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Desde mediados de los sesenta hasta hace no más de 15 años, los personajes molestos eran parte de un mundo en el que la toma de posición era contra el poder establecido, como Ali y Maradona, y no para extender el mismo, que es lo que representa Musk
Este es un contenido peligroso en tiempos de discriminación, de fanatismos, de misticismos mesiánicos, de autocensura al ritmo de likes, de groupies y gurúes político-financiero-tecnológicos (el estereotipo al cual me refiero de gurúes/groupies es el que reúne las tres condiciones, ya sea como portador de las tres, en el caso del gurú, o como ambición por las tres, en el caso del groupie). Es peligroso porque ya en el título quienes estén intoxicados, atolondrados o apabullados por tanta cosa política en el mundo, al son de nuevos mesías y viejos corruptos, de todos contra alguien, podrían considerar que este artículo tiene una postura política e ideológica a las cuales soy totalmente ajeno y de las que estoy cada vez más hastiado. ¿Qué postura se puede pensar y discutir en un mundo manejado a base de Instagram, X y TikTok?
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Lo que voy a describir es solo una foto. La foto es la de Elon Musk saltando, vestido de negro, como una rockstar chic, con una hebilla de cinturón muy grande, mientras arenga por Donal Trump, de impecable traje azul y corbata roja, muy al día con su tintura de pelo (los pelos en el siglo XXI volvieron a ser determinantes, al igual que las barbas). La presencia del hombre más rico e influyente quizás de la historia (pensemos en X) apostando a todo o nada por uno de los candidatos a presidente en las próximas elecciones de la aún primera potencia mundial es mucho más que un gesto político, es un postulado ético y estético como hacía mucho tiempo no se veía.
Desde mediados de los sesenta hasta hace no más de 15 años, los personajes molestos, los que se plantaban en escenarios políticos, también ellos como portadores de mensajes éticos y estéticos, eran parte de un mundo en el que la belleza era el lenguaje de la sociedad y en el que la toma de posición era contra el poder establecido y no para extender el mismo, que es lo que representa Musk. Pasamos del altruismo al hedonismo. Por supuesto que los altruistas tenían muchas debilidades hedonistas y los hedonistas algún brote filantrópico. Y este devenir de altruistas en hedonistas y vuelta a empezar no es una novedad, sino la literalidad de la historia; no es un fenómeno nuevo, simplemente se manifiesta de otra manera. Hasta que nos acostumbremos a convivir con esta nueva forma y podamos depositarla en lo cotidiano, nos inquieta, provocando un malestar corporal y psicológico ubicuo, explicable solo a través de un “me duele todo”, como la primeras veces que nos resfriamos, cuando el organismo aún no desarrolló los suficientes anticuerpos o la costumbre de padecer la enfermedad y no sabemos que la solución son las aspirinas, el paracetamol y una semana de descanso.
En la música popular algo de esto ocurrió cuando los jóvenes, ese concepto que fue creado con la aparición de los Beatles, se hartaron de los movimientos de amor, paz y comunidad que representaban los hippies y del rock de protesta contra el sistema de la Guerra Fría, que derivaron en la nada misma, o lo que era peor para esos movimientos, volverse vanguardia y correr la suerte de las vanguardias del siglo XX, es decir, pasar de ser una pesadilla para el sistema a convertirse en el corazón del mainstream (pobre Duchamp, su mingitorio y su rueda de bicicleta que atacaban el comercio embrutecedor del arte y la obsolescencia de los museos terminaron con un valor opulento de mercado, a la deriva entre los deseos de coleccionistas y de fanatismos nacionalistas, para terminar descansando en una sala de museo).
Como decía, esto en la música se dio porque los movimientos de protesta estética (contenido del mensaje musical, de vestuario y de declaraciones) y colectiva fracasaron. Las guerras no terminaron, el dinero cooptó a quienes antes protestaban y el sexo libre se volvió andrógino; y todo fue otro blowin‘ in the wind. Entonces vestuario, puesta en escena, maquillajes, excentricidades fueron el lenguaje de una sociedad en la que el “espejito, espejito, quién es el más lindo” se llevó todo puesto y se convirtió en fuente del deseo, donde lo individual en un escenario era lo único que contaba. Suena muy mal, muy egoista, muy poco empático, pero la realidad es que el salto de calidad que se dio en la música pop fue notable, y el sistema agotado de hippies y cantantes de protestas quedó desdibujado y, en algunos casos, viendo lo ocurrido después con muchos de ellos, generó un legado de mensajes huecos, a veces hipócrita (haz lo que digo, no lo que hago). Y este viaje hegocéntrico fue el glam y sus primos hermanos los del rock, esos del sexo, droga y rock and roll, que de la mano de grupos como Led Zeppelin llevaron la música (toda) a la estratósfera, y también agotaron y llegó el rompan todo del punk, el movimiento de los rebeldes de las academias de artes y las universidades (para una historia estética de lo que fue el siglo XX desde 1950 hasta fines de los ochenta, alcanza con escuchar y mirar a Miles Davis, ¡el 10!)
Muhammad Ali y Maradona fueron los amigos del barrio que inundaron el mundo de belleza y coraje físico, que llenaron la imaginación de su época, e hicieron soñar a los marginados y los periféricos no con la gloria, sino con algo parecido a la redención. Elon Musk es el sueño virtual que se manifiesta en la forma de un deseo carnal, sin sus fragilidades y sus bellezas, sino por la fascinación que emana de esa imagen de poder, la que afirma el aquí y ahora del yo para mí mismo, no con un gesto elegante o una melodía pegadiza, sino en forma de invasión de mensajes con pocos caracteres que no admiten ser rellenados por cada uno, sino ser aceptados en su totalidad, con la devoción casi mística de un creyente
Los sueños de la humanidad van variando y tanto Maradona como Ali, como Musk son solo manifestaciones-espejos de algo mucho más potente y que no tiene fin: los deseos, las fragilidades y las perversiones de los seres humanos.
La vida es un gerundio del que exhalan momentos y modas. Como escribía Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Y como diría un muy astuto dirigente del fútbol sudamericano y mundial, que supo hasta cuándo morirse: “Todo pasa”.
O como diría el más sabio de todos, Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no te gustan, tengo otros”.
Lo que nace como una explosión disruptiva se domestica con el uso y se vuelve mainstream, y el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…