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Que el exceso de disparate y la falta de razón que parece crecer otra vez en el planeta no nos quite la capacidad de imaginar los futuros en los que sí queremos vivir
“Mi administración defenderá los derechos de las mujeres”, dice literalmente uno de los primeros decretos que firmó Donald Trump el pasado 20 de enero, el día que asumió. ¿Por qué, entonces, miles de mujeres saldrían a marchar en su contra justo antes de su asunción? ¿Qué podría interesar más a los movimientos de mujeres que un gobierno que se propone defender sus derechos desde el día uno?
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El decreto firmado usa el lenguaje de tal manera que fácilmente logra convencer a quien no sabe del tema que el presidente de Estados Unidos en verdad se está preocupando por defender a las mujeres, pero lo primero que habría que preguntarse es: ¿de qué, o de quién, quiere el presidente defender a las mujeres? Y acá es donde la cosa se empieza a enturbiar.
Porque el objetivo del decreto es, en realidad, “restaurar la verdad biológica”, o, más precisamente, como establece la segunda sección: “Reconocer dos sexos, masculino y femenino”. El documento determina que esos dos sexos “no son modificables” y que el Poder Ejecutivo “hará cumplir todas las leyes de protección sexual para promover esta realidad”. Así, resulta bastante claro que lo que en verdad está proponiendo el decreto, más que defender a las mujeres es arremeter contra las corporalidades trans.
La manera que tienen los discursos antigénero de conseguir el apoyo de la gente suele ser generando miedo. El miedo provoca el rechazo inmediato a estas ideas por parte de las personas poco interiorizadas en el tema. Así, la vuelta de tuerca en la retórica del documento que firmó Trump es que el gobierno defiende a las mujeres porque evita que “los hombres se identifiquen como mujeres y accedan a espacios y actividades íntimos de un solo sexo diseñados para mujeres, desde refugios para víctimas de abusos domésticos hasta duchas para mujeres en el lugar de trabajo”. Este argumento podría parecer razonable para una mente distraída, si no fuera que el mayor problema de seguridad para las mujeres suele ser causado por hombres cis (es decir, que nacieron con genitales masculinos y se identifican como hombres) antes que por mujeres trans (es decir, que nacieron con genitales masculinos y se identifican como mujeres). Y de hecho, sería bueno saber si existe algún estudio que muestre datos sobre mujeres trans abusando sexualmente de mujeres cis en las duchas del trabajo, porque a priori suena a disparate.
Pero otro problema enorme del decreto en cuestión es que al repetir una y otra vez que biológicamente existen solo dos sexos y que estos no son modificables, no solamente se está faltando a la verdad biológica, sino que además se está “fingiendo demencia” con las prácticas de “cambio de sexo” que la medicina llevó adelante durante años con las personas intersexuales, sin que a nadie, ni al mismísimo Trump, se le moviera un pelo.
Lo que en verdad está haciendo el presidente con un decreto disfrazado de “defensa a las mujeres” es negar la existencia de las personas intersexuales, es decir, aquellas que nacen con una combinación de marcadores biológicos que no coinciden a la perfección con las opciones binarias “masculina” o “femenina”. Por ejemplo, la combinación de genitales externos femeninos con testículos no descendidos que comienzan a producir hormonas masculinas en la pubertad. O cromosomas que no son XY ni XX, sino XXY o XYY, entre otras combinaciones posibles. Así como tantos casos de arreglos intermedios entre el “perfecto masculino” y el “perfecto femenino” biológico, que históricamente la ciencia desestimó como posibles. Mientras la medicina se dedicaba a someter a esos cuerpitos a una serie de cirugías para que efectivamente cayeran dentro de alguna de las dos categorías que la cultura occidental sí encontraba correctas, en nombre de la biología.
Estas categorías sexuales forzadas parecían haber sido superadas: de hecho, un estudio de enero de 2025 publicado justo antes de la asunción de Trump por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos afirma que “aproximadamente 136 millones de personas en todo el mundo y 5,7 millones de personas en los EE.UU. son intersexuales (Oficina del Censo de EE.UU., 2023)” y que “las variaciones intersexuales son un componente natural de la diversidad humana”. Sin embargo, este tipo de decretos vuelve a desandar el camino de los derechos reconocidos a las personas intersexuales.
La relevancia de analizar un decreto específico de la administración Trump va más allá de lo que sucede en ese país. Es importante entender que son las mismas estrategias, las mismas medidas y las mismas palabras que está usando, por ejemplo, el presidente de Argentina, Javier Milei, en los últimos meses. Y como ellos, tantos otros presidentes en la misma línea política.
Lo último que esuché de Estados Unidos es que el presidente volvía a autorizar las pajitas de plástico porque las de papel a veces se rompen y “explotan”. “No creo que el plástico vaya a afectar a un tiburón mientras come”, remató.
Que el exceso de disparate y la falta de razón que parece crecer otra vez en el planeta no nos quite la capacidad de imaginar los futuros en los que sí queremos vivir. Sigamos trabajando para ello.