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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn general, cuando se habla de cultura, hechos culturales, agenda cultural, páginas culturales, etcétera, se piensa en temas relacionados con literatura, música, teatro, cine, danza, fotografía; a veces asoman también las artes plásticas, como la pintura, la escultura o el mural, sin embargo, difícilmente se asocia o se piensa en la arquitectura. Es algo que siempre me llamó la atención.
Mucho menos aún aparecen los temas relacionados con el urbanismo o aun con el paisajismo, que son, sin embargo, disciplinas que existen, aportan, tienen su propia historia, su propia acumulación de conocimientos. Simplemente no debería ser así. Y no siempre fue así, ni siquiera en nuestro país, que en otros momentos históricos contrató excelentes técnicos cuando era necesario intervenir en los espacios urbanos.
A principios del siglo XX, en 1914, cuando se creó la Sociedad de Arquitectos, independiente de la de ingenieros y agrimensores, este gremio se propuso colocar en la opinión pública su profesión como parte de la cultura y su revista señaló la voluntad de “difundir la cultura artística, y (…) despertar en el público, el interés, y aun mismo el entusiasmo por las cosas de la arquitectura”.
En ese momento, el batllismo apoyó decididamente estas intenciones que encuadraban en su voluntad de hacer del Uruguay un “país modelo”. Modelo en todos los sentidos, también en lo urbanístico y arquitectónico. Y se contrató en Francia a un excelente profesor egresado de la que en ese momento era considerada la mejor escuela de arquitectura del mundo, la École des Beaux-Arts (Escuela de Bellas Artes) de París, el profesor Joseph Carré, que transformó a nuestra joven facultad y formó varias generaciones de excelentes profesionales.
Hoy, a veces, observamos con asombro que vienen turistas interesados por nuestra arquitectura. Viajan desde el primer mundo porque quieren conocer los muy buenos ejemplos de arquitectura, en especial, los de la primera mitad del siglo XX, entre los que se destacan los ejemplos art déco o los de arquitectura moderna racionalista, entre otros que nos rodean.
Y nosotros ni los vemos ni los cuidamos ni los valoramos. A veces veo cómo se pintan de colores estridentes hermosas fachadas. Ni siquiera los propietarios se ponen de acuerdo y un mismo edificio puede tener sectores de diferentes colores señalando la propiedad de cada uno. Ni hablar de las hermosas viviendas antiguas, quizás las más maltratadas de todas. Existen los más diversos y disparatados ejemplos en ese sentido en toda la ciudad.
¿Qué será que nos sucede hoy a los arquitectos que ni siquiera nosotros defendemos ese aporte acumulado de nuestro trabajo y el de nuestros colegas precedentes? Que es también el trabajo acumulado, e irrepetible, de obreros y artesanos muy calificados y de otras profesiones y generaciones. Pasamos indiferentes ante edificios de gran calidad grafiteados sin ton ni son debido, parecería, a la simple voluntad de “expresarse” de algunos. ¿No será posible encauzar de algún otro modo esa “necesidad” juvenil? Si a esto se suma la suciedad y acumulación de hollín, los diversos cableados, la falta de mantenimiento, la cartelería, etcétera, esa calidad que nos rodea no se percibe con claridad.
Es interesante lo que señalaba en aquel período una figura tan valiosa como la del Dr. Baltasar Brum: “La obra de la arquitectura puede ser aprovechada por todos y esto le da un carácter eminentemente democrático”. Brum valoraba la dimensión artística del hecho arquitectónico y su capacidad de aportar socialmente a la mejor calidad de vida. Ese planteo sigue siendo válido. Los espacios de calidad nos hacen bien y somos capaces de reconocerlos, usarlos y disfrutarlos. Y son tan vigentes los que tienen un diseño clásico propio de otra época, como puede ser el parque del Prado o el de Capurro y sus diversos equipamientos, como los de diseño contemporáneo, de los cuales recientemente se incorporaron excelentes ejemplos. Señalo dos: el reciclaje del Mercado Modelo para su uso recreativo y el reciente Paseo de los Pescadores en la rambla. Pero se podrían mencionar el parque Déborah Céspedes en el Cerro, en el borde de la bahía, el parque Idea Vilariño, la plaza de Casavalle y muchas otras valiosas intervenciones urbanas.
Sin embargo, 18 de Julio, nuestra principal avenida, escenario y lugar de encuentro ciudadano por excelencia, y principal espacio de recepción turística, hoy no está valorizada. Encuadrada por edificios de gran calidad, la tarea iniciada hace unos años de retiro de las marquesinas y puesta en valor de las fachadas se interrumpió. Quedó a mitad camino. Diversas y complejas situaciones sociales debilitaron su carácter comercial, pero no su valor histórico y simbólico ni su potencialidad como espacio identitario de nuestra población y como recepción de quienes nos visitan.
Cada tanto sueño con una “varita mágica” que inicie un proceso intensivo de rehabilitación urbana y puesta en valor de sus edificios1, de las plazas que se escalonan en su recorrido, de la cartelería y el arbolado, asesorando técnicamente, aportando recursos y préstamos accesibles al sector privado como parte de un plan integral, más ambicioso, que involucre paralelamente la muy compleja problemática social que sin duda existe. Otras ciudades lo han hecho y han logrado cambios2; además, la apuesta al desarrollo del turismo aporta recursos y puestos de trabajo. José Batlle y Ordóñez realizó en su momento una importantísima inversión de recursos públicos destinados al “embellecimiento urbano” porque quería desarrollar a Montevideo como ciudad turística.
También sueño con que Montevideo cuente con un museo de la ciudad como tienen tantas ciudades, que refleje no solo desde la arquitectura y el urbanismo, sino desde la historia también, ese proceso misterioso e interesantísimo de creación colectiva que es una ciudad. Estamos viviendo los 300 años del proceso de fundación de nuestra capital y existe mucho conocimiento acumulado que lo haría posible.
Arq. Elena Mazzini
(1) Recientemente, la intendencia realizó un completo inventario patrimonial del Centro y Cordón que puede ser un inicio del trabajo en esa dirección.
(2) Es muy interesante la experiencia de la ciudad de Barcelona, en los años ochenta con el plan Barcelona Posat Guapa.