Lejos de eso, hay varias cuestiones por las cuales las autoridades miran con preocupación el consumo entre los adolescentes de estas bebidas, analcohólicas pero excesivas en azúcar y cafeína. Primero está el incremento notorio de este comportamiento: el 81,8% de los jóvenes entre 13 y 17 años las ha probado alguna vez en su vida, 65,9% en el último año y 36,9% en el último mes, según la X Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en Estudiantes de Enseñanza Media, presentada la semana pasada, correspondiente a datos de 2024. En la medición anterior, de 2021, estos porcentajes eran 72,2%, 54,4% y 32,2%, respectivamente.
No solo eso, a diferencia de otros casos, cuando el consumo crece a la par de los adolescentes, acá esta magnitud entre los más chicos avanza al mismo tiempo que entre los más grandes en la muestra estudiada.
“Las (bebidas) energizantes son una de nuestras principales preocupaciones en la población adolescente, en particular por el alto contenido de cafeína que contienen”, dijo a Búsqueda la socióloga Jessica Ramírez, investigadora del OUD. Una lata de estas bebidas equivale a cuatro tazas de café —por decreto no pueden superar los 20 miligramos de cafeína cada 100 mililitros— o a 20 cucharaditas de azúcar. Una sola lata puede tener más del doble de la dosis diaria de azúcar recomendable, añadió esta experta. Otro componente, el guaraná, aporta todavía más cafeína.
“De hecho, que se las llame ‘energizantes’ llama a confusión, deberían ser consideradas ‘estimulantes’”, agregó.
Desde 2018, las bebidas energizantes han ido ganando terreno de forma notoria. Fue en la encuesta de ese año, la octava, que comenzó la pendiente ascendente: para ese entonces el 57,6% había tomado alguna vez, 39,3% durante el último año y 19,5% el anterior mes. Las mediciones anteriores del OUD, de 2016 y 2014, no habían registrado grandes modificaciones de comportamiento.
En seis años, el consumo habitual (durante los últimos 30 días) de bebidas energizantes casi se duplicó entre los liceales.
Según había publicado la SND en junio, a nivel mundial entre el 30% y el 50% de los adolescentes y jóvenes consumen estas bebidas, proporciones mucho más bajas que en Uruguay. “No sabemos bien qué pasó acá, quizá aumentó la promoción. Luego está el efecto contagio. Los grupos de pares son muy fuertes”, agregó Ramírez.
Los varones toman más que las mujeres: en 2024 el 68,9% de los chicos había probado en el último año contra un 63% de las mujeres. Pero esta brecha se ha acortado notoriamente: en 2018 la diferencia por género era de 16,4 puntos porcentuales.
Mezcla complicada
Marcela es guía turística. Trabajar con un grupo de liceales puede ser un placer o una pesadilla. Y si hay bebidas energizantes de por medio, el placer de arrancar paseos por la mañana puede convertirse en una pesadilla en la tarde.
“No es solo que los acelera. Cuenta más lo estético, la pose. Es como un prohibido que está permitido, porque lo toman como una travesura, aunque vos no podés decir nada porque no está prohibido que tomen, a diferencia del alcohol. Y se ponen bastante insufribles, sobre todo los varones, que se hacen los langas como si fueran yankees con una cerveza”, cuenta.
Estas bebidas no están prohibidas para menores, tienen una presentación colorida y son, para el paladar adolescente, frescas, dulces y ricas. Difícilmente los chicos a esta edad se sientan atraídos con un amargo café, pero las Monster, Speed, Red Bull, Baly o Rockstar son otra historia. “Generan un efecto placentero que también genera dependencia”, afirmó a Búsqueda la toxicóloga Alba Negrín, de la SND.
El 57,2% de los liceales que las consumen lo hacen por su sabor, un 39,9% busca en ellas “el efecto” (no dormirse, aguantar más despierto, sentir más energía) y un 15,9% reconoce la influencia del grupo de pares, según el informe de la OUD. Las respuestas podían ser múltiples.
Y la percepción de riesgo es baja. Muy baja, apuntó Ramírez. Incluso muchas veces se suma la confusión con las bebidas deportivas isotónicas, tipo Gatorade. El incremento de consumo de bebidas energizantes o estimulantes también se ve reflejado en las ventas: con más de cuatro millones de litros vendidos, en 2024 se comercializó un 40% más que el año anterior, según publicó El Observador en enero de este año.
El alcohol y las energizantes van a la par entre los adolescentes. La gran preocupación de las autoridades es cuando se mezclan. La combinación de ambas aumenta hasta por tres la posibilidad de sufrir una intoxicación alcohólica aguda, señaló el toxicólogo Antonio Pascale. Las energizantes “enmascaran”, por decir de alguna forma, los efectos del alcohol, que es un depresor. Una estimula la actividad cerebral; el otro la disminuye.
Un 9,4% de los encuestados admite que las toma mezcladas con alcohol, casi uno de cada diez. Es el mismo porcentaje que argumenta que bebe “para hacer deportes”.
“La cafeína, asociada a bebidas destiladas, lleva a una menor percepción subjetiva de la embriaguez. El joven queda siempre en la primera fase (del alcoholismo): la inhibición”, agregó Pascale. El chico sigue tomando, sin percibir el efecto depresor, hasta que se intoxica.
Prohibición
Permitidas para menores, que las consumen masivamente y tienen una baja percepción del riesgo, estas bebidas favorecen el surgimiento de problemas cardiovasculares, aumento de la presión arterial, problemas gastrointestinales y problemas psicológicos como insomnio, nerviosismo e inquietud. Convulsiones, vómitos, taquicardia e hiperactividad son síntomas corrientes. “Yo he conocido casos de niños que no duermen, que se pasan tomando para jugar toda la noche a la Play (Station)”, afirmó Negrín.
En un país donde tres de cada diez adolescentes entre 13 y 15 años tiene sobrepeso, el consumo extendido de estas bombas líquidas azucaradas alimenta esta preocupación.
Además de este estudio de la OUD, otra investigación impulsada por el doctor en Psicología Paul Ruiz, docente de la Universidad de la República (Udelar), especializado en los efectos de sustancias psicoactivas en el sistema nervioso, arrojó que el 80% de quienes consumen estas bebidas lo hacen para “tener más energía y mejorar el rendimiento físico”. Un 75% señala que quieren energía “extra” para salir “de fiesta o divertirse”.
Esas son expectativas positivas. Ruiz afirma que los consultados —unos 200 adolescentes en una muestra que va creciendo— no desconocen los efectos nocivos que pueden representar los excesos de cafeína y azúcar. “Pero igualmente prefieren consumirlo porque priman las expectativas positivas”, le dijo a Búsqueda.
Ruiz es de la idea de prohibir la venta de bebidas energizantes a menores, tal como pasa con el tabaco, el cannabis y el alcohol. “Además de prohibir, hay que regular, porque la prohibición por sí sola no sirvió en ninguna parte del mundo”, añadió. El experto lamenta que en la JND “no se crea necesaria” una prohibición.
Según dijeron a Búsqueda fuentes del Ministerio de Salud Pública, hoy "no está en agenda" una restricción para los adolescentes del consumo de energizantes.
En junio, la ministra Cristina Lustemberg afirmó públicamente que la cartera trabajaba en la regulación y “educación” en torno a estas bebidas. Lo dijo el mismo día en que el gobierno derogó dos decretos de la administración de Luis Lacalle Pou que flexibilizaban el combate al tabaco.