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    Hernán Bonilla (CED): Lacalle Pou “hubiera querido asumir en la situación fiscal” que recibe Orsi

    El presidente del Centro de Estudios para el Desarrollo, que trabajó en el MEF al inicio del gobierno de la coalición multicolor, cree que son claves las “batallas de los próximos meses” para la figura del ministro Gabriel Oddone

    Los indicadores “relevantes para la población”, como la cantidad de empleos o el poder adquisitivo salarial, muestran un balance “claramente positivo” de la gestión que acaba de terminar, a lo que se agregan números fiscales y de costo de endeudamiento soberano más favorables que cinco años atrás. “Estoy seguro de que el gobierno de (Luis) Lacalle Pou hubiera querido asumir en la situación fiscal” que empieza el mandato del frenteamplista Yamandú Orsi, sostiene el presidente del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), Hernán Bonilla.

    Él, primero como director de la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y después como asesor directo de la ministra Azucena Arbeleche, formó parte de la administración que elogia, aunque admite que no se avanzó todo lo necesario para hacer más dinámica la economía uruguaya. Bonilla piensa que el nuevo jefe del equipo económico, Gabriel Oddone, tiene al respecto un diagnóstico acertado, pero que enfrentará la “resistencia de buena parte” del “statu quo político” y social, que él ubica en el propio Frente Amplio y “ni que hablar” en el PIT-CNT, “que es extremadamente conservador ante cualquier tipo de reforma”. En ese terreno, serán “muy importantes las batallas de los próximos meses”, la presupuestal y la de la negociación colectiva, para saber si el ministro “sale fortalecido o debilitado”.

    Lo que sigue es un resumen de la charla que el economista mantuvo con Búsqueda.

    —¿Qué balance hace de la administración que acaba de terminar?

    —Es claramente positivo, sobre todo cuando se evalúa una serie de indicadores relevantes para la población —en términos de creación de empleo, de mejora del salario real y de baja de la inflación— y teniendo en cuenta la coyuntura internacional y los shocks fuertes que hubo, como la pandemia o la sequía.

    —¿También es positivo su juicio respecto al desempeño fiscal?

    —Sí. Estoy seguro de que el gobierno de Lacalle Pou hubiera querido asumir en la situación fiscal que asume este gobierno.

    El déficit nominal es similar o un poco mejor y el estructural —que es lo que hay que analizar— es casi un punto mejor.

    Hay que recordar que cuando asume el gobierno en 2020 el país estuvo cerca de perder el grado inversor y el riesgo país también era bastante mayor al actual, que permite pagar menos intereses de deuda. El nuevo gobierno asume con una situación que es claramente mejor.

    —Por otro lado, el ratio de deuda es 10 puntos del Producto Interno Bruto más alto, con la pandemia de por medio.

    —Es cierto, pero eso está enteramente explicado por el año de la pandemia y por un contexto mundial en que la deuda se disparó en la mayoría de los países del mundo. Uruguay es de los países en que menos se deterioró la situación fiscal durante la pandemia porque Azucena Arbeleche tuvo la buena idea de no hacerles caso a los organismos internacionales que decían, literalmente, que había que gastar más. Se actuó de forma responsable.

    —Otro posible enfoque al hacer ese análisis implica considerar que el gobierno llegó con una promesa de campaña de aplicar un “shock de austeridad” y bajar el déficit. ¿Incumplió las expectativas desde ese punto de vista?

    —En los pocos días de gobierno que hubo antes de la pandemia, un decreto limitó la ejecución del gasto. La situación fiscal efectivamente mejoró al principio y, si uno toma el balance de todo el período, también mejoró pese al montón de gastos extraordinarios, por la pandemia o la sequía. Uno parte con determinada hoja de ruta y, después, la realidad no es un block cuadriculado.

    —¿Es una justificación válida para el deterioro del 2024 decir que se erró en la proyección de la inflación?

    —Es una crítica un tanto injusta y que no deberíamos poder hacerla los analistas, que erramos más que el Ministerio de Economía en la estimación de la inflación.

    El gasto del 2024 en términos nominales fue el que venía de la Rendición de Cuentas del año anterior. No hubo un aumento del gasto en el año electoral. Es cierto que es un problema no cumplir con la regla fiscal, la cual hay que mejorar en el sentido de que haya que decir cómo se va a corregir para que se cumpla. Pero, cuando prácticamente toda la explicación del desvío es por una menor recaudación por la sorpresa inflacionaria, no es de recibo (decir) que no se cumplió la regla, que no se alcanzó el objetivo fiscal por un carnaval electoral. Eso claramente no ocurrió.

    —La regla, como instrumento, ¿fue útil?

    —Fue muy útil y, afortunadamente, el gobierno actual anunció que la va a mantener y que va a trabajar para mejorarla. Chile estuvo décadas perfeccionando la regla fiscal… Creo que hay cosas que incorporar, por ejemplo, un indicador de meta de deuda de mediano plazo que sirva como un ancla fiscal más sólida.

    Más allá de la regla en sí, la institucionalidad fiscal que se creó, con el Consejo de Expertos, con el Consejo Fiscal, e ir mejorando sobre lo que ya se tiene es buena cosa. El concepto de acumulación positiva, que lo había utilizado el presidente Lacalle Pou y lo utilizó el presidente Yamandú Orsi, es una buena cosa en Uruguay.

    —¿La inflación anual del orden del 5% y la expectativa de los agentes de en torno a 6% son los mayores logros macro del gobierno saliente?

    —Es uno de los logros, porque ese 8% que veníamos arrastrando por casi dos décadas era la tercera inflación más alta de América Latina después de Argentina y Venezuela, un podio en el que nadie quiere estar. Haberla bajado de ese nivel, que era casi estructural, fue un buen logro de la política económica en general y de la política monetaria en particular.

    Pero no deberíamos contentarnos con eso y habría que llevar la inflación a una cifra normal a nivel internacional, que sería en torno al 3%. No podemos dar la lucha por terminada.

    —¿Hubo que pagar un costo alto por esa política antiinflacionaria en cuanto a la competitividad?

    —No estoy tan de acuerdo con ese razonamiento. En todo caso, hay que trabajar en otros temas en los que sí hay problemas de competitividad y que no están asociados a la política antiinflacionaria. Sería negativo, por un error de diagnóstico, ceder en la lucha contra la inflación, porque al final del día la baja de la inflación es algo muy positivo para las personas y para las empresas.

    —¿Ese capítulo de reformas a favor de la competitividad es un debe de la gestión saliente?

    —Se trabajó, aunque el país tiene una agenda de reformas microeconómicas por delante en la que hay que avanzar. Nosotros lo planteamos desde el CED en el documento Un salto al desarrollo hace un año y medio. Uruguay tiene un nivel de costo alto para las personas y para las empresas, y claramente es un tema en el que tenemos que avanzar.

    —Además de la reforma que se hizo en la seguridad social, ¿hubo otras de fondo en el gobierno que acaba de terminar?

    —Si se analiza la situación global, hubo cambios positivos en muchas áreas, en términos de política fiscal, de política monetaria, la reforma a la seguridad social y, más allá de lo económico, el haber torcido la tendencia al aumento de los delitos y la transformación educativa. Se encararon reformas relevantes en términos de lo que fueron los compromisos de campaña y del mandato de la ciudadanía. El gobierno de Lacalle Pou no llegó con el mandato de Javier Milei en Argentina; no había un reclamo de que había que cambiar todo, y el mandato era un mandato de cambio moderado, acorde con el temperamento general de nuestro país. Entonces, estas cosas hay que evaluarlas también en términos de lo que es el mandato y de la coalición política con la que se gobernó.

    Me parece antidemocrático que se ponga en discusión los puntos específicos que estaban en la papeleta y sobre los cuales la ciudadanía laudó Me parece antidemocrático que se ponga en discusión los puntos específicos que estaban en la papeleta y sobre los cuales la ciudadanía laudó

    —Si, como dice usted, la evaluación del gobierno de la coalición republicana es claramente positiva, ¿cómo explica la derrota electoral?

    —Creo que hay una razón de fondo, que es que el sentido común del uruguayo medio está algo más cerca del Frente que de la coalición. Eso tiene que ver con aspectos de cómo se piensan las reformas que Uruguay debe hacer para crecer más, para mejorar su competitividad, para mejorar incluso las políticas sociales, porque se necesitan más recursos para mejorar también las políticas sociales. Son reformas que no tienen la buena prensa que deberían tener. Entonces, un discurso más conservador, como fue el del Frente de la campaña, puede ser que conecte mejor con esa mitad mayor de la población.

    Cuando se dice “conservemos o preservemos tal situación” —aunque no haya mucho para preservar en algunas áreas— Uruguay tiene, en promedio, una tendencia a pensar, a defender el statu quo. Creo que el Frente ha logrado, en términos electorales, de forma razonable y exitosa, quedarse con ese ideal más batllista de que Uruguay siempre ha sido de determinada manera y que tenemos que hacer cambios graduales. Las promesas de Orsi durante el debate presidencial eran no subir impuestos, no reformar la educación, todo era un discurso casi más oficialista que el de (Álvaro) Delgado.

    Eso, para quienes pensamos que Uruguay necesita encarar reformas, nos interpela sobre cómo lograr plantearle al país los cambios que precisa. Porque, sin esos cambios, ni siquiera va a ser posible preservar las cosas que hoy valoramos del Uruguay.

    —El discurso de Oddone no está tan alejado de esto que está planteando.

    —Él lo tiene claro. Porque a veces se contrapone esto de la economía más competitiva con las políticas sociales. Es al revés. Si no tenemos una economía más competitiva que crezca más, no vamos a tener los recursos necesarios para responder a las demandas de bienestar que tiene la población.

    Alguna de estas reformas para que el país crezca más encuentran resistencia de buena parte de ese statu quo político, social. Hay un bloque que integra buena parte del Frente Amplio, y ni que hablar del PIT-CNT, que es extraordinariamente conservador ante cualquier tipo de reforma. Eso sí es un palo en la rueda de las reformas que Uruguay necesita hacer.

    —¿Cómo cree que se va a resolver esa tensión?

    —Espero y deseo que Oddone pueda implementar las ideas que él tiene en base a un diagnóstico acertado. ¿Cómo se va a dilucidar al final del día? No lo sé, porque eso depende de pesos y contrapesos en la interna del Frente Amplio que desconozco.

    Pero me temo que no es la visión de la mayoría del Frente Amplio, y claramente no es la visión de la mayoría del Frente Amplio en el Parlamento. Este es uno de los grandes desafíos que tendrá Oddone.

    —¿Es un ministro débil? ¿No alcanza con que tenga el respaldo del presidente?

    —Es un ministro que arranca con el respaldo del presidente, y en términos generales con un respaldo razonable. El tema está en ver cómo usa Oddone el capital que tiene, qué batallas elige dar y qué resultados va obteniendo de esas batallas. Son muy importantes las batallas de los próximos meses; la del Presupuesto y la de la ronda de Consejos de Salario. Tiene que lidiar también con un Ministerio de Trabajo que no ha dado buenas señales en sus primeros tiempos. Uno ve que se plantea, por ejemplo, por parte del subsecretario, habilitar las ocupaciones de lugares de trabajo, y estoy seguro de que Oddone no está de acuerdo con eso.

    De cómo se dilucidan estas batallas va a depender mucho si el ministro sale fortalecido o debilitado. Si vemos que los Consejos de Salario responden más a (Juan) Castillo que a Oddone, bueno, él sale debilitado. Y si vemos que sale un Presupuesto inflado en el gasto y que las proyecciones fiscales de allí son complejas, es distinto a si se aprueba un Presupuesto más consistente desde el punto de vista macro y fiscal, con lo cual él saldría fortalecido.

    —¿Le preocupa lo que pueda emerger del diálogo que convocará el nuevo Poder Ejecutivo?

    —El diálogo en sí no me generaría preocupación. Me preocupa que se plantee cuestionar aspectos que la ciudadanía acaba de resolver en el plebiscito. Me parece antidemocrático que se pongan en discusión los puntos específicos que estaban en la papeleta y sobre los cuales la ciudadanía laudó con voto directo.

    Después, otros aspectos más allá de lo previsional de la seguridad social, no le veo ningún inconveniente.