La cara del conductor televisivo es la de alguien que sufre un dolor intenso y desconocido. Se esfuerza por soportarlo porque está al aire; si estuviera en su casa probablemente se retorcería, lloraría. Quizás lo viste; así se mostraron ante cámaras un par de respetados colegas —Nicolás Batalla y Wilmar Amaral— cuando se sometieron a un dispositivo electrónico que, a través de electrodos colocados en la zona pélvica y lumbar, simula el dolor menstrual, una forma de dar a conocer la endometriosis que hace la sociedad civil Endocomunidad. Después de unos pocos minutos en el nivel medio, ambos admitieron que no serían capaces de trabajar sintiendo ese dolor de manera constante.
Actualmente, desde alrededor de los diez años y hasta la menopausia —cerca de los 51 años—, todos los meses, el cuerpo de la mujer (y de las “personas menstruantes” que se definen de otro género) se prepara para un posible embarazo. Si esto no ocurre, el útero se desprende de su recubrimiento. Esta es la sangre menstrual (en parte tejido uterino), que sale del cuerpo a través de la vagina. En general, las menstruaciones duran entre tres, cinco y hasta siete días. Por la contracción del útero para el desprendimiento, la persona puede sentir dolor en ese órgano, en la espalda baja y en los senos, además de irritabilidad, cambios de humor, jaquecas y cansancio, por lo que leí y me contaron. Como escribió mi compañera de redacción Silvana Tanzi sobre las supersticiones en esta entrega de su newsletter cultural, es una creencia sin fundamento que durante el período menstrual la persona no puede bañarse o lavarse el pelo, ni es cierto que la mayonesa se corte o la leche se ponga agria porque ande cerca una mujer que esté menstruando.
Según calculé a partir de las últimas proyecciones de población hechas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en junio pasado eran 1.022.970 las mujeres de entre 10 y 51 años, un rango aproximado de las edades “menstruantes”. Para los proveedores de toallas higiénicas, tampones y fármacos para los dolores es un mercado atractivo, aunque sobre el costo económico asociado al ciclo menstrual ovulatorio, nada menor, escribiré en una futura edición de esta newsletter.
A su vez, de la Encuesta Continua de Hogares del INE surge que, en el primer semestre del 2025, trabajan aproximadamente siete de cada 10 mujeres de entre 14 y hasta 54 años, los cortes de edades disponibles en las estadísticas.
En 2023, la estadounidense Claudia Goldin ganó el premio Nobel de Economía. Entre sus investigaciones más conocidas está una que publicó junto a Lawrence Katz sobre “el poder de la píldora” anticonceptiva, aludiendo a que su uso les permitió a las mujeres elegir su propio futuro sin temor a un embarazo no planeado, lo cual llevó a que ellas se volcasen más al mercado laboral y a realizar estudios superiores a partir de la década de 1970.
Sobre cómo influye la menstruación en la vida laboral, sin embargo, no encontré ni supieron darme referencias de estudios, mucho menos que sean específicos sobre Uruguay.
Menstruar y trabajar
¿Cómo viven el período menstrual como trabajadoras?
En una anterior entrega de Detrás de los números pedí a las lectoras que contestaran de forma anónima un cuestionario; aunque los datos carecen de la representatividad de una encuesta, pueden ser ilustrativos. Respondieron casi 40 —¡gracias a todas!—, de entre 23 y algo más de 50 años, aproximadamente dos tercios ocupadas en el sector privado y trabajadoras en organizaciones en general medianas o grandes cuyas plantillas están conformadas la mitad o más por mujeres. Varias trabajan de manera independiente.
Según sus testimonios, la gran mayoría no falta ningún día por estar menstruando, varias porque controlan el dolor tomando analgésicos. Otras piden como máximo un día, ocasionalmente, si la están pasando muy mal (algunas dijeron que, en esos casos, trabajan desde la casa).
Cuando no van a trabajar debido a los dolores o la incomodidad causada por el ciclo menstrual, un 46% comunica a sus superiores que es por esa razón y el 54% da otra explicación, un dato que dice mucho sobre nuestro manejo social de este hecho fisiológico natural.
La mayoría afirmó que en sus ámbitos laborales no está contemplado que puedan faltar, trabajar menos horas o hacerlo desde la casa debido al período menstrual, si bien varias señalaron que, aunque no está especificado que ese sea un motivo aceptable para ausentarse, tienen flexibilidad para, por ejemplo, hacer home office algunas veces. “Si los hombres menstruaran habría una ley que les permita faltar a sus responsabilidades durante toda esa semana”, planteó con ironía una de las lectoras en el espacio que dejé al final del cuestionario para que hiciesen comentarios libremente.
Aunque “la menstruación no es una enfermedad, siento bastante dolor durante los primeros días. Una aprende a vivir y llevar las actividades cotidianas con esa molestia/dolor, pero en verdad sería bueno que pudiéramos naturalizar también la idea de que si necesitamos parar y quedarnos en casa algún día durante el período, podamos hacerlo”, propuso otra.
Una se refirió a la presión social, que sienten como una agresión: “Hay una articulación entre una ética del trabajo y el mandato opresivo de que las mujeres tienen que poder con todo (aunque se va desmontando, sigue muy vigente) y prácticas discursivas que sostienen esta forma de violencia”.
Nueve de cada diez tienen en su trabajo un lugar apropiado donde cambiarse el adherente o el tampón (una señaló que se le dificulta vaciar la copa menstrual porque donde trabaja hay un baño con cubículos y las piletas están en un espacio común).
Otra propuso que, como en Reino Unido, en baños públicos o en lugares de trabajo y estudio haya tampones o toallas higiénicas a disposición para “democratizar el acceso” a esos artículos y como solución ante “emergencias”.
En el cuestionario también pregunté si sienten que en su trabajo, de parte de los jefes y de los compañeros y compañeras en general, se presta atención a cómo las afecta el período menstrual. Un contundente 84% contestó que no. “Es muy difícil hablar abiertamente de esto en ambientes donde la mayoría de los trabajadores son varones y se sigue perpetuando la idea de que cuando la mujer está ‘en esos días’ está histérica, irritable, etcétera. Todo se acentúa cuando físicamente hay que hacer un esfuerzo enorme por estar funcional y a nadie le importa en lo más mínimo”, expuso una.
Otra lectora hizo autocrítica: “Sigue siendo un tema del que hablamos poco. Como líder de equipo también tengo que mejorar en priorizar el cuidado del cuerpo y la salud mental, antes que el trabajo, y seguir fomentando estas conversaciones. Pero es difícil”.
Como dijo en abril en La Diaria la argentina Laura Visco, creadora de “Amiga, hablemos de plata” —un proyecto que busca difundir el conocimiento financiero entre las mujeres—, “el mundo laboral fue diseñado para cuerpos lineales, sin ciclos, sin interrupciones, sin pausas. Pero las mujeres tenemos miles. El ciclo menstrual, la maternidad, la menopausia. Todo eso existe, nos atraviesa y, sin embargo, sigue siendo un tabú en la mayoría de los espacios de trabajo. La estructura del trabajo es vertical, rígida, inflexible”.
La productividad
El cuestionario preguntó, en un rango de 0 (nada) y 10 (mucho), cuánto creen que baja su rendimiento o productividad laboral normal estando con el período menstrual. Las respuestas mostraron un panorama variado, pero con tres respuestas más frecuentes: 16% marcó 2; un 14%, 7; y un 24%, 8. Una acotó que el período premenstrual puede doler tanto como la menstruación en sí.
Sumando las horas que le dedican a las tareas no remuneradas familiares (cocinar, limpiar, cuidar los hijos o adultos mayores, etcétera), las mujeres trabajan en promedio más horas que los hombres. Según estimaciones del Instituto Nacional de las Mujeres y ONU Mujeres para el 2021, ellas generaron el equivalente a US$ 9.631 millones de los US$ 61.000 millones que sumó todo el Producto Interno Bruto (PIB) del país en ese año en trabajos de limpieza, cuidados de personas dependientes, de niños y niñas y gestión de los hogares uruguayos.
Casi el 60% dio respuestas en el rango de 5 a 10 para señalar cuánto decae su rendimiento en las tareas del hogar estando en el período menstrual.
¿Aumentaría la productividad y el PIB si en nuestras casas, los centros educativos y los lugares de trabajo hubiesen condiciones más adecuadas y una mejor planificación, contemplando los efectos físicos y psicológicos que padecen ellas con la menstruación? Probablemente sí, y además tendríamos entornos más empáticos.
Agradezco a mis compañeras Federica H., Ana, Victoria, Leticia, Silvana y otras por sus aportes para esta newsletter.
Antes de despedirme hasta dentro de dos semanas te hago una recomendación de lectura, esta vez de Galería: porque viene a cuento y porque me pareció interesante para reflexionar el concepto de la igualdad de género como un camino de liberación mutua planteado por la escritora italiana Francesca Cavallo en esta entrevista con María Inés Fiordelmondo.
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