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¿Es Delgado el único responsable de haber perdido la elección?; ¿nada tiene que ver la gestión del gobierno?; ¿los cinco años en los que surgieron unos cuantos escándalos políticos e infinidad de renuncias?; permítanme dudar
Los blancos están dolidos. El paso de los meses no fue suficiente para terminar de masticar un enojo inesperado que ya había empezado a habitar en algunos antes de perder la elección nacional. Más precisamente el día de la interna, un año atrás. Esa bronca se manifestó en distintas formas a lo largo del tiempo, ya hablaremos de eso. Pero no es casual que la elección de la presidencia del Directorio del Partido Nacional haya captado tanta atención. Nunca sucede. Es más, generalmente pasa desapercibido por aquello de los candidatos naturales que en general aparecen sin que nadie los cuestione. No fue así esta vez.
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La competencia interna despertó el morbo de propios y ajenos y no solo los nacionalistas estaban atentos el sábado pasado a la Convención Nacional del partido. Seguramente muchos más ajenos que propios. La interna no fue dramática en público, pero sí hizo crecer esos dolores guardados. No en vano no hubo candidato natural, sino que la competencia fue dura. Sin agresiones directas, pero dura. Muchos no le perdonan al excandidato —hoy finalmente presidente del directorio— Álvaro Delgado no haber logrado ganarle al Frente Amplio porque están convencidos de que es su culpa. Su culpa por una campaña sin demasiada emoción, por no haber sido lo suficientemente crítico con el hoy presidente Yamandú Orsi, por la elección de Valeria Ripoll como compañera de fórmula, por el ninguneo a Laura Raffo y por no haber logrado conquistar a todo el electorado coalicionista, entre otras cosas. De alguna forma no le perdonan no ser Luis Lacalle Pou, el líder indiscutido, el que gana seguro, el que genera entre los blancos esa sensación de que todo está bien. Y entre algunos colorados también.
Pero paremos un poco. ¿Es Delgado el único responsable de haber perdido la elección? ¿Nada tiene que ver la gestión del gobierno? ¿Los cinco años en los que surgieron unos cuantos escándalos políticos e infinidad de renuncias? ¿El caso Astesiano, el pasaporte al narco Sebastián Marset y la mentira en el Parlamento, la eventual destrucción de chats, el “perdé el celular” del exministro Francisco Bustillo a la exvicecanciller Carolina Ache, el ingreso a dedo de ediles de la lista 404 a la Comisión Técnico Mixta de Salto Grande, la salida del directorio de Pablo Iturralde por decir que había que “presionar” al fiscal de Corte, Juan Gómez, a quien tildó de “gran cagón”? ¿Nada de eso pudo haber tenido que ver en que algunos miles no quisieran volver a dar el voto a la coalición? ¿Todo es culpa de Delgado? Todo eso sin entrar en los grandes debes, como que tres de cada diez niños es pobre, por ejemplo. Permítanme dudar.
Bronca 2
La falta de autocrítica. Con todo ese mar de fondo, buena parte de los blancos quería otra cara para que los representara. Y crecía la molestia porque el tan esperado análisis sobre las razones de haber perdido se posponía una y otra vez. Primero por las elecciones municipales, después por la elección del presidente del directorio. Y pasó medio año de la elección y la autocrítica no llegó. Entonces, en medio de la interna para ver quién se quedaría con el sillón de la casa del partido empezaron a aparecer las voces que reclamaban que en esa misma reunión se pudiera dar esa discusión. Flagelarse lo que hubiera que flagelarse, culpar a quien hubiera que culpar, decirse las cosas en la cara y después recién seguir para adelante.
Pero no pudo ser. Los estatutos del partido fueron la justificación para que ese día solo se eligiera el directorio, sin dar lugar a ningún otro planteo. De nada sirvieron los reclamos ni los carteles de “autocrítica seria ya” presentes en la sede de Cambadu. Ni tampoco los pedidos de que el voto fuera secreto. Las reglas dicen que debe ser firmado, y así fue. Y claro, algunos preferían poder votar en secreto a un candidato que no fuera el que se esperaba que se votara porque estaban enojados, pero, si no iban a poder manifestarse en la justificación del voto, no iban a exponerse traicionando al líder de su sector. El propio Lacalle Pou cuestionó la “mordaza” durante su discurso. Y entonces ganó Delgado, pero la diferencia fue de 18 votos en casi 500 convencionales. No es una victoria cómoda. Menos cuando, a pocos minutos de salir, un dirigente del peso del exintendente Sergio Botana dijo que no era un día feliz. Fuerte.
Bronca 3
El resultado. Apenas el diputado Juan Martín Rodríguez terminó de nombrar al nuevo presidente, un grupo de convencionales se levantó y se fue, otros gritaron, otros silbaron. Muchos aplaudieron, y los cuatro candidatos —Delgado, Javier García, Luis Alberto Heber y Carlos Enciso— se abrazaron. Pero los abucheos quedaron registrados en las cámaras presentes. Y dos abucheos en un año parecen mucho. La imagen remitió instantáneamente al momento en que, después de haber ganado la interna, Delgado anunció la fórmula presidencial. No hay quien no lo recuerde.
Alivio
Todo lo anterior sucedió y ahora el presidente del directorio tendrá la misión de unir, de regenerar un buen ambiente en el partido, de escuchar y aceptar las críticas. Pero la convención del sábado dejó algo claro para los blancos. Lacalle Pou volvió al ruedo y, tal como él mismo lo dijo, está pensando “en el 29”. Si ya antes casi nadie lo dudaba, ahora es prácticamente un hecho que volverá a candidatearse a la presidencia y, aunque la victoria no está asegurada, para buena parte de los blancos su figura es la única que da tranquilidad. ¿A quién tendrá enfrente? No lo sabemos. ¿Habrá coalición? No lo sabemos. Faltan cinco años, toda una gestión de gobierno del Frente Amplio, y me prometí a mí misma y a los lectores no hacer cálculos ni especulaciones electorales hasta que sea el momento. Pero vislumbro que la campaña ya empezó y que quizás no pueda cumplir.