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    La guerra comercial y Uruguay: impacto directo “reducido” y posibles efectos por “canales indirectos”

    Ya hay “señales claras de desaceleración global” por el aumento de los aranceles al comercio, aunque los efectos negativos en la actividad económica “se materializarán en la segunda mitad del año”, señala el jefe de estudios para América Latina del Instituto Internacional de Finanzas

    Los anuncios arancelarios del gobierno estadounidense de Donald Trump “sorprendieron por su magnitud” y ya se están visualizando “señales claras de desaceleración global”, aunque los efectos negativos en la actividad económica se materializarán en la segunda mitad del año, afirma Martín Castellano, jefe de estudios para América Latina del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), una organización que integra a más de 400 bancos y otras compañías de la industria financiera mundial. “Desde una perspectiva económica, la historia nos enseña que estos intentos tienden a generar distorsiones, interrumpen cadenas de valor y reducen la eficiencia”, agrega.

    Estima a su vez un impacto directo “reducido” para Uruguay, dado que su vínculo comercial con Estados Unidos (EE.UU.) es relativamente bajo, aunque cree que el país “podría verse afectado por canales indirectos, como una menor demanda externa global y el impacto sobre los precios de los activos financieros”.

    Sobre ese panorama, la posible evolución de los precios de las materias primas y de los flujos de capitales, además de la coyuntura de Argentina y Brasil, Castellanos —un economista argentino que antes de entrar al IIF, en 2011, trabajó en el Banco Central de su país— mantuvo el siguiente intercambio con Búsqueda.

    —Hay muchas interpretaciones sobre los objetivos y la estrategia detrás de las decisiones de política comercial anunciados por el gobierno de Donald Trump en el llamado “Liberation Day”. ¿Cuál es la suya?

    —Las medidas anunciadas sorprendieron por su magnitud. Más que un intento por reformular el comercio internacional, parecen procurar fortalecer la industria nacional. Desde una perspectiva económica, la historia nos enseña que estos intentos tienden a generar distorsiones, interrumpen cadenas de valor y reducen la eficiencia.

    —¿Qué consecuencias cabe esperar a corto y a mediano plazo para el desempeño de la economía global en este entorno de mayores aranceles y tensiones comerciales? ¿Ve factible un escenario de recesión al menos breve?

    —Estamos viendo señales claras de desaceleración global encabezadas por Estados Unidos y China. Si bien algunos indicadores de alta frecuencia reflejan cierta fortaleza por un adelantamiento del consumo, estimamos que los efectos negativos de los aranceles en la actividad económica se materializarán en la segunda mitad del año.

    —Pese a la incertidumbre macroeconómica y política exacerbada por la confrontación arancelaria, el sentimiento global sobre el riesgo se ha deteriorado “solo modestamente en relación con las crisis pasadas”, dice un análisis del IIF. ¿Qué explica esa peculiaridad?

    —La reacción moderada responde en parte a fundamentos aún sólidos en varias economías, liquidez global abundante y la expectativa de que los bancos centrales actuarán para suavizar los impactos. A ello se suma que algunos mercados ven oportunidades en la reorganización de cadenas productivas. Por otra parte, también existe cierta expectativa de que las negociaciones comerciales bilaterales tengan buenos resultados que permitan vislumbrar un escenario menos nocivo para el comercio global y la actividad económica.

    —En un reciente informe LatAm Views señaló que la región podría estar en una posición comparativamente favorable ante los efectos de los nuevos aranceles estadounidenses. ¿Qué factores sustentan esa mirada? ¿Se aplica también a una economía pequeña y abierta como la uruguaya?

    —Desde el IIF identificamos cuatro elementos clave: primero, la apertura comercial limitada en comparación con Europa o Asia, especialmente en Brasil y Argentina. Segundo, una baja exposición directa a las exportaciones hacia Estados Unidos, lo que acota el impacto directo. Tercero, la existencia de tratados de libre comercio, que facilitan un canal de diálogo. Y cuarto, excepciones arancelarias relevantes para la región, como productos energéticos y ciertos metales, aunque esto último posiblemente sea temporario, ya que se encuentra bajo análisis.

    En el caso de Uruguay, el impacto directo también es reducido, con menos de 10% de sus exportaciones dirigidas a Estados Unidos. Además, al ser exportador de materias primas, le resultaría menos desafiante encontrar mercados alternativos. Sin embargo, podría verse afectado por canales indirectos, como una menor demanda externa global y el impacto sobre los precios de los activos financieros.

    —¿Qué perspectivas visualiza en materia de precios de commodities relevantes —alimenticios, minerales y energéticos— para las economías latinoamericanas?

    —Con una desaceleración global en curso, los precios de muchos commodities se verán presionados a la baja. No obstante, los efectos sobre los términos de intercambio variarán según el país. Importadores netos de energía se beneficiarán de un petróleo más barato. En cambio, economías exportadoras podrían enfrentar un deterioro moderado. Aun así, algunos commodities clave para la transición energética —como el cobre— podrían mantener o incluso aumentar su valor. En ese sentido, Chile y Perú están bien posicionados.

    —En este contexto de incertidumbre, también sobre las tasas en EE.UU., ¿qué esperar respecto a los flujos de capitales dirigidos hacia América Latina?

    —La dirección de la política monetaria de la Fed (abreviatura de Reserva Federal estadounidense) sigue siendo un factor crucial, ya que, al final del día, América Latina es altamente dependiente de los factores externos. Aunque los mercados descuentan posibles recortes, cualquier sorpresa puede generar volatilidad, sobre todo en los flujos financieros de corto plazo. En este marco, esperamos una moderación en los flujos hacia la región tras el repunte de 2024. El menor crecimiento global, la incertidumbre comercial y los riesgos fiscales en algunos países están llevando a los inversores a ser más selectivos. Sin embargo, hay oportunidades para la región, y aquellas economías que tengan fundamentos sólidos y avances institucionales —especialmente en sectores como energía, minería y tecnología— seguirán atrayendo capital productivo. Además, el proceso de relocalización global abre una ventana estratégica para América Latina. Creemos que este proceso va a continuar en el tiempo más allá de la incertidumbre actual y una posible reformulación en las cadenas de producción. Los beneficios económicos y las sinergias del proceso de nearshoring son muy grandes y deberían prevalecer en el mediano plazo.

    El gobierno de Javier Milei arrancó con medidas fuertes en lo fiscal y monetario, logrando anclar expectativas, y ahora enfrenta tres desafíos importantes El gobierno de Javier Milei arrancó con medidas fuertes en lo fiscal y monetario, logrando anclar expectativas, y ahora enfrenta tres desafíos importantes

    —Antes de la flexibilización del cepo cambiario en Argentina, un análisis del IIF señalaba que “el ajuste fiscal inicial frenó la inflación, fortaleció el peso y alivió las necesidades de financiamiento público”. ¿Qué desafíos ve ahora, considerando también la proximidad de las elecciones de medio término?

    —El gobierno arrancó con medidas fuertes en lo fiscal y monetario, logrando anclar expectativas. Creo que ahora hay tres desafíos importantes. Primero, empezar a correrse de la discusión diaria sobre el tipo de cambio y focalizarse en la forma de mejorar la productividad de la economía para que Argentina sea más competitiva. Ahora hay un marco claro de política monetaria para guiar las decisiones del sector privado y el tipo de cambio debería fluctuar en línea con esto. La volatilidad cambiaria ahora forma parte de las reglas de juego y habrá que aprender a convivir con ella luego de muchos años de esquemas cambiarios rígidos. Segundo, empezar a pensar cómo fortalecer las instituciones para que la política económica deje de depender del ciclo político. Las elecciones de medio término brindan una oportunidad única en este sentido. Finalmente, hacer un esfuerzo para volver al mercado internacional de capitales permitiría comenzar a hacer el trabajo de administración de pasivos más normal y ayudaría a descomprimir los vencimientos de deuda. Sin duda, los dos primeros aspectos ayudarían a avanzar en este último punto.

    —¿Qué tan preocupante cree que es la actual situación fiscal de Brasil?

    —La preocupación radica menos en los números actuales que en la credibilidad institucional. El nuevo marco fiscal fue un paso importante para recuperar la confianza, pero el éxito dependerá de su aplicación sin alterar metas ni redefinir indicadores. Un incumplimiento tendría un alto costo reputacional, dado que este mismo gobierno impulsó la regla. En cambio, una implementación firme podría estabilizar los mercados, bajar las primas de riesgo y facilitar un retorno al grado de inversión. Sin consenso político para avanzar en reformas duraderas, Brasil corre el riesgo de quedar atrapado en una dinámica adversa: tasas elevadas, presión cambiaria, inflación persistente y menor crecimiento, con riesgos de dominancia fiscal que limitarían la acción del Banco Central.