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    Cuidar el comienzo, transformar el país

    El bajo número de nacimientos en el país y el potencial que ofrece la integración de herramientas digitales hacen pensar que no debería ser muy costoso para el país acompañar durante el embarazo a cada mujer en situación de riesgo; los beneficios superarían con creces esa inversión

    Columnista de Búsqueda

    En Uruguay nacen en la actualidad 30.000 niños al año, una cifra que no alcanza para llenar el Estadio Centenario. De estos, uno de cada tres viven en hogares con pobreza multidimensional, lo que significa que tienen niveles de insuficiencia en al menos dos de las siguientes dimensiones: consumo calórico, adecuación habitacional, saneamiento o educación. El futuro del Uruguay está intrínsecamente ligado a la protección, el cuidado, el afecto y la estimulación que reciban estos niños. Por eso, es casi impostergable que nos ocupemos cuerpo a cuerpo de esos 10.000 niños que nacen en contextos subóptimos para su desarrollo. Esto implica trabajar de manera integral con cada madre embarazada, su pareja y su entorno.

    Casi la mitad de los niños de nuestro país (un 44%) nacen en la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE). En una investigación reciente que hicimos en la Universidad de Montevideo con una muestra de mujeres embarazadas del sector público, encontramos que, a pesar de que 9 de cada 10 vivían en un hogar con ingresos inferiores a los $ 50.000 (la línea de pobreza para un hogar de tres personas), solo la mitad eran beneficiarias de programas de transferencias monetarias. También encontramos en esta población una alta prevalencia de factores de riesgo. El 36% mostró un riesgo elevado de depresión a las 12 semanas de gestación. También una de cada tres presentaba obesidad. El 15% experimentó inseguridad alimentaria severa. El 16% fumó durante el primer trimestre y el 5% reportó violencia doméstica. El 18% no tenía pareja y la mitad manifestó que su embarazo no fue planeado.

    ¿Qué sabemos sobre el impacto de estos factores de riesgo durante el embarazo?

    La depresión y la ansiedad en el embarazo suelen reducir la adherencia a la atención prenatal, aumentan la probabilidad de que la madre consuma sustancias y debilitan el apego materno-fetal. También llevan a complicaciones en el embarazo, así como en el nacimiento, y a un desarrollo neurológico y cognitivo pobre. Aunque una de cada tres mujeres embarazadas tenía riesgo de depresión en la población que relevamos, encontramos enormes barreras para que accedieran a servicios de salud mental. El sistema público se encuentra saturado y es muy difícil conseguir horas en plazos razonables. Pero incluso en aquellos casos en que se consiguió una hora observábamos que las mujeres terminaban cancelando o no concurrían a sesiones posteriores. Este comportamiento es seguramente atribuible a dificultades económicas y a falta de tiempo, pero también a problemas de confianza y estigma. En definitiva, detectamos barreras importantes tanto del lado de la oferta como de la demanda.

    En relación con lo nutricional, nuestro relevamiento mostró tasas también preocupantes de obesidad y de inseguridad alimentaria severa. La obesidad y los hábitos sedentarios en el embarazo se asocian con diabetes gestacional, trastornos hipertensivos, mayor probabilidad de cesáreas y un mayor riesgo cardiometabólico infantil. La nutrición inadecuada altera el desarrollo fetal a través de mecanismos hormonales e inflamatorios.

    A lo anterior se suman problemas de violencia y de consumo de sustancias. La exposición a la violencia doméstica aumenta el riesgo de aborto espontáneo, muerte fetal y depresión posparto, mientras que el consumo de sustancias deriva en trastornos del desarrollo neurológico y en síndrome de abstinencia neonatal.

    En Uruguay tenemos un seguimiento médico del embarazo relativamente bueno con respecto a otros países. Sin embargo, no les damos la misma importancia a los determinantes sociales de la salud a pesar de saber que los factores vinculados a la pobreza y al estrés crónico afectan la duración del embarazo, la salud al nacer y el neurodesarrollo del niño. En nuestra muestra de ASSE, el 70% de las mujeres embarazadas presentaron al menos uno de los factores de riesgo mencionados previamente y una de cada tres presentó dos o más. De no abordarse, estas vulnerabilidades económicas y psicosociales continuarán perpetuando los ciclos intergeneracionales de mala salud, limitaciones del desarrollo y desventajas socioeconómicas.

    ¿Qué acciones deberíamos tomar?

    En poblaciones vulnerables, lograr un entorno de embarazo adecuado requiere de intervenciones integradas y multidisciplinarias que combinen asesoramiento psicosocial y apoyo económico. Cualquier intervención debe construirse con base en cuatro pilares: a) protección económica (transferencias monetarias, ayuda alimentaria, apoyo a la vivienda); b) salud mental materna; c) hábitos saludables (dejar de fumar, aumento de peso adecuado, tratamiento contra el abuso de sustancias); y d) aspectos de género, incluyendo el apoyo a problemas de violencia y la promoción de la participación paterna en el proceso perinatal.

    La evidencia señala que combinar las transferencias monetarias con servicios de salud adecuado puede mejorar los resultados del embarazo. También se ha demostrado que las intervenciones durante el embarazo logran reducir la depresión y frenar las ganancias excesivas de peso gestacional, aunque los resultados son menos consistentes en lo que refiere a cambiar la dieta, la actividad física o el tabaquismo. Involucrar a los padres durante el embarazo y el puerperio mejora el bienestar materno y los resultados del niño; sin embargo, los hombres siguen siendo difíciles de acercar.

    Intervenciones de visitas domiciliarias como las de Nurse Family Partnership y Centering Pregnancy han demostrado la eficacia del apoyo intensivo presencial en la salud materno-infantil. Sin embargo, su escalabilidad se ve limitada por los altos costos y las exigencias logísticas asociadas a los programas de visitas al hogar. Las herramientas digitales, como los mensajes electrónicos y las aplicaciones, han surgido como alternativas prometedoras de bajo costo, aunque a menudo carecen de personalización y no brindan un sostén suficiente para cambiar entornos en forma sostenida.

    Nuestras investigaciones previas sobre programas digitales de crianza, tanto en CAIF (Centros de Atención a la Infancia y la Familia) como con Uruguay Crece Contigo (UCC, del Ministerio de Desarrollo Social) y ASSE, sugieren que combinar la difusión digital con la intervención de profesionales puede brindar soluciones eficaces, menos costosas y más escalables. La implementación de un chatbot con información y recordatorios digitales para embarazadas produjo cambios en las conductas de riesgo reportadas, en la participación de la pareja en el proceso perinatal y en el involucramiento de la madre en actividades de estimulación luego del nacimiento. Pero no fue suficiente para alterar la salud al nacer. El programa de teleasistencia con UCC, que combina asesoramiento telefónico y mensajes al celular para madres de contexto crítico, mejoró la focalización de las transferencias, redujo el estrés materno, aumentó la estimulación parental y, adicionalmente, impactó en forma positiva en el desarrollo del lenguaje del niño.

    El bajo número de nacimientos en el país y el potencial que ofrece la integración de herramientas digitales a la consejería humana (de menor o mayor intensidad según la necesidad) hacen pensar que no debería ser muy costoso para el país acompañar durante el embarazo a cada mujer en situación de riesgo. Los beneficios superarían con creces esa inversión. El partido del desarrollo se juega desde el primer día del embarazo. Aseguremos que cada niño tenga el entorno para poder jugar con capacidad plena.