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Magali O'Neill Landauer, chef de Enjoy: “Mi primer evento lo hice a los ocho años para 20 personas en casa”

Edad: 49 • Ocupación: Chef ejecutiva de Enjoy Punta del Este • Señas Particulares: Tiene nueve hermanos, en la cocina sus compañeros la llaman mamá, todas las noches pone música suave y hace un resumen del día, da de comer a grandes celebridades sin ponerse nerviosa

Redactora de Galería

¿Cómo se organizaban siendo nueve hermanos?
Aprendí un montón, fue mi base. Papá tenía todo estructurado. Tenía un libro de cuentas, que lo tenemos hasta hoy, en el que anotaba todo lo que comprábamos al peso y a la cotización del dólar del día y hacía el cierre del mes. En Punta del Este no había supermercados mayoristas. Mis padres tenían la planificación tan armada que hacían un pedido mensual a Montevideo que venía en camión con toda la comida. Después, una vez a la semana papá iba a Montevideo a trabajar y traía la parte de las proteínas. En la época del colegio hacían un pedido a Montevideo y venía un camión con los útiles y libros para los nueve.

¿Siempre vivió en Punta del Este?
Somos de Montevideo; hasta mí, nacimos en Montevideo. Mis hermanos más chicos nacieron todos en Punta del Este. Tenía un año cuando nos mudamos. Era otro Punta del Este, era como José Ignacio hoy en día, vivía el cura, el comisario y dos o tres familias. En la escuela éramos entre 10 y 15 por clase. Siempre vivimos en la península, en el faro.

¿Habitualmente eran 11?
Más, porque siempre había alguien extra a la familia. A mis padres les gustaba mucho ayudar a los vecinos y a los niños que estaban en el asilo. Entonces teníamos dos hermanos más, a los que íbamos a buscar al asilo y pasaban el fin de semana con nosotros.

¿Su familia es religiosa?
Mamá era atea a muerte, después se casó con papá, que era ministro de la Eucaristía y se convirtió. Teníamos una cercanía muy grande con la Iglesia católica. El obispo iba a comer a casa. Pero la cantidad de hermanos no fue un tema religioso, mi mamá siempre quiso tener 17 hijos. Perdió cinco así que anduvo cerca.

¿Es espiritual?
Creo en Dios, pero también en el crecimiento personal. Hace mucho tiempo que al acostarme pongo música suave o de agua y hago un resumen de lo que hice en el día: lo que hice bien, lo que tendría que mejorar, lo que podría haber hecho distinto, y me duermo en paz.

¿Su amor por la gastronomía nació en su casa?
Viene de mi mamá. Siempre me colaba en la cocina cuando era chica. Mis bisabuelos maternos eran belgas franceses y tenían arraigada la cultura de la gastronomía y la unión familiar alrededor de la comida y el cocinar. Recuerdo salir a juntar caracoles a la playa, purgarlos por tres días y comerlos, que era algo muy raro en la época. Cuando hacían strudel de manzana, todos estirábamos la masa con las manos, tenía que quedar superfinita. Siempre digo que mi primer evento lo hice a los ocho años para 20 personas en casa, hice todo casero.

Su camino gastronómico no siempre estuvo claro, en un momento quiso ser concertista de piano.
Cuando terminé la secundaria, había hecho paralelamente profesorado de piano e iba a ser concertista. Tengo el piano en el cuarto. En verano tengo poco tiempo para tocar pero para mí es como salir a correr o a caminar, me equilibra. Mi hijo, que tiene 23 años, está estudiando producción de música y va a estudiar piano. Yo le toqué el piano desde el primer día que me enteré que estaba embarazada.

¿A qué escuela fue?
Íbamos todos a la 5. Éramos tan pocos en la escuela que los días de lluvia el ómnibus nos esperaba en la puerta de casa para que no nos mojáramos.

¿Ahí se enamoró de Punta del Este?
Fui a estudiar a Montevideo y tuve la opción de quedarme, pero no cambio Punta del Este por nada.

La describen como una persona positiva, alegre. ¿Es así?
Siempre, la vida es para disfrutarla. Mi filosofía es vivir el día. La vida te golpea en ciertos aspectos, mamá y papá ya no están; hoy estamos y mañana no, ¿por qué vamos a hacernos mala sangre? Cuando entro a la cocina me revoluciono y eso se disfruta y se contagia. Y si uno está a cargo de mucha gente y tiene una energía linda, la cosa fluye naturalmente.

Su trabajo como chef ejecutiva de Enjoy Punta del Este debe tener sus niveles de estrés. ¿Cómo lo maneja?
La verdad que no. En los equipos fluye todo naturalmente y no solo yo estoy aprendiendo constantemente y tratando de buscar cosas nuevas, el resto del equipo también. Los ves que disfrutan como uno y eso no tiene precio.

¿Cómo corta con el trabajo?
Tengo mi vida fuera totalmente. Me levanto de mañana, hago pilates hace 14 años, lunes, miércoles y viernes. Martes y jueves, salgo a caminar o correr. Estoy en actividad constante. Con mi familia, que somos bastantes, nos reunimos siempre. Viene en camino el sobrino 19. Cada reunión de familia es como el equilibrio total. Y tengo mis amigas de la infancia.

¿Se imagina en otro lugar?
Me han hecho propuestas que estuve a punto de cerrar y no las cerré porque mi hija a último momento se echó para atrás, era chica y no quiso ir. La familia tira. Lo que hago es organizarme, hacer cursos online sobre las últimas técnicas y viajar en mis vacaciones a cocinar en otros lados y hacer intercambio cultural. Me voy a Venecia, me voy a Burano, para traer técnicas nuevas y poder aplicarlas acá.

Hizo su carrera en Enjoy Punta del Este. No es simplemente un trabajo para usted, ¿o sí?
No, me divierto. Me presenté dos veces a trabajar cuando recién abrió. No pude entrar y terminé entrando a hacer la pasantía de la Escuela Técnica de Gastronomía. Cuando la terminé, me presenté con el chef y le pregunté si podía seguir viniendo al hotel, que no me importaba cobrar, que quería aprender. Me miró como si estuviera loca, pero me dijo que sí y trabajé dos meses hasta que hicieron el llamado de gente para la temporada y me tomaron.

¿Qué significa el espacio de Las Mesitas en la península para ti?
Es mi lugar en el mundo. Aprendí a gatear en Las Mesitas.

¿Qué desafíos la han hecho crecer como persona?
Mi divorcio me dio fortaleza, tuve que salir adelante con los chicos sola. Sara tenía tres años y Tomi ocho. Fue un desafío pero me daban energía, y tuve el apoyo de mis hermanos las 24 horas. Coincidió con una etapa de crecimiento en el hotel en que pasé a ser la chef del restaurante St. Tropez.

¿Imaginó ocupar este lugar cuando empezó con la gastronomía?
Nunca. Primero porque me fue difícil entrar a la gastronomía, era mujer y en ese momento los jefes eran hombres y extranjeros. Cuando se iban los chefs italianos en St. Tropez quedaba a cargo de la cocina. Un diciembre, se había ido un chef y me llama el director de Alimentos y Bebidas a preguntarme si me animaba a agarrar el restaurante porque no conseguían un chef italiano. Acepté y fue alucinante. Al terminar la temporada me llamaron de nuevo y me dijeron que no era que no habían conseguido chef, que me habían puesto a prueba, y me ofrecieron el contrato. Fui la primera mujer y la primera uruguaya a cargo del restaurante. Me pasó de vuelta cuando me ofrecieron ser la chef ejecutiva, y estar a cargo de todas las cocinas. Claro que lo más importante es el equipo humano, me toca un rol diferente pero somos todos un equipo.