Situaciones de violencia que se viven cerca de algunas escuelas también repercuten en la asistencia escolar, afirmó la jerarca, y agregó que desde el sistema educativo resulta imposible prevenir esos hechos porque la violencia “estalla” de forma imprevista. La maestra rescató, no obstante, que “los niños se están animando a contar sus realidades”, y esto ha permitido procesar “denuncias graves” de violencia doméstica, intrafamiliar.
Oriunda de Tacuarembó, De las Heras es magíster en Educación con posgrado de Especialización en Currículo y Evaluación. Fue inspectora nacional de Educación Inicial, inspectora técnica e inspectora general de Inicial y Primaria, además de maestra de educación común e inicial y profesora en UTU, Secundaria y Formación Docente.
Lo que sigue es un resumen de la entrevista con Búsqueda.
—El ausentismo es un problema persistente en todos los niveles de la educación y en particular en inicial. Según el último Monitor Educativo de la ANEP, el promedio de días asistidos en Primaria en 2023 fue de 149 días en un total de 176. ¿Qué implicancias tiene esto para los alumnos?
—Desde la pandemia, quedó como instalada en las creencias de las familias una veta cultural de decir: “Bueno, por un día que no vayas no pasa nada”. ¡Y pasa mucho! Esa idea tiene implicancias de todo tipo. Porque, además de lo cognitivo y los aprendizajes, está la pérdida de socialización y el desarrollo emocional del niño. La escuela es el lugar más importante de socialización para un niño: no ir a clase afecta el cuidado, la alimentación y hasta la pérdida de comunidad educativa. Por eso tiene que haber una familia o unos referentes adultos detrás que los guíen con la responsabilidad de asistir todos los días.
—¿Existe relación directa entre menos días de asistencia y menor rendimiento académico?
—Sí, influye en el rendimiento, pero no es una regla absoluta. Según un sondeo oficial durante la pandemia, un 69% de los escolares que pasaron de primero a segundo con baja calificación (dado que por el nuevo reglamento en el primer año no hay repetición) reprobaron el curso por motivos de aprendizaje y no por inasistencias. Muchos niños que no alcanzaron el nivel no habían faltado mucho. Entonces no podemos hacer una regla general y decir: todos los niños que faltan tienen bajo rendimiento y pierden el curso. Porque cada niño tiene un estilo de aprendizaje diferente y a veces son más autónomos. La asistencia sola no explica el rendimiento escolar. Influye, de eso no caben dudas: un día menos de clase es un día menos de aprendizaje. Ahora, cuando fuimos más atrás y vimos que muchos de aquellos niños ya tenían dificultades en la oralidad y en el desarrollo motor, comprobamos que el problema viene de antes: inicial y especial son las áreas educativas que sufrieron más con la pandemia.
—Pero este fenómeno no se explica solo por la pandemia; viene de antes y aumentó en estos años.
—Sí. Es un problema estructural del sistema educativo y de todos los subsistemas.
—En 2023 —segundo año pospandemia— el promedio de días asistidos se ubicó en 149,4 de un total de 176 días, siempre según el monitor. Y el 23% de los estudiantes de primero a sexto asistieron 140 días o menos: estuvieron en situaciones de asistencia insuficiente (solo fueron a clase entre 71 y 140 días) o con “abandono intermitente” (menos de 70 días). ¿Qué lectura hace de esas cifras?
—Que en esto del abandono intermitente y de la asistencia insuficiente la escala numérica es muy amplia. Yo me paso por un día, de 70 a 71, y ya estoy en otro rango o categoría, pero lejos de los 141 de la siguiente. Ahora, el abandono intermitente sí, es muy categórico: tiene menos de 70. No hay discusión. Y el número es elevado. Estamos frente a un problema. Esto ya es algo que va camino a ser una inasistencia crítica. Por eso digo que es un problema estructural y culturalmente afirmado en creencias familiares equivocadas.
—Uno de los cambios que se implementaron el año pasado con la transformación educativa fue justamente el de la eliminación de la repetición en primero, tercero y quinto. ¿Cuánto puede incidir en las inasistencias la “promoción automática”?
—Hay que separar las cosas: no todo es válido como creen algunos, que dicen que “todos pasan” y que “no importa”. Todos pasan de año, sí. Pero sí importa cómo. Los de primero no pasan a conformar el grupo de segundo como todo el grupo. Tenemos aproximadamente 4.000 niños que pasaron de primero a segundo con calificaciones menos de 4, que por el viejo reglamento tendrían que haber repetido. Esos niños están identificados y reciben desde el mes de abril tutorías. O sea que tienen un maestro que trabaja a contraturno para ayudarlos a superar sus dificultades, básicamente en lectura, escritura y cálculos básicos. En 2024 llegamos a 55.000 horas de apoyo en total, más una línea de intervención de asistencia con 565 maestros comunitarios.
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—¿Cómo se transmite a las familias o responsables adultos del niño la importancia de la asistencia a clase?
—El padre tiene que entender que tiene el derecho constitucional de elegir la educación para sus hijos. Pero también tiene el deber de cumplir con ese derecho de que el niño tiene que estar escolarizado y asistir a clase. Por eso trabajamos con las familias con distintas estrategias. Ceibal y Primaria diseñaron un plan piloto por el que enviamos cartas físicas a 27.354 familias con niños de primero a tercero en situación de alerta por faltas. La carta, firmada por las autoridades del Codicen, incluye ese mensaje: “Las asistencias importan y tú puedes ayudar”. Ahora el plan se extenderá a 50.000 familias.
—¿Qué costos y qué resultados tuvo esta estrategia?
—Primaria aportó más de $ 2 millones en total para hacer llegar este mensaje a los hogares por Correos. Y esto nos dio una leve mejoría, un 2,2% en el número de asistencia en esas familias. Es una cifra modesta pero mejora algo la respuesta familiar. Las próximas cartas se enviarán en agosto y en octubre a varios puntos del país. Además, porel sistema informático Gurí los padres pueden observar las asistencias a clase de sus hijos. También promovemos dentro de las comunidades educativas comisiones o comités de participación de padres para que las familias puedan involucrarse más en la educación de sus hijos. Pero no solo miramos la realidad interna, porque la escuela está insertada en un barrio y los barrios en algunos lugares son un poco complejos en lo que es la convivencia.
—Esto conecta el problema de la inasistencia escolar con el de la violencia barrial. ¿Qué respuesta dan a eso?
—Frente a esta realidad de situaciones de violencia, lo que repetimos es que Primaria sola no puede y no se le pueden pedir todas las respuestas. Tenemos la gran responsabilidad de cuidar a los niños, a las familias y a los docentes, y estamos trabajando en contextos bastante difíciles y complejos en seguridad. A veces una balacera sucede en la calle de la escuela, frente a la escuela y las maestras tratan de proteger a sus niños. Eso está sucediendo. Y cuando sucede un hecho en el barrio que escapa de lo que es una convivencia estable, saludable, buena, ahí los papás también toman sus recaudos y a veces no mandan a los niños a la escuela los días siguientes.
—Pero esta violencia en los barrios que aleja a los niños de las aulas a veces también se vive en sus propios hogares.
—Sí, hay hogares con mucha violencia. Por eso el programa de Escuelas Disfrutables, compuesto por 257 psicólogos y otros tantos asistentes sociales. Pero no podemos hacer prevención. No nos da tiempo para prevenir, que sería lo más sano, porque estalla el problema de forma imprevista. Como pasó en el barrio Maracaná con el alumno de la escuela (un niño de 11 años asesinado a fines de mayo en el marco de un cuádruple homicidio). Esa escuela queda dañada, los maestros y los escolares sufren ese daño emocional. Los propios maestros comunitarios ahora están un poco más reticentes de ir a lugares porque no saben qué hogar se van a encontrar. Y a veces ni siquiera tenemos la alerta. Por los informes, este niño de la escuela Maracaná no tenía un comportamiento que alertara de que algo iba a suceder. Simplemente estalla.
—¿Y entonces?
—Escuchamos mucho las voces de los niños, que es lo más importante. Los niños se están animando a contar sus realidades. Hemos tenido muchos casos de judicialización porque realmente hay denuncias graves de violencia doméstica, intrafamiliar. Esto es lo que realmente preocupa por la salud mental de nuestros niños. Por eso estamos trabajando con los ministerios del Interior, de Desarrollo Social, con el INAU y ahora con equipos de intervenciones como el proyecto Casavalle en Acción, que ha permitido mejorar la asistencia y las conductas a través de la música y el deporte.
—La violencia en parte también está vinculada a la presencia del narcotráfico como una referencia para los niños en algunos entornos. ¿Qué puede hacer la escuela ante la influencia del narco?
—Lo que tú me estás planteando ya escapa a... En otros países lo están pasando también y lo están viviendo en los centros educativos: niños que van armados porque lo están viviendo en sus hogares. Tampoco se puede decir "hasta aquí llego y esto es responsabilidad de otros". Nosotros buscamos el trabajo interinstitucional para avanzar hacia la mejora. Pero hay algunas barreras que a veces son difíciles de sortear y esas son barreras fuertes, estructurales, de culturas diferentes. Uruguay ha cambiado, han cambiado los barrios. Pero como maestra y docente, sigo apostando a que la educación es un modo transformador de culturas y buscando el bienestar en la escuela.
—¿Y qué protección reciben las comunidades educativas: los cuerpos directivos, maestros…?
—Para eso tenemos mayor relacionamiento con las seccionales más cercanas, las comisarías, y otra estrategia es colocar en esos lugares de alta vulnerabilidad y exposición guardias físicos. Ya son 18.000 horas. En algunas escuelas —como la 161 de Sayago, donde todas las noches robaban— tuvimos que poner una guardia física nocturna. En otros casos se ponen a la salida de las clases de los niños. Eso se va adecuando según las demandas de las maestras directoras y la realidad de la escuela. Sobre todo en zonas geolocalizadas de Montevideo que se van rotando. Son empresas de seguridad que lógicamente no están habilitadas para el uso de armas, pero visualmente dan una imagen de protección a los cuerpos docentes y a las familias.