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    Desertar

    Para Donald Trump y sus muchos admiradores en todo el planeta, el mundo se convirtió en un reality con una sola regla: vale todo a costa de lo que sea

    Columnista de Búsqueda

    “El nazismo es una evolución de la humillación, una promesa de recompensa agresiva”.

    “El desastre se volvió nuestra normalidad, porque nuestras sociedades piden el desastre para poder continuar existiendo”.

    “Desertar es hoy la única posibilidad de libertad y de emancipación. Desertar de un mundo volcado a la ganancia y a la muerte, haciendo un drop out y desapareciendo de sus ojos asesinos, es la última estrategia que queda para poder debilitar desde abajo su poder sobre la vida de todos”.

    (Filósofo italiano Franco Bifo Berardi)

    Para Donald Trump y sus muchos admiradores en todo el planeta, el mundo se convirtió en un reality con una sola regla: vale todo a costa de lo que sea. La cripto “sugerencia” en vivo de Javier Milei y su posterior entrevista guionada destinada a explicar que lo que todos vimos no fue lo que vimos. El grotesco y muy triste inicio de las sesiones del Congreso argentino, con el presidente desparramando slogans, agresiones, omitiendo explicaciones, entre risas socarronas, chicaneos ordinarios, en un Parlamento degradado y desvirtuado por la actitud del primer mandatario y sus followers (se incluyen muchos legisladores que privilegiaron su futuro político al mandato por el cual se encuentran ahí), al que vació de contenido a fuerza de deslegitimaciones, aniquilando su valor simbólico, transformándolo en un estudio de televisión para grabar un stand up, el suyo, al son de la obsecuencia y la embriaguez de sus groupies, lo que nos recuerda más a las apariciones del Guasón en la TV de Ciudad Gótica, que a un presidente hablándole a su pueblo a través de sus representantes, que en algunos casos hasta fueron agredidos físicamente. Todo eso demuestra que la fiesta no es solo trumpeana.

    El poder es un narcótico sin cura. No es un secreto que Milei no es fan de las democracias liberales. La designación por decreto de dos jueces de la corte, uno quizás el más polémico de los últimos tiempos, su falta de calidad humana e inteligencia política al pegar el faltazo a la asunción del presidente de nuestro país más hermano y ejemplo de comportamiento cívico y político, la República Oriental del Uruguay, por su condición de zurdo de… (varios calificativos utiliza Milei para descalificar a los no anarco libertarios), la vuelta al ruedo como en tiempos de Cristina de focalizar el mal en el grupo Clarin, y podríamos seguir y seguir (no muy distinto a Trump, pero más de por acá, y sin su arsenal de monedas y armas). Todo vuelve a la memoria, como hace un año, que Zelensky era la gran estrella en la asunción de Milei (algo que me pareció cuanto menos inapropiado), ahora traicionado por el presidente argentino que sigue al pie de la letra lo que hacen sus ídolos Trump y Musk, como es su costumbre, sin mucho análisis.

    Qué estará sintiendo la primera ministra italiana Meloni, feroz defensora de la causa ucraniana, mucho más inteligente y simpática que Milei, pero cholula como él a la hora de las selfies con las estrellas tecnológicas, en estos momentos, después de haber coqueteado políticamente en demasía con Musk y Trump, ahora que los nuevos superhéroes de NO MARVEL, dicen a través de Vance que Europa y Zelensky no sirven para nada, que son solo material de desecho. Qué hacer cuando el éxito político adopta el estilo Musk, Zuckenberg (de nerd a aspirante luchador de Ju Jitsu, de nerd a bailarín setentoso, de nerd a defensor de la virilidad en las empresas) y Bezos (de paso estaría bueno leer el memo interno que envió a sus empleados del Washington Post para que no se publicará nada que esté en contra de las libertades personales y el libre mercado). En esto se transformó el diario de Katherine Meyer Grahan, donde Bernstein y Woodward sacaron a la luz el escándalo Watergate, que llevó a Richard Nixon a renunciar a la presidencia de Estados Unidos.

    En fin, salvo mis sobredosis de café (espreso muy corto y fuerte), escribir esta columna en Búsqueda, mirar deporte, ir al cine, jugar al tenis, escuchar música, estar con mis hijos, y otras pavadas intrascendentes para el nuevo orden mundial, no me queda mucho por hacer, así que tomo la sugerencia de Franco Bifo Berardi y deserto a este mundo y me dedico a los Oscar, y al Carnaval, por ejemplo, cosas que en el nuevo orden no sirven para nada. Pero yo soy parte del viejo, del que se va consumiendo como un suspiro.

    Roger Callois decía que la eliminación de las escorias que el funcionamiento de cada organismo acumula, la liquidación anual de los pecados, la expulsión del tiempo viejo, no alcanzan. Solo sirven para sepultar un pasado decadente e incrustado, que cumplió su tiempo, y que tiene que cederle el lugar a un mundo virgen del cual la fiesta está destinada a producir su llegada. Para esto esta la fiesta del Carnaval, para refundar el tiempo, y volver a atar el caos. Pero nuestra época desaprendió el arte de la fiesta y con ello murió el carnaval, o lo que es aún peor, generó el carnaval perpetuo (no me refiero al uruguayo, que mantiene viva mucha de la esencia por el que nació, sino al conceptual, en el mundo de hoy).

    Desertando, es buen momento para ver las películas Cónclave y Aún estoy aquí, la nueva joya brasilera de Walter Salles. Un mundo que deliberadamente perdió la memoria, que se mofa de la historia, que hace del fanatismo su razón de ser, que regresivamente se vuelve negacionista de los derechos básicos de las personas, de las minorías, de las mujeres, que coquetea sin pudor con las dictaduras mientras desprecia las democracias (un encuesta del Times en Reino Unido, afirma que más del 50% de los menores de treinta años es favorable a un dictador).

    Me imagino algo similar a este clima de época (donde el descontento, la bronca y la desesperación de las personas hacen que sus esperanzas recaigan en personas cuya vulgaridad soslaya lo imposible), en el surgimiento del fascismo y del nazismo (el comunismo soviético se presentó como una revolución, sin máscaras democráticas), utilizando estrategias de la mafia, cuya gran virtud fue hacer creer a los italianos que era solo una teoría relacionada al carácter de los meridionales y no una organización criminal bien estructurada. Eso hasta que en 1992, en el cruce de la autopista A29 y Cavaci en la capital de Sicilia, Palermo, el juez Giovanni Falcone fue asesinado haciendo explotar la ruta en el momento que su auto pasaba y, unos meses después, ocurrió lo mismo con su gran amigo, el juez Paolo Borsellino. No era una teoría, era verdad.

    De la memoria, del lado oscuro de las organizaciones políticas y religiosas, de la fragilidad y las mezquindades humanas hablan estas dos películas con estéticas bien distintas: la poesía de Salles y la brutal espectacularidad del thriller en Cónclave. Quienes amen Aún estoy aquí, pueden caer en la tentación de menospreciar el lenguaje de Cónclave, más popular, sencillo, sin sutilezas, con todos los efectos al que el cine de acción nos tiene acostumbrados, sin poesía, quizás, pero preciso y valiente hasta el final. El arte como belleza erudita versus el arte como belleza popular. Mozart vs Dylan, o como pensaba el padre de la Contra reforma, el noble San Carlo Borromeo: lo importante es que el pueblo entienda el mensaje, que el arte sea un medio de fácil interpretación. Y siguiendo con la tradición de los franciscanos permitió una sola forma de arte (solo era aceptado el religioso), el explícito, el que no da cabida a interpretaciones, para que cada persona pudiese vivir lo que vivió Cristo. Entonces se crearon parques temáticos (siglo XVI) donde en escala uno a uno se recreaban los momentos más importantes, simbólicos y traumáticos de la vida de Jesús, en dos montes, transformados en lugares de peregrinación y aprendizaje para los cristianos católicos, algo que el mismo San Carlo Borromeo hizo antes de morir.

    En pocas palabras, la Italia del apogeo renacentista, la de Michelangelo Buonarotti y Raffaelo no servía, porque era arte intelectual, no directo, arte para la cabeza, no para la carne y la sangre, como hizo el máximo exponente del arte que franciscanos y contra reformistas exigían para instruir al pueblo, el arte de Michelangelo Merisi, Caravaggio, uno de los gigantes de la historia de la pintura. La película Aún estoy aquí sería Miguel Ángel y la película Cónclave, Caravaggio. Todo lenguaje tiene sus maestros, solo hay que darle tiempo para poder entenderlo. Tiempo, eso que sobra en el universo, pero que escasea en épocas de líderes de reality y nerds todopoderosos.

    Una cosa más. Antes de morir supuestamente suicidándose en la cárcel, Nino Gioé, quien dirigió el asesinato del juez Giovanni Falcone en 1992, dejó una carta donde pedía perdón a su madre y a Dios “porque su amor no puede tener obstáculos. Todo el resto del mundo jamás podrá perdonarme”. Ojalá no sea la carta que alguno de nuestros líderes tengan que escribir, porque seguramente para el mundo, va a ser demasiado tarde.