Las Navidades uruguayas no son como las de las películas, con muñecos de nieve y patinaje sobre hielo, sino más bien todo lo contrario. El clima es muy agradable, pero a veces atenta contra la preparación de cenas navideñas demasiado elaboradas.
Ideas ligeras y fáciles que combinan creatividad y frescura con la intensidad de los sabores festivos
Las Navidades uruguayas no son como las de las películas, con muñecos de nieve y patinaje sobre hielo, sino más bien todo lo contrario. El clima es muy agradable, pero a veces atenta contra la preparación de cenas navideñas demasiado elaboradas.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl calor no hace atractivo pasar horas en la cocina cerca de los fuegos; la gente quiere estar al aire libre disfrutando del sol, y las altas temperaturas quitan las ganas de elaborar menús pesados. Esto a veces se contrapone con las tradiciones de un pueblo de inmigrantes como el uruguayo, que arrastra las costumbres de sus antepasados europeos, acostumbrados a Navidades frías.
Acá, la Navidad no se viste de nieve, sino de aromas cítricos, frutas sabrosas y platos ligeros, incluso algunos fríos. Qué mejor manera de celebrar estas fiestas que con un banquete pensado para el calor. Desde una sutil pavlova rellena de frutas, hasta una ensalada deliciosa y decorativa, un digestivo cítrico casero y unos refrescantes tragos con vermut o grappamiel. A continuación, seis recetas para vivir una Navidad refrescante.
La pavlova es un postre elegante y liviano que combina merengue, crema y frutas frescas. Su base de merengue debe ser crujiente por fuera y cremosa por dentro, lo que le da una textura única e irresistible. Este clásico de la repostería no solo destaca por su sabor dulce y fresco, sino también por su presentación: un lienzo blanco, delicado, adornado con frutas coloridas.
El origen de la pavlova es incierto y se debate entre Australia y Nueva Zelanda, pero ambos coinciden en que su nombre es en honor a Anna Pavlova, la reconocida bailarina rusa que brilló en el siglo XX y visitó los dos países en la década de 1920. Los neozelandeses aseguran que se inventó en el hotel donde se alojaba, mientras que los australianos atribuyen su creación al chef Herbert Bert Sachse, que había sido contratado en un hotel para idear un postre diferente. En tanto, algunos historiadores señalan que los orígenes se remontan a la Europa del siglo XVIII, con influencias de prácticas culinarias árabes, donde ya se trabajaba el jarabe de azúcar con claras de huevo.
Más allá de su procedencia, la pavlova es un postre ideal para las fiestas navideñas en países cálidos como Uruguay, gracias a su frescura y versatilidad. Se puede combinar con variedad de frutas, como frutilla, kiwi, frambuesas, arándanos, ciruelas, durazno, maracuyá, o incluso con un toque cítrico de curd de limón o naranja. Es una opción perfecta para quienes buscan un postre libre de harina.
Ingredientes
(Para 6-8 porciones)
200 g de azúcar blanca
100 g de claras (a temperatura ambiente)
½ cdta. de vinagre de alcohol
1 pizca de sal
¼ cdta. de esencia de almendras o vainilla (opcional)
Procedimiento
Separar las claras de las yemas, asegurándose de que no quede ni una gota de yema en las claras. Este paso es fundamental. Preparar una asadera con papel
manteca o placa de silicona y precalentar el horno a 100 °C.
Batir las claras con una pizca de sal. Cuando comiencen a tomar estructura, añadir el azúcar en forma de lluvia, poco a poco. Incorporar el vinagre y seguir batiendo hasta que la mezcla esté brillante y se formen picos suaves con elasticidad; es decir, que no queden completamente rígidos.
Para una pavlova grande, volcar el merengue en el centro de la asadera y, con la parte trasera de una cuchara o una espátula, darle forma circular de adentro hacia afuera. Para pavlovas individuales, volcar pequeñas porciones de merengue, ahuecándolas con una cuchara o formando discos con una manga.
Hornear a 100 °C durante 1 ½ a 2 horas, asegurándose de que las pavlovas permanezcan blancas. Estarán listas cuando estén secas al tacto.
Dejar enfriar a temperatura ambiente antes de retirarlas de la silicona o de despegar el papel manteca.
Para el relleno se puede usar crema batida, crema pastelera, curd de limón o naranja y todo tipo de frutas. Para los amantes del dulce, se puede incluso hacer con dulce de leche y frutillas.
Nota del autor: un detalle crucial para disfrutarlo en su máximo esplendor es colocar el relleno justo antes de servir, ya que la humedad puede afectar la textura del merengue.
El trifle es una de esas preparaciones dulces que nunca pasan de moda gracias a su sencillez y la posibilidad de adaptarlo a cualquier estación del año. De origen inglés, este postre en capas combina distintos ingredientes que se alternan en un copón o bowl transparente, lo que lo convierte en una delicia visual, además de gustativa.
La receta del trifle tiene una larga historia, que se remonta al año 1596, cuando se registró por primera vez en The Good Huswife’s Jewell, un libro de cocina en el que se describe como una crema batida aromatizada con jengibre y agua de rosas. Con el tiempo, la receta evolucionó con la incorporación de huevos, crema pastelera y gelatina, dando lugar al postre que disfrutamos hoy.
Su preparación consiste en capas de bizcocho, que pueden ser plantillas, torta de manteca o incluso sobras de un bizcochuelo, mojadas con licor —como jerez, oporto o madeira— o con almíbar o jugo de fruta en las versiones sin alcohol. Estas capas se van intercalando con varias cosas: crema batida, crema pastelera, lemon curd, gelatina, frutas frescas (duraznos, frambuesas, cerezas o cualquier fruta de estación) y, en ocasiones, algún toque crocante, como frutos secos o merengue triturado.
Lo hace único su capacidad de combinar diferentes texturas y sabores, la acidez de la fruta, con lo suave de la crema, lo húmedo del bizcocho y lo crocante de los toppings.
Aunque tradicionalmente es un postre navideño en países de habla inglesa, donde se presenta como una alternativa más liviana al clásico Christmas pudding, su frescura lo convierte en una opción ideal para los días de verano en las zonas cálidas. Es fácil de personalizar según los ingredientes disponibles, permitiendo incluso versiones más jugadas como trifles de chocolate con mousse o variantes inspiradas en el tiramisú.
Ingredientes
(Para un copón grande)
2 budincitos de vainilla (pueden ser comprados en el supermercado) cortados en cubos, o 1 receta de torta fácil de vainilla, o plantillas
1 kg de duraznos frescos (en gajos). Si se usan duraznos en lata, cambia mucho el sabor.
2 bandejitas de frambuesas o frutillas
500 ml de crema de leche
½ a ¾ tazas de azúcar impalpable (ajustar según preferencia de dulzor)
1 cdta. de esencia de vainilla
1 taza de agua
½ taza de azúcar
Un chorrito de ron o algún licor
Procedimiento
En una ollita, mezclar el agua, el azúcar y el ron. Llevar a hervor y cocinar de 5 a 10 minutos. Retirar y dejar enfriar.
Batir la crema de leche. Agregar el azúcar impalpable en forma de lluvia y la esencia de vainilla. Continuar batiendo hasta que las paletas marquen la crema.
En el fondo del copón, colocar una capa de torta en cubos y humedecer con el almíbar preparado. Sobre esta, agregar una capa de frutas y luego una capa de crema.
Repetir las capas en el mismo orden y terminar con crema en la superficie. Decorar con duraznos y frambuesas (o con la fruta utilizada).
Llevar a la heladera por unas horas antes de servir. El trifle se intensifica en sabor si reposa en frío.
Nota del autor: Se puede personalizar agregando crema pastelera, curd de limón o naranja, o incluso reemplazando la torta de vainilla por una de chocolate, se puede incluir alguna mousse, dulce de leche, praliné. ¡Las combinaciones son infinitas!
La ensalada caprese es un clásico de la cocina italiana que combina tomates frescos, mozzarella de búfala, albahaca y un toque de aceite de oliva. Es un plato liviano, lleno de sabor e ideal para el verano, por su frescura. El rojo vibrante del tomate y el verde intenso de la albahaca, los clásicos colores navideños, convierten esta ensalada en una opción perfecta para estas celebraciones. Cuando el calor invita a elegir comidas más livianas, esta preparación originaria de la isla de Capri, en Italia, es una muy buena opción. Sencilla y contundente, se convierte en una de las preferidas para compartir en familia.
Ingredientes
(Rinde 8 porciones)
2 atados de albahaca (aproximadamente 100 g)
100 g de queso parmesano
50 g de nueces
150 ml de aceite de oliva
Sal, a gusto
600 g de tomates cherry
250 g de bolitas de mozzarella u otro queso cremoso y suave
Procedimiento
Separar las hojas de albahaca de los tallos, reservando un tercio de las hojas más lindas para decorar. Procesar la albahaca restante junto con el queso parmesano, las nueces, el aceite de oliva y una pizca de sal, hasta obtener una crema. Guardar el pesto en un frasco hasta su uso.
Para armar la ensalada, untar el pesto de albahaca en una fuente redonda, dibujando una forma de corona. Esparcir encima las hojas grandes de albahaca reservadas. Colocar tomates cherry enteros sobre las hojas de albahaca, formando una corona prolija. Agregar encima tomates cherry cortados en mitades.
Decorar con las bolitas de mozzarella y las hojas de albahaca más pequeñas. Condimentar con un poco más de aceite de oliva, aceto balsámico y sal a gusto.
Notas del autor: es muy versátil y puede ajustarse a la cantidad de porciones necesarias. Para transportar la ensalada, colocar un bowl en el centro y cubrir con film para mantener la forma de la corona. En el caso de no encontrar bolitas de mozzarella fresca, se puede usar un queso cremoso tipo Colonia o similar y hacer las bolitas con un sacabocado. El pesto casero que va debajo puede prepararse con varios días de anticipación, da estabilidad a la preparación y evita que se desarme la corona, además de aportar humedad y sabor. Se puede hacer con otros vegetales, siempre y cuando permitan mantener la forma de corona. Es fácil de hacer, incluso con la ayuda de niños, y acompaña bien cualquier menú navideño.
El limoncello es uno de los licores más emblemáticos de Italia, especialmente en el sur, donde es muy común que se elabore de forma artesanal. Tiene un color amarillo intenso y un sabor dulce con inconfundibles notas cítricas.
Su origen exacto es un misterio. Algunos atribuyen su creación a María Antonia Farace, que regenteaba una pensión en Capri a finales del siglo XIX e invitaba a sus huéspedes con una copa de licor que ella misma elaboraba con los limones de su jardín. Más tarde, su nieto popularizó la receta al vender el licor en un bar cercano, y su bisnieto registró oficialmente la marca en 1988.
Otras versiones sitúan el origen en el siglo XIX en las provincias de Sorrento y Amalfi, donde se dice que los pescadores y agricultores lo usaban para combatir el frío. También se cree que su origen podría remontarse a los frailes de un convento de la misma época.
Lo que sí es indiscutible es el método tradicional de elaboración. El licor se prepara a partir de la maceración de cáscaras de limón en alcohol puro o en bebidas como vodka o grappa, quitando cuidadosamente la parte blanca del limón para evitar su amargor. Después de un periodo de maceración, de aproximadamente 20 días, se retiran las cáscaras y se incorpora un almíbar de agua y azúcar. Tras un mes de reposo en botella, el limoncello está listo para ser disfrutado. Nunca se utiliza jugo de limón en su preparación, el secreto está en extraer el sabor y aroma de las cáscaras.
Habitualmente se consume frío, como digestivo después de comidas abundantes, sirviéndose sin hielo para preservar su intensidad. Se recomienda mantenerlo en la heladera. Es ideal para disfrutarlo en una cálida noche de verano o tras una comilona.
Ingredientes
(Rinde aproximadamente 1 litro)
2 tazas de agua
1 ½ tazas de azúcar
750 cc de vodka
Cáscara de 6 limones (sin la parte blanca)
Procedimiento
En un recipiente de vidrio, combinar el vodka con las cáscaras de limón. Tapar el recipiente y dejar macerar en un lugar fresco y oscuro durante 10 a 15 días.
Preparar un almíbar liviano calentando el agua con el azúcar hasta que esta última se disuelva por completo. Retirar del fuego y dejar enfriar.
Una vez finalizado el tiempo de maceración, retirar las cáscaras del vodka y agregar el almíbar enfriado. Mezclar bien.
Nota del autor: servir frío en copitas pequeñas, ideal como aperitivo o digestivo después de las comidas.
A la hora de refrescarse y celebrar, otro clásico navideño son los cócteles. Sin embargo, las altas temperaturas uruguayas a fin de año hacen que algunos cócteles tradicionales en las Navidades del hemisferio norte, como el eggnog (hecho con yema de huevo, azúcar, especias y licor de whisky o ron) y el glogg (ponche escandinavo a base de vino tinto y especias que se sirve caliente), no sean los más adecuados.
Aquí se opta por opciones más frutales y ácidas. Son muy populares los tragos con vino blanco, como el aperol spritz, los cócteles a base de espumante, sidra, y también el clericó, mojito y gin tonic. A continuación, compartimos la receta de dos tragos ideales para la Navidad.
Ingredientes
(Rinde 1,5 litros)
750 ml de grappamiel (la de la casa es Rosa Negra)
750 ml de jugo de pomelo rosado
Gotas de bitters aromáticos de Angostura
Ramas de romero
Flores comestibles
Rodajas de cítricos
Procedimiento
En una ponchera grande, colocar el vino, el jugo de pomelo y las gotas de bitters aromáticos. Añadir abundante hielo y mezclar suavemente con una cuchara.
Decorar con flores comestibles, ramas de romero y rodajas de cítricos. Servir bien frío.
Ingredientes
(Para 1 cóctel)
50 ml de vermut rojo (el de la casa es el Vermut Flores)
10 ml de Campari
10 ml de jugo de lima
Agua tónica, para completar
2 aceitunas verdes sin carozo
Procedimiento
En un vaso largo o una copa, combinar el vermut, el Campari y el jugo de lima. Mezclar bien antes de añadir el agua tónica para conservar las burbujas.
Decorar con las aceitunas ensartadas en un palillo y servir de inmediato.