás se acomodan en el vientre de su madre y dan patadas simpáticas para avisar que están ahí, y envían enzimas al cerebro de la mamá cuando tienen hambre, cuando tienen frío, cuando están felices al dormirse arrullados por las conversaciones y el contrapunto de los tonos graves de papá con los murmullos agudos de mamá. Hasta nacer, y encontrarse con una belleza de mujer que no esperaban. Ver, y lo primero, los ojos grandes y la sonrisa de mamá, y su voz amorosa. Y la sorpresa, "¿esta diosa era la voz que me arrullaba, y esta diosa es mía?"

    Con Luisito no hubo tiempo, tan pequeñito, una miniatura que ya movía algún músculo, pero dependiendo como un satélite del planeta Mamá.

    Toda la tecnología se puso a su servicio, ordenando la vida para acompañarlo esos dos meses en el sanatorio, y después en la casa, hasta que, como un campeón, luchó paso por paso y se integró.

    Los avances eran más lentos que los de un bebé nacido a los nueve meses, pero luchando y con ayuda de todos fue aprendiendo a tomar, a comer, a balbucear, a hablar. Y después a caminar, y con una sonrisa de ángel se los compraba a todos. Parecía adivinar el pensamiento, y con un amor tan grande que cambió la casa. Era vivir con un ángel.

    Les enseñó a sus padres y hermanos a vivir felices. Y la música de fondo, el video de Macferrin y Robin Williams. "No te preocupes, sé feliz".

    Me acuerdo de Luisito (claro que con su verdadero nombre) cuando vuelve a sonar la cantilena de Soros y compañía, que desde el foro de supermillonarios de Delfos decidieron hace años impulsar los abortos, hacer ganar fortunas a los laboratorios y a algunos médicos y políticos, y descartar los bebés sin nacer para frenar el crecimiento de la población mundial.

    Necesitamos a todos los niños del mundo para crecer juntos como una familia mundial, los chicos de capacidades diferentes también, para poder ser cada uno un ser humano diferente. El amor que desparraman los Luisitos en todo el mundo es imprescindible para vivir todos como hermanos, en un planeta que al fin sea sustentable, y en el que la tecnología avance a ser una máquina para disfrutar de la vida, todos y cada uno de los humanos. Como hermanos. Como una gran familia.

    Jose Zorrilla