—Más allá de razones que pueden ser estacionales, vemos una recuperación económica y una tendencia creciente tanto por el lado del crédito como de los depósitos. De hecho, en el último año los créditos han estado creciendo a doble dígito y esto se ve prácticamente en todas las líneas del negocio: banca persona, automotor, hipotecario, tarjetas de crédito y préstamo corporativo. Si se ven las tendencias, son al alza. ¿Qué pasó en el medio? Un contexto de fuerte suba de tasas tanto en dólares como en moneda local, porque el Banco Central del Uruguay no ha sido la excepción. Obviamente, aunque hubo un aumento del costo del dinero, es posible que las empresas sean más cautelosas. Sin embargo, vemos que la demanda de crédito mantiene una evolución positiva que va de la mano con el crecimiento económico que se está viendo, de 5% o quizás un poco más este año y de 3% el que viene. En esa línea, vemos una propensión a tomar crédito y ahí entra en juego el rol de los bancos. En este año, llamémosle de pospandemia, dependiendo de sus estrategias comerciales, los bancos seguramente estén más volcados a aquellos sectores que salieron mejor que otros, como el agropecuario o la forestación, de la mano de las inversiones que están ocurriendo en el país.
—¿Cómo están los balances en rubros más golpeados por la pandemia, como el turismo o el sector de espectáculos?
—Algunos de esos sectores fueron muy fuertemente afectados por la pandemia. Sin embargo, estamos viendo una recuperación favorable. Muchos de sus balances no lucen bien y los bancos somos cautelosos, pero siempre con un afán de apoyar.
—¿El impacto de la pandemia y la emergencia sanitaria resultó más leve de lo que imaginaron en marzo de 2020?
—En ese momento vislumbrábamos que la crisis iba a ser profunda y de un impacto sostenido en el tiempo. Como banco, entendimos que debíamos ser parte de la solución adoptando programas de asistencia a nuestros clientes, otorgando esperas o condiciones preferenciales a sectores fuertemente afectados por la pandemia. Y Uruguay, obviamente, tuvo un muy buen manejo en lo sanitario y lo económico. En un contexto en que la mayoría de los gobiernos no tuvieron actuaciones felices en materia de gestión de la pandemia, Uruguay se destacó y eso repercutió favorablemente: el impacto no fue tan profundo y estamos viendo que hay un mayor empleo prepandemia. Y en nuestros indicadores para el negocio también vemos que hoy ya estamos en niveles mejores a la prepandemia.
—Los depósitos en la plaza local llegaron a un récord cercano a US$ 40.000 millones, pero lo prestado por los bancos es menos de la mitad de ese monto. ¿Hay margen para dinamizar el crédito? ¿Cómo?
—En Uruguay, el crédito total en la economía ronda el 27% del Producto, no llega al 30%, lo que sigue siendo muy bajo comparado con economías desarrolladas o en vías de desarrollo. Esto es especialmente grave para un país que no tiene un mercado de capitales profundo. Hay varios análisis sobre los porqués y cuáles son las acciones proactivas que se podían tomar, en algunos casos de manera conjunta con el gobierno. Claramente, la dolarización de la economía no es un factor que contribuya al desarrollo del crédito. Hoy, el 80% de los depósitos en el sistema financiero uruguayo están denominados en dólares, y los bancos nos enfrentamos a la decisión de prestar dólares a quienes generan dólares —básicamente los exportadores— o satisfacer el apetito de quienes no los generan. Y obviamente esto último expone al banco a un riesgo mayor y a tasas de morosidad más elevadas, si bien hoy están en niveles históricamente bajas. Eso lleva a los bancos a ser más cautos.
¿Cuánto de nuestros préstamos en dólares son a gente que genera pesos? Más o menos el 30% del portafolio. El hecho de que una economía tenga tasas altas de inflación en términos comparativos y el 90% del tiempo por fuera de la meta fijada por el Banco Central hace que nuestra moneda pierda credibilidad y que la gente se vuelque más a los dólares. Esto claramente es una limitación al desarrollo del crédito y, obviamente, para el desarrollo económico.
Después, hay temas de transparencia del mercado en términos de la necesidad de completar todas las curvas tanto en pesos como en unidades indexadas. Pero, básicamente, diría que la alta inflación y dolarización de la economía, sumado a los elevados costos estructurales que tiene Uruguay —que se traducen en mayor costo del crédito—, actúan como freno al mayor desarrollo del crédito en términos relativos.
—¿Las tasas de interés bancarias están acompañando las señales de contracción monetaria que viene dando el Banco Central?
—Veníamos de tasas internacionales históricamente bajas y también en Uruguay. Ante la amenaza de una inflación creciente, ahora el Banco Central colocó las tasas en términos reales positivos y esto, aunque no es inmediato, se traduce en lo que es el costo del crédito a mediano plazo.
—¿Esa política monetaria es efectiva para frenar la inflación?
—Hay una discusión más teórica acerca de si en una economía altamente dolarizada es o no efectiva. Hay distintos canales sobre los cuales opera una política contractiva; el fundamental es a través del tipo de cambio. En la medida que se suben las tasas, el peso se vuelve más atractivo en detrimento del dólar, y de alguna manera eso actúa sobre la inflación. La tasa de largo actúa también en términos de expectativas… Lo que creo es que los bancos centrales del mundo, con sus políticas monetarias agresivas al subir las tasas, a mediano plazo van a lograr contener la inflación, mientras que eso, en Uruguay, permanece como un gran signo de pregunta por la alta dolarización de la economía y por el hecho de que ya hemos adoptado una dinámica indexatoria que le de da resiliencia al fenómeno inflacionario, por lo que creo que nosotros la vamos a tener más difícil.
—¿Qué proyección hace Scotiabank?
—En general, vamos con el consenso de lo que son los analistas: creemos que la inflación cerrará en 8,5% o algo así este año y el que viene quizás un punto y medio por debajo de eso. Y en la medida en que el gobierno tenga el compromiso de mantener a raya el déficit fiscal y que el Banco Central mantenga un compromiso sostenido de tener tasas reales positivas, la inflación debería ir bajando gradualmente y aproximándose al rango meta, del que hoy sigue lejos.
—Señaló a la dolarización como un problema para el negocio bancario, que no es nuevo; otros que mencionan frecuentemente los banqueros son los altos costos y la rigidez laboral. ¿Cuál es la realidad en esos otros aspectos?
—Estructuralmente esto no cambió de forma significativa. La rigidez laboral sigue estando. En los últimos cinco años, y en particular desde 2020 a propósito de la pandemia, el negocio cambió sustancialmente. Cambió nuestro modelo de negocios, donde la gente reclama una banca más de autoservicio y volcada a lo digital. Todo eso nos obliga —no solo en función de las expectativas de nuestros clientes sino de distintos competidores, como las fintech— a estar actualizando nuestro modelo de negocio y la propuesta de valor. Hoy los perfiles y las habilidades para atender ese modelo de negocio son absolutamente diferentes a las que se requerían 20 años atrás; banca digital, marketing digital, analytics, tecnología tienen una alta demanda. En esto competimos en el mercado de talentos.
Por eso, la rigidez laboral que hoy tenemos atenta contra la velocidad de reconversión de nuestro modelo de negocio.
—Entonces, si bajaron los costos para los bancos, fue principalmente por incorporación de tecnología…
—Fundamentalmente por tecnologías, sí.
—¿Tienen expectativas de algún alivio impositivo o regulatorio que baje costos, que son reclamos de larga data de parte de los bancos?
—En esto no ha habido cambios sustanciales.
En la banca, donde uno de los pilares fundamentales es el capital con el que operamos, tenemos de los costos más altos en términos de Impuesto al Patrimonio y regulatorios. Somos bancos internacionales, y en la medida en que desde Uruguay no podemos generar una rentabilidad adecuada, los recursos eventualmente terminan yendo para otras geografías. Este es parte de los desafíos que tenemos: volver la plaza atractiva en términos de rentabilidad.
La rentabilidad en Uruguay no está entre las mejores, aunque de cualquier manera venimos progresando favorablemente a partir de la tecnología en nuestra adecuación del modelo de negocios. Las inversiones en esa área han sido muy significativas, pero eso obviamente tiene un límite si no hay una estructura flexible que pueda acompañar la evolución del negocio.
—Con este gobierno, ¿los bancos se sienten “malla oro” o parte del pelotón?
—Desde la banca venimos acompañando el desarrollo de la economía. Somos un sector que tiene la vocación y la iniciativa de invertir para mejorar sus procesos y mejorar la propuesta de valor.
—¿Pero han conversado con el gobierno acerca de esas cuestiones que le preocupan al sector?
—Tenemos un muy buen nivel de diálogo con el Banco Central y sus autoridades sobre la agenda de temas que nos son relevantes.
—¿Es distinto que con las autoridades de gobiernos anteriores del Frente Amplio?
—Hoy tenemos un muy buen nivel de diálogo.
—¿Cómo les explica a sus jefes en Canadá el conflicto de estos días por los despidos en Citibank Uruguay?
—En Scotiabank tenemos un relacionamiento de diálogo y respeto mutuo con el sindicato, que en Uruguay es un actor relevante. Hemos tenido históricamente nuestras posiciones divergentes, pero de una manera u otra llegamos a soluciones.
Este es un conflicto que cuesta mucho entender y que obviamente no compartimos. Es una decisión estratégica tomada por uno de nuestros colegas y competidores, como es Citibank, que por decisión estratégica decidió a nivel global salir de un determinado negocio, con la ramificación que eso tiene en Uruguay. A los trabajadores les hizo una propuesta que entendemos generosa, que fue aceptada por 26 y otros tres la rechazaron. En ese marco, el sindicato hace extensivo el conflicto a todo el sector privado. No entendemos la lógica de esto, siendo que no hay ninguna posibilidad de que las demás instituciones incidamos sobre una decisión estratégica de Citibank. Como Citibank tampoco puede incidir sobre las decisiones estratégicas que adopten los demás bancos competidores.
—Para entender un poco mejor el conflicto y las posturas: ¿de qué monto es la propuesta económica que se le hizo a los trabajadores de Citibank, que usted señala como generosa?
—No sé el detalle. Lo que sabemos es que Citibank ofreció un paquete de compensación que excedió lo que estrictamente marca la ley. Claramente, el grueso de los trabajadores comprendidos aceptó la propuesta.
—La actividad bancaria está cada vez más digitalizada. ¿Esperan que eso permita reducir el poder sindical?
—Sabemos que el sindicato es un actor relevante; en Scotiabank nunca hemos tenido prácticas antisindicales y, de hecho, hoy en nuestro equipo ejecutivo hay funcionarios que están agremiados y tenemos un mayor nivel de sindicalización que otras instituciones. Nosotros nos regimos en términos de performance y desempeño. Pero, a la hora de un conflicto, esto no puede transformarse en una desventaja competitiva.
- Recuadro de la entrevista
En “unos años” la Caja Bancaria se quedaría sin fondos, “no hay dos lecturas”