La Asociación Uruguaya de Educación Católica dice que recibió varios llamados “desesperados” de instituciones y que algunas “confirmarán sus peores temores”
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáParte de la educación privada atraviesa un momento delicado. Al cierre de tres colegios en Montevideo –informados a fines de diciembre por El Observador– se suman otros varios que evalúan seguir ese mismo camino este año. Los centros que aparecen más comprometidos comparten algunas características: suelen ser instituciones de pequeño y mediano porte, con menos de 300 alumnos, y del área metropolitana. Los motivos son diversos: los hay financieros, de gestión y casi todos acentuados por la crisis desatada por el Covid-19. Aunque también late detrás de todas ellas un “denominador común” que es demográfico: una baja matrícula que responde al desplome de la natalidad que impacta en toda la educación nacional, pública y privada.
“Hay desafíos nuevos, como la baja natalidad que está impactando muy fuerte en la educación inicial” y este fenómeno redunda en una pérdida de inscripciones escolares que afecta al sistema en su conjunto, explicó la presidenta del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Virginia Cáceres, en una reciente entrevista. Según reportó la ANEP, en 2022 cayeron un 22% las inscripciones en los niveles de tres años, de inicial.
Si bien no hay registros sistemáticos en el sector privado, la curva demográfica descendente en Uruguay explica, en parte, que la matrícula de los colegios caiga en términos globales cada año. De hecho, entre 2025 y 2030 Uruguay tendrá la matrícula escolar más baja desde que existen registros, producto del declive de la fecundidad —en particular, la adolescente—, según las proyecciones de ANEP.
En ese contexto, la caída de la matrícula en la educación inicial registrada en los dos últimos años rondó el 10% y no respondió a una disminución de la cobertura ni al traspaso de alumnos al sector privado, sino al impacto de la baja de la cantidad de nacimientos en Uruguay muy acentuada en 2016, cuando se produjo un descenso de 25,4%.
Actualmente, la tasa de fecundidad en Uruguay se ubica en 1,4 hijos por mujer —cifra inferior a la fecundidad de reemplazo, de 2,1—, con un total de 35.000 nacimientos por año en promedio. A principios de la década de 2000 superaban los 50.000. Informes oficiales en revisión proyectan 65.500 escolares menos al terminar esta década.
Más allá de estas y otras circunstancias —incluidas pandemia y crisis–, la relación de la cobertura entre el sistema educativo público y privado se ha mantenido estable en los últimos 30 años. El grueso de los estudiantes en Uruguay acude a centros estatales: 83% del total de la matrícula desde formación inicial hasta bachillerato. La participación privada representa el 17%.
Sin embargo, las cifras generales esconden realidades distintas y esa heterogeneidad de los casos explica, en parte, el descenso de las inscripciones en los colegios, reflejando la complejidad de un fenómeno en el que se entrecruzan factores demográficos, socioeconómicos, pedagógicos y políticos.
El Observador informó que al menos tres colegios ubicados en distintos puntos de Montevideo notificaron a la ANEP el cese total de sus actividades: el Ceija, de Paso de la Arena, el New Zealand, de Carrasco, y el Centro de Educación Integral Constructivista (CEIC), de Brazo Oriental.
Entretanto, varias instituciones de Montevideo, Canelones y Ciudad de la Costa están evaluando “seriamente” cerrar sus puertas, dijeron a Búsqueda fuentes del área. El colegio Saint Georges, del Buceo, ya anunció que cerrará los cursos de bachillerato de cara al primer año de la reforma educativa en ese nivel. Mientras, dos instituciones más de la costa capitalina, una ubicada en Malvín y otra en Pocitos, ya proyectan su cierre total o parcial.
Las asociaciones de instituciones de educación privadas, tanto las religiosas como las no confesionales —que entre ambas reúnen a unos 220 centros de un total de 300 colegios y liceos privados del país— aducen como “denominador común” la pérdida de alumnos con un primer y rápido impacto en la demanda de jardines y escuelas.
Los directivos de los colegios no confesionales señalan “un corrimiento sostenido” de inscripciones hacia “jardines privados barriales” en zonas de poder adquisitivo alto. Desde las instituciones cristianas barriales advierten un pasaje creciente hacia la escuela pública, que en estas últimas administraciones amplió y mejoró su oferta.
En esa línea, el ministro de Educación, Pablo da Silveira, dijo que además de los factores demográficos, la mejora de la educación pública pudo haber influido en el cierre de varios colegios.
“Cuando la gente siente que la educación pública está mejorando, se pasa de la privada a la pública. Y al revés, cuando siente que la educación pública está en problemas, hace un esfuerzo más y lo manda a la privada”, dijo el ministro el 28 de diciembre en Canal 5.
Distintas fuentes de las instituciones educativas privadas dijeron no compartir el análisis del ministro, señalando que el sector público también está bajando su matrícula. “La baja natalidad nos pega a todos. No tiene tanto que ver con que un sector haya mejorado más que el otro”, afirmó el director de un colegio capitalino.
El impacto de la caída de la matrícula se escucha desde hace años en los pasillos de los colegios. El último sacudón derivó de la crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus, contó a Búsqueda Juan Achard, el director nacional adjunto de la Asociación Uruguaya de Educación Católica (Audec), que nuclea a más de 150 instituciones y atiende a 60.000 alumnos en la órbita de la Iglesia.
La educación primaria confesional perdió un 12% de su matrícula en los últimos años. “Hoy las familias no se acercan exclusivamente por una oferta católica”, explicó Achard tomando como base “estudios de mercado” de estos colegios. “Pero no nos descartan por eso, porque la gente busca valores profundos y la escuela cristiana los ofrece, más allá de lo confesional, porque los valores cristianos son universales”, afirmó.
Achard dijo que los colegios más comprometidos tienen “la esperanza” puesta en que en febrero su situación se pueda revertir. Reconoció que “algunos están tecleando y confirmarán sus peores temores”. Audec ha recibido “llamados desesperados” de varias instituciones del sector.
Pero “siempre” antes del cierre se busca una “absorción de las instituciones más débiles”, explicó. “No solo por lo que significa para las familias y los alumnos la ruptura del vínculo escolar y el desapego institucional, sino por todas las fuentes de trabajo que se pierden”, dijo el también director general del colegio Zorrilla de los Hermanos Maristas.
La asociación confesional recibe además “el apoyo” de las fundaciones Sophia y Monseñor Orestes Nuti, que ayudan a los centros de enseñanza que lo soliciten, sean o no de su propiedad. La Fundación Sophia atiende a 35 centros educativos católicos del país, formando a 6.500 alumnos, y también clubes de niños en colegios a partir de convenios firmados con INAU. La Fundación Nuti, creada por la Diócesis de Canelones, asumió el cuidado de los colegios San José de San Jacinto y San José de Migues, y acompaña al Colegio Divino Salvador de Tala.
En tanto, desde la Asociación de Institutos de Educación Privada (Aidep), que reúne a más de 60 colegios laicos y no confesionales, han señalado que en la caída de inscriptos intervienen, además, factores económicos y de competencia entre privados y también con la propuesta pública, a partir de la expansión del tiempo pedagógico y los clubes de niños.
Otra tendencia confirmada por varios colegios en estas fechas es que las familias retrasan la inscripción de sus hijos para reducir costos. Las matrículas más caras del sector son las de los colegios de la costa montevideana —de Punta Carretas, Punta Gorda y Carrasco—, donde la caída de la población escolar (de tres a 17 años) es mayor.
El sindicato de enseñanza privada criticó que, con independencia de los factores que explican la caída de las inscripciones, “muchos colegios gestionan mal sus recursos”. Sergio Sommaruga, referente del sindicato e integrante del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT, reclama desde hace años una mayor regulación del sector y señala una incongruencia entre la matrícula total de alumnos y la cantidad de centros.
Hay colegios que intentan “compensar las pérdidas” y por ejemplo hacen “acuerdos” entre instituciones para contratar a docentes que quedaron sin trabajo, contó a El Observador Pablo Cayota, que representó a las instituciones de enseñanza privada en el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed). Para Cayota, que también dirige el Instituto de Educación Santa Elena, “hay una ecuación que no cierra” en la visión del ministro de Educación, porque “hay menos alumnos en la educación en general”, y aún menos en el sector privado, que concentra a familias de estratos socioeconómicos medios y altos que “son los que tienen menos hijos”.
En el único lugar donde ha aumentado la oferta de los centros educativos privados es en el Este del país. Cayota, exdirectivo del Ineed, observó que en los últimos años han aparecido nuevas inversiones privadas que “llaman la atención”, por aquellas instituciones educativas de gran porte emplazadas en Maldonado y en torno a algunos barrios privados de Canelones. Achard, el directivo de los centros confesionales, compartió que se trata de un fenómeno “extraño”.
“¿Por qué tanta inversión ahí? Quizás porque hay una migración particular y hay otro tipo de cosas que juegan para que se sostengan los números. Pero es extraño… A veces forma parte de un modelo económico. Hay un barrio privado que se instala con cierta cantidad de gente y entonces suman el servicio educativo. De repente viene por ahí”, dijo.