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Puede ser una percepción personal, también ser la obstinada realidad, pero posturas y manifestaciones de muchos de nosotros, aquí y en el resto del mundo, llevan a pensar que se adoptan posiciones y nos paramos detrás de consignas que de ser analizadas y puestas a prueba tendrían muchos menos adeptos. Es como si la incapacidad de entender un texto, que crece y se convertirá en pandemia, fuera acompañada por la falta de análisis de ideas y eslóganes. Hay muchos ejemplos, algunos que, si bien son horrores, no tienen una repercusión social, pero hay otros, estos sí fundamentales, que por la forma en que se trasmiten y comprenden los lleva a crear confusión y en estos casos crean graves problemas sociales. Cuánto hemos escuchado la palabra libertad, somos todos libres, cada uno es libre de tomar las decisiones que mejor le parezca, la libertad es una condición humana y otros alcances del concepto. Pero nadie, al menos nunca lo he escuchado cuando se habla o menciona la palabra libertad, la acompaña de su hermano mellizo, que es el término límites. La libertad, condición sine qua non para la plena vida de las personas, tiene límites, y solo hablar de libertad es parcialmente equivocado porque todos deberíamos tener muy presente que la libertad no es irrestricta, tiene límites que se deben respetar. Otro concepto que se maneja en forma parcial, y con graves consecuencias, es el de los “derechos”, se los considera como si fueran una condición sin restricción ninguna, tengo derecho a decir lo que me parezca por ordinario o desubicado que sea, tengo derecho a transitar como más me plazca, tengo derecho a la vivienda y a ayudas económicas, y muchas condiciones que hacen pensar que tenemos derechos ilimitados a lo que sea. Muchas personas, en especial distintos colectivos y organizaciones sociales, exigen derechos sin límite. Nuevamente nunca se habla de “deberes”, condición hermana indisoluble de la palabra derechos. Hay un pensamiento bastante generalizado, reforzado por posiciones ideológicas, que nos ha hecho creer que debemos gozar de libertad y que tenemos derechos sin límites, y que los que se oponen a estas condiciones son de derechas, ultras, misóginos, clasistas, fascistas y un sin número de ingeniosos descalificativos para denostar a quienes osan tener matices, ni hablar de tener otra opinión o postura. Las comunicaciones globales e instantáneas, el reinado de las redes y el marketing manipulado por grupos políticos y de opinión son responsables de muchas de nuestras calamidades. Todos los días vemos como interlocutores sin escrúpulos fabrican e imponen relatos, generando impotencia y silencio de los que, como decía un gran comentarista de futbol, no se comen la pastilla. Para combatir estos estragos, luchar contra la pobreza, en especial la infantil, bajar drásticamente los índices de delincuencia y crear sólidos marcos de convivencia hay un solo camino, educación. Lo increíble es que todos luego de reflexionar opinan que sí, que la educación es la única vía, pero luego poco o nada se hace. Estamos a tiempo, las soluciones sin medir costos políticos deben venir de nuestros gobernantes y el resto de nosotros, desde donde nos encontremos, debe crear opinión, como lo estoy intentando.
Daniel H. Báez