Breve-historia-de-la-supersticion
El autor estadounidense, que es psicólogo, profesor y conferenciante, afirma que las creencias supersticiosas surgen de miedos arraigados en el ser humano desde hace milenios. “El origen del concepto se encuentra en la antigua Grecia —como mínimo, ya en el siglo IV a. C., y durante los siguientes dos mil años la superstición se consideró lo contrario de las prácticas religiosas que las élites recomendaban—. La palabra a menudo se ha aplicado a prácticas que, todavía hoy, consideraríamos mágicas o paranormales. Y sin embargo, en la actualidad se siguen cultivando versiones de la mayoría de tales prácticas”.
En el Río de la Plata mantenemos algunas creencias que provienen de otras tierras, pero también tenemos las propias con raíces en las culturas precolombinas. Quien las estudió a fondo fue Daniel Granada (Vigo, 1847-Madrid, 1929), un español que se radicó en Uruguay cuando era niño, y aquí estudió, se convirtió en abogado, catedrático en la Facultad de Derecho y profesor en el Ateneo de Montevideo. Además, investigó sobre filología, etnografía, geografía e historia local. Producto de sus estudios, publicó en 1889 el libro Vocabulario rioplatense razonado, y en 1896, Reseña histórico-descriptiva de antiguas y modernas supersticiones del Río de la Plata.
El prologuista de su última reedición de 2003, Ruben Forni, señala que Granada opone, frente a la actitud racionalista de los intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX, “un enfoque que lo lleva a valorar las creencias populares como hechos culturales, a los que no tiene sentido juzgar como verdaderos o falsos”, y agrega que el investigador “no considera el pensamiento mágico como una etapa que precede a la aparición del pensamiento científico, sino como otro sistema de pensamiento que coexiste con él”.
Para Granada, los mitos indígenas se mezclaron con los ritos, creencias y tradiciones del viejo mundo, y esa conjunción la sintetiza de esta manera: “Así en las creencias populares del Río de la Plata hay el caudal indígena y el importado ambos de idéntica naturaleza”.
¿Existen en el Río de la Plata las cuevas mágicas o salamancas? ¿Será verdad que las culebras o las víboras se enroscan en las patas de las vacas y maman de sus ubres? ¿Hay una simpatía para curar la gusanera? ¿Se le puede hacer un daño a una persona? ¿Existe el ojeo? ¿Y el lobizón?
Mi nombre es Silvana Tanzi y esta es una nueva entrega de Algo que quiero contarte. No creo ser muy supersticiosa, pero por las dudas, no abro el paraguas dentro de ninguna casa. Si querés escribirme con tus comentarios o sugerencias, o contarme sobre tus supersticiones, podés hacerlo a [email protected].
—
No recuerdo cómo empezó la conversación, pero posiblemente fue por la sal. Estábamos almorzando con unas compañeras, mientras yo le daba golpes inútiles al salero humedecido, hasta que decidí abrirlo sobre mi mano sin medir las consecuencias. Ahí fue cuando apareció la superstición asociada a la sal, pero ninguna de las allí presentes sabía muy bien si ocurría algo malo por volcarla o si había que tirar el sobrante por encima del hombro. En ese caso, ¿sería del hombro derecho o del izquierdo?
Surgieron entonces cuentos de creencias heredadas y mis compañeras de almuerzo me sugirieron hacer una newsletter sobre supersticiones. Bueno, puede ser, pensé.
Primero me fui a buscar por qué la sal puede traer desgracias. Y me enteré de que en la antigua Roma, la sal era un mineral muy valioso y escaso, entonces cuando se derramaba se consideraba un desperdicio. Hasta allí, algo bastante lógico. Pero después se sumó la creencia de que la sal derramada traía mala suerte, y posiblemente sí la traía en los negocios. El antídoto requería tirar un puñado de esa sal hacia atrás del hombro izquierdo, porque ahí parece que se acomoda el demonio. Hasta el día de hoy, hay personas que no pasan el salero de mano en mano cuando algún comensal lo pide. Aunque no lo sepan, es para que la sal no se derrame y tengan que hacer todo ese ritual para espantar al mismísimo demonio.
Después recordé algunas creencias que me vienen de mi familia. Una es tan rara que no la encontré en ningún lado, así que si la conocés, por favor contame. Es la siguiente: si estás leyendo un libro y dejás momentáneamente su lectura, por ejemplo, para ir al baño, tenés que cerrarlo, de lo contrario, “se te escapan las ideas”. Ese es el misterioso mensaje con el que crecí.
Hay otra creencia más popular y tiene que ver con el poder de la Luna. Conocí a mujeres que no dejaban la ropa tendida de noche a la intemperie porque la Luna ejercía algún maleficio. Cuál era y qué pasaba si usabas esa ropa al otro día, nunca lo supe. Lo cierto es que la literatura recoge esta creencia del influjo de la Luna en las personas y en su destino.
Federico García Lorca dejó hermosas canciones y romances sobre este tema. Uno de ellos es el Romance de la luna, luna, que cuenta, de una forma muy visual, simbólica y misteriosa la muerte de un niño gitano en una noche de luna llena. Allí reunió mitos y creencias populares sobre la muerte y la fascinación que ejerce este satélite personalizado en mujer atractiva y provocadora. Así comienza ese romance:
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira
el niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Acá te dejo el poema cantado por Paco Ibáñez:
Embed - Paco Ibáñez: Romance de la luna (10 de 15).
La impura
¿Cómo no recordar las creencias en torno a la menstruación? Hubo generaciones de adolescentes que no podían bañarse durante el período menstrual y mucho menos lavarse el cabello. Las consecuencias de hacerlo nadie las explicaba, pero al parecer hacía muy mal a la salud. Tampoco nadie nunca explicó por qué la mayonesa cortada o la leche agria se debía a que una mujer andaba menstruando por ahí cerca.
“Cuando una mujer tenga flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre, ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque quedará inmundo hasta el atardecer”, dice el Libro del Levítico en uno de sus largos pasajes que no dejan dudas sobre el origen de la “impureza menstrual”.
Dali-gatos
Dalí Atomicus, de Philippe Halsman y Salvador Dalí.
Dominio público
Pienso ahora en la lista de supersticiones que están muy incorporadas en lo cotidiano y con las que seguro convivís:
- barrer de noche trae mala suerte,
- dejar la escoba detrás de la puerta hace que se vayan rápido las visitas,
- brindar con agua es desgracia (y aburrido, agrego),
- romper un espejo trae desgracia,
- pasar por debajo de una escalera, más desgracia (sobre todo si se cae quien está en la escalera),
- ver que se te cruza un gato negro, aumento de desgracias,
- tocar madera ahuyenta la desgracia.
¿Te acordás de otras? ¿Conocés su origen?
¡Qué mufa, che!
El lunfardo rioplatense adoptó la palabra mufa para describir el malhumor. Hay un tango de Tito Pueblo (Jorge Alberto Sturla) y Luis Zambaldi llamado ¡Qué mufa, che!, con la visión de un tipo muy malhumorado por la impostura del ambiente artístico. Dice en una estrofa:
¡Qué mufa, che!...
Cualquier plomo es un artista,
Y concede entrevista
Al más alto nivel.
¡Qué mufa, che!...
Aguantar declaraciones,
Ganan guita a montones
Dueños del mundo se creen.
Pero en otro significado, la palabra mufa se asocia con una persona que trae mala suerte a los demás y va por la vida sin darse cuenta. El caricaturista argentino (Guillermo) Divito creó un personaje memorable, protagonista de una tira de la revista Rico Tipo: Fúlmine.
Alto y delgado, parece siempre salido de un velorio. Negro es su sombrero de copa (que tapa su pelada), negro es su traje y su paraguas. Pero su gran nariz no es negra. A él no le ocurre nada malo, pero a su paso va dejando una serie de estragos que siempre aparecían en la última tira de la historieta como resumen.
En este personaje se inspiró Arotxa para caricaturizar al expresidente Jorge Batlle en su libro We are fantastic (Gota, 2021). Allí reúne una selección de caricaturas que realizó durante la presidencia de Batlle (2000-2005), cuando el país vivió la crisis económica más severa de su historia.
Batlle con gatos negros que le salen al cruce es la que más me gusta.
Jorge Batlle como Fulmine
Hay otras creencias en gente que sí puede hacer un daño a otra en forma consciente. Y esas creencias las recoge Daniel Granada en su libro sobre las supersticiones. Para él, pueden tener origen en los indios de Arauco.
“No solamente con hierbas, con bocados o bebedizos y conjuros, puede hacer daño una persona a otra (...). Puede una persona con solo la vista, causarle todos estos males. A este modo de dañar se le da el nombre de aojo o aojamiento o mal de ojo; pero en el Río de la Plata le llaman vulgarmente ojeo, y por aojear dicen ojeo”, señala el investigador, atento e interesado por el uso de las palabras.
Y como no podía faltar, las mujeres tienen siempre su cuota maldita. Agrega Granada:
“Médicos y fisiólogos hubo que, si bien tuvieron por una mera superstición la creencia en el mal de ojo, admitían sin embargo, que algunas mujeres, en tales ocasiones, eran capaces de hacer daño a los niños y personas delicadas o compuestas de malos humores. Ni dudaron un solo punto que las mujeres que se hallaban en tal estado empañasen con la luz de sus ojos el espejo a que se miraban”.
Por suerte también investigó la figura del brujo, que no bruja, capaz de transformar a las personas en animales. En ese contexto, analiza la creencia de individuos que al ser mordidos por lobos, se convertían en hombres lobos. “Esta creencia constituía la enfermedad imaginaria conocida con el nombre de licantropía y también de manía lupina”.
En el Río de la Plata tenemos al lobizón (o lobisón), que proviene de la mitología guaraní, transmitida por chamanes y narradores. Según esta cosmogonía, el lobizón es el séptimo hijo de Tau y Keraná, una pareja maldita que representa el origen del mal. Este hijo maldito se transforma cada viernes de luna llena. Pero la creencia en hombres lobos o en los criollos lobizones viene de lejos. Ya circulaba en la mitología griega y quienes lo han investigado piensan que se trasladó a América por españoles y portugueses.
Yo tiendo a ser muy racional y deposito mi fe en los avances científicos que hacen que los seres humanos vivamos mejor. Sí, claro, la deposito hasta que miro las noticias todas las mañanas. En ese momento, me viene algo de pensamiento mágico, entonces cruzo los dedos y toco madera.
—
Antes de despedirme, te recomiendo esta nota de Federica Ham al escritor argentino Federico Falco, autor de la exitosa novela Los llanos, que estuvo por acá en la Feria del Libro.