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Peñarol y River: el Río de la Plata revive en la Libertadores
En lo que parece una reedición del viejo poderío argentino y uruguayo en la competencia internacional, los dos equipos se clasificaron a las semifinales y desafían a los brasileños para llegar a una final entre ambos países inédita desde 1988
Libertadores 1966. Primera final, en Montevideo. Chocan Julio César Abbadie y Amadeo Carrizo.
Hay un dato olvidado en la historia del fútbol sudamericano que habla de la importancia de los Peñarol-River en la Copa Libertadores sin acudir a su referencia más conocida, la mítica final de 1966, en la que el equipo uruguayo revirtió un 0-2 en el partido de desempate, en Chile, para terminar ganando por 4 a 2. Aquel partido, es sabido, dejaría secuelas históricas: significaría la tercera estrella de América para Peñarol tras las iniciales de 1960 y 1961 a costa de un River que, al regreso a la Argentina, sería recibido por la hinchada de Banfield con el lanzamiento de una gallina, escena que daría inicio a su actual apodo —entonces como escarnio, hoy como orgullo—. Pero la imagen poco recordada de la enorme trascendencia de los Peñarol-River en el contexto del fútbol grande de América —o, mejor dicho, de los cruces entre uruguayos y argentinos, porque de eso se trata, de la historia de fondo, también transferible a Nacional, Boca y, en los años pasados, a Independiente o Estudiantes— apunta a otro partido entre ambos, ya de 1982, justamente la edición que terminaría con la cuarta copa para los manyas.
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Aquel formato de la Libertadores, no hace falta decirlo, era distinto al actual. Pero lo que llama la atención, 42 años después, es que los clubes a veces podían elegir a dedo a sus rivales. Así, al menos, hizo River para las semifinales de 1982, entonces jugadas en el formato de triangulares, cuando por razones económicas pidió jugar contra Peñarol aun al costo de enfrentarse a un serio candidato a ganar la copa —que, de hecho, la ganaría—. Lo que hoy suena insólito entonces tuvo una explicación, muy criticada pero explicación al fin: la dirigencia del club de Núñez creyó que la invasión de hinchas uruguayos le aseguraría a River una recaudación millonaria para apaciguar una tesorería en llamas en medio del descalabro económico de los últimos meses de la dictadura argentina. En efecto, miles de hinchas de Peñarol coparían el 28 de octubre el Monumental de Buenos Aires para festejar lo que además sería un triunfo por goleada, 4-2 —como en 1966—, ante un River deshilachado que aún no había ganado ninguna de las cuatro copas que suma en la actualidad.
Embed - Resumen Goles | Peñarol 4-2 River Plate | Copa Libertadores 1966
Aquella historia de 1982, acaso un punto intermedio entre la final de 1966 y la que podría llegar a ser la de 2024 —si es que Peñarol vence a Botafogo y River derrota a Atlético Mineiro en las semifinales que se jugarán a finales de octubre—, quedó tan olvidada que amerita ser reconstruida. En la primera fase, el Peñarol de Fernando Morena había desfilado con facilidad en su grupo junto con Defensor y los brasileños São Paulo y Grêmio. Eran épocas de una Libertadores en la que apenas participaban dos equipos por país y compartían grupo con los representantes de una única otra nación: la dificultad añadida era que, de esos cuatro equipos, solo avanzaba el primero. Si aquel Peñarol tenía juego, goles y mística, River ya no disponía del plantel fuerte que lo había caracterizado en los años anteriores, pero igual le alcanzó para ganar con amplia diferencia la zona que le había tocado junto con Boca y los bolivianos The Strongest y Jorge Wilstermann.
La ronda siguiente ya eran las semifinales, jugadas en dos grupos de tres equipos cada uno: a los cinco punteros de cada zona de la primera fase (también habían avanzado Deportes Tolima de Colombia, Cobreloa de Chile y Olimpia de Paraguay) se les sumaba el campeón vigente, el Flamengo, rey de 1981: el ganador de cada zona semifinal avanzaba a la final. Si el fútbol de hoy responde a la lógica de la industria audiovisual, con miles de partidos para avanzar en goteo a la siguiente fase para asegurarse horas de televisión (ahí tenemos la nueva versión de la Champions, todavía indescifrable), entonces era todo más directo: avanzaba el mejor de la fase inicial y de la semifinales y el resto se volvía a casa.
Embed - 28-10-1982 (C.Lib.) River Plate (Argentina):2 vs Peñarol (Uruguay):4
El sorteo de los grupos de semifinales de 1982 se realizó en Perú, donde la Confederación Sudamericana de Fútbol (todavía no llamada Conmebol) tenía su sede. Bolillas mediante, a River le tocó una zona junto con Olimpia y Tolima, la B, que parecía muy favorable para ilusionarse con llegar a la tercera final de su historia tras las perdidas en 1966 —ante Peñarol— y 1976 —contra Cruzeiro—. Pero fue entonces que el presidente de River, Rafael Aragón Cabrera, tomó la insólita decisión de renunciar a esos rivales y arregló un trueque con los chilenos de Cobreloa, que habían quedado en el grupo A junto con Flamengo y Peñarol. En concreto: River pasó a jugar contra los gigantes uruguayos y brasileños, mientras que los chilenos, que seguramente les habrán pagado algún dinero a los argentinos —no trascendió cuánto—, pasaron a competir con Olimpia y Tolima.
En un país que también pagaba la locura de la guerra de Malvinas, la dirigencia de River entendió que, si cambiaba de grupo en las semifinales de la copa, generaría un negocio para la agujereada tesorería del club, aunque eso significara un desastre para los objetivos deportivos. La máxima autoridad del fútbol sudamericano, el peruano Teófilo Salinas, también aceptó la propuesta de River, que básicamente apostó a que las recaudaciones como local (entonces el gran ingreso de dinero de los clubes) serían mucho más importantes ante un club uruguayo y otro brasileño que contra uno colombiano y otro paraguayo. En efecto, 10.000 hinchas de Peñarol coparían el Monumental. El partido completo está disponible en YouTube y puede verse cómo la porción negra y amarilla de Uruguay le dio color a más de una tribuna del estadio de River: Morena festeja el segundo de sus goles, el del 4-2 final, ante su gente que había cruzado el Río de la Plata.
Además, en el combo, River vendió los derechos de transmisión del cruce ante Flamengo (entonces no había paquetes por cada edición de la copa sino que se negociaba partido a partido) a cambio de 50.000 dólares a la TV brasileña y contra Peñarol por 15.000 dólares a la TV uruguaya. El acuerdo también llevaba implícito un cambio de fechas: River jugó como local sus dos primeros partidos, como si la dirigencia ya supiera que el equipo quedaría prontamente eliminado y temiera que cayera el interés para los encuentros finales. De hecho, River fue un desastre que perdió los cuatro partidos que jugó por el grupo A de las semifinales de la Libertadores de 1982. Los dos primeros como local, encima, terminaron en goleadas: 0-3 ante el Flamengo de Zico el 22 de octubre y el ya citado 2-4 ante Peñarol a la semana siguiente. Ya eliminado, solo para cumplir, River le sumaría luego un 2-4 contra Flamengo en Río de Janeiro el 2 de noviembre y un 1-2 frente a Peñarol en Montevideo el 12 de noviembre.
Embed - Ultimos instantes final Copa Libertadores Peñarol Vs America de cali 1987
Aquella historia, además, beneficiaría a Peñarol en un sentido: su rival de la final sería el propio Cobreloa, el equipo favorecido por River que en sus semifinales imprevistamente “sencillas” pasó a Tolima y a Olimpia. Ya en la final, el club uruguayo empató 0-0 en la ida en el Centenario y venció 1-0 en el minuto 89 con otro gol de Morena en la revancha en el Estadio Nacional de Chile, reconvertido en el escenario de las últimas tres copas ganadas por Peñarol, la de 1966, esa de 1982 y a continuación la quinta y por ahora última, la de 1987, ante América de Cali con un gol de su actual director técnico, Diego Aguirre.
Esta historia, en todo caso, sirve para reconstruir cómo River y Peñarol podían cambiar un fixture. O, mejor dicho, cómo un equipo argentino esperaba los cruces contra los gigantes uruguayos para salvar el año con las recaudaciones y a los rivales brasileños para hacer dinero por la televisión. Salvo irrupciones aisladas (Olimpia, Atlético Nacional y Once Caldas de Colombia, Liga de Quito y Colo Colo), la Libertadores casi siempre fue una competencia de tres países, Uruguay, Argentina y Brasil. Algo cambió, sin embargo, en los últimos años, incluso en las últimas décadas: Peñarol no gana desde 1987 ni Nacional lo hace desde 1988, tras su triunfo ante Newell’s, que a su vez marcó hasta ahora la última final entre argentinos y uruguayos. En el medio, solo Peñarol llegó a una final, en 2011, cuando perdió ante el Santos de Neymar.
El tiempo presente, no hace falta decirlo, está escrito por los clubes brasileños, incomparablemente poderosos desde lo económico, hoy incluso un escalón encima de su selección nacional, tan perdida en la Copa América y en las Eliminatorias. Desde 2019 hasta 2023, Flamengo (dos veces), Palmeiras (dos) y Fluminense no solo ganaron las últimas cinco copas sino que tres de esas finales fueron entre equipos brasileños, apenas interrumpidas por River en 2019 y Boca en 2023: Santos, Atlético Paranaense y el propio Fla también fueron subcampeones. Es posible, además, que en 2024 continúe esa tendencia: la final, a jugarse el 30 de noviembre en el Monumental de Buenos Aires, podría ser entre Atlético Mineiro y Botafogo. O no: también podría ser entre River y Peñarol.
Es cierto. Los códigos del fútbol aseguran que nunca hay que anticiparse a los partidos, menos ante semifinales contra equipos brasileños, naturalmente favoritos en estos tiempos. Peñarol dio el golpe ante Flamengo pero Botafogo es el puntero del Brasileirão y quiere la copa que nunca ganó, incluso en sus épocas de Garrincha. Y el River de Marcelo Gallardo definirá ante Atlético Mineiro en el Monumental pero será una serie durísima, muy cerrada. Y sin embargo, ahí está esa chance de una final rioplatense luego de 36 años, la que sería la novena de la historia: además de las ya señaladas Peñarol-River (1966) y Nacional-Newell’s (1988), también definieron la copa Independiente-Nacional (1964), Independiente-Peñarol (1965), Racing-Nacional (1967), Estudiantes-Nacional (1969 y 1971) y Estudiantes-Peñarol (1970).
Esa reconstrucción habla también de una época pasada: de las ocho finales Uruguay-Argentina, siete fueron casi consecutivas entre 1964 y 1971, con la única excepción de 1968. Lo más probable es que alguno de los dos equipos brasileños, Mineiro o Botafogo, definan al campeón de 2024. Incluso los dos. Pero qué justicia poética, amparada en la historia pero con un guiño para el futuro, sería un River-Peñarol este 30 de noviembre.