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    En el Parlamento se “discute la realidad” y en el Ejecutivo “se incide en la realidad”, dice Luis Heber, que renuncia al Senado

    Tras 40 años como parlamentario, el senador blanco renuncia a su banca y se dedicará a reconstruir a un Herrerismo golpeado, que ve en Martín Lema a una de las figuras de renovación con la que ya se exploran alianzas electorales

    Sentado en un sillón de su despacho en el edificio anexo, el senador blanco Luis Alberto Heber, el decano de todos los parlamentarios, mira a través de una ventana en la que domina la imagen majestuosa del Palacio Legislativo. A pocos días de renunciar al Senado, Heber regresa a unos meses antes de la vuelta a la democracia y puede recordar con nitidez la primera vez que ingresó a la Cámara de Diputados y se ubicó en la banca que perteneció a su padre. Sintió que había una continuidad y un deber cumplido. Pasaron más de 40 años. Y para el senador es tiempo suficiente. Dice que ya antes de asumir tenía pensada su renuncia. Sabía que no iba a cumplir todo el período parlamentario porque quiere dedicarle espacio a la reinvención del Herrerismo, un sector golpeado pero “resiliente”. En entrevista con Búsqueda, Heber habla de la sintonía que existe con el senador Martín Lema y asegura que “coordinarán acciones” en el futuro. No descarta una alianza electoral. “Tenemos muchas coincidencias con el estilo, la forma de comunicar y la forma de trabajar”. En una suerte de balance de una carrera política que lo tuvo más tiempo en la oposición que en el gobierno, el senador valora la “subyugante experiencia ejecutiva” al frente de dos ministerios. Y admite que el poder lo “sedujo” por su capacidad de “incidir en la realidad” frente a la “discusión de la realidad” que implica la tarea legislativa. Y que por eso, entre otras cuestiones, es que finalmente decide dar un paso al costado. “¿Qué más voy a hacer nuevo o distinto en el Parlamento?”.

    —En una semana renuncia a su banca en la Cámara de Senadores, ¿por qué?

    —Hace tiempo lo vengo pensando, e incluso en la disputa por la presidencia del Directorio del Partido Nacional ya había anunciado mi intención de renunciar si era electo. ¿Por qué? Porque creo que la herramienta que es el partido necesita mucha más atención, dedicación. Los tiempos han cambiado. Hay un vértigo de noticias que nos obliga a tener un partido aggiornado. No salí electo, pero quedó en mi cabeza el hecho de dedicarme a la herramienta del partido y a mi sector político, que sufrió embates y que no tuvo un buen resultado en las últimas elecciones. Creo que en el Parlamento ya cumplí una etapa. Son 40 años. Es mucho tiempo. ¿Qué más voy a hacer nuevo o distinto en el Parlamento?

    —Renuncia en el primer año de la legislatura de este gobierno, ¿ya tenía pensado que iba a ser por esta fecha?

    —Sí. Incluso en instancias electorales que no se consolidaron porque no pudimos alcanzar un acuerdo luego de la elección interna, ya tenía pensado la posibilidad de no hacer un nuevo período parlamentario. Pero en aquel momento el sector entendió que yo tenía que encabezar el Herrerismo.

    —Claro, de hecho, hubo una discusión grande con Laura Raffo, que fue la precandidata del sector, sobre este asunto.

    —Exacto.

    —¿Y qué pasó ahí?

    —Pasó que teníamos un acuerdo político y pensábamos que íbamos a tener otro resultado en las internas. Hablábamos de hasta tres posiciones en el Senado, con Gustavo Penadés, que en aquel momento participó. El resultado electoral no fue el esperado. Y en el sector, al ver que había habido desprendimientos de gente que no creyó que el Herrerismo podía ser una vía importante, tuvimos deserciones. Y eso llevó a que se determinara que el que encabezara la lista no fuera la candidata a la presidencia, sino alguien que estuviera plenamente identificado con el sector. Eso implicaba la posibilidad de que no cumpliera con todo el período.

    —¿De antemano se sabía, entonces, que no iba a estar los cinco años en el Parlamento?

    —Sí, porque creía y creo que se cumplió una etapa en el Parlamento. No hay que eternizarse. Y a veces uno puede también oficiar como un tapón a los efectos de que se puedan proyectar nuevas figuras en el sector. Por distintas circunstancias, ha habido una renovación importante. Se aprovechó la oportunidad que generan las crisis.

    Heber-Luis-Alberto

    —¿Se está reinventando el Herrerismo?

    —Sí. Hemos tenido buenas y malas votaciones en el pasado. Tuvimos revolcones electorales y pudimos volver a crecer. Hay una articulación de nuestro sector político, una forma de trabajar, que ha posibilitado que aparezcan nuevos elementos y nuevas alianzas para una mejor proyección política de nuestro sector. Y sobre todo de nuestras ideas, que siguen siendo muy claras dentro del Partido Nacional. Si hay algo que tenemos, es perfil. Somos un sector que tiene el rumbo claro.

    —¿Cuál sería ese perfil, ese rumbo?

    —Y fuimos los que en el pasado hicimos grandes reformas en el Estado, que en su momento no fueron reconocidas por el Frente Amplio, pero que hoy son vacas sagradas que no se tocan: la ley de puertos o la desmonopolización del Banco de Seguros. Eso nos costó mucho en su momento. Pero seguimos hablando de mejorar la gestión del Estado. Ya no discutimos más la propiedad de las empresas públicas; tuvimos un revolcón, pero somos demócratas cuando ganamos y cuando perdemos. Y es muy importante que el Herrerismo siga manteniendo su perfil y su impronta.

    —¿Cuál es el perfil ideológico del Herrerismo hoy?

    ­—Si entramos en el perfil ideológico, entramos en eso de lo que no hemos podido salir, que es el tema de la izquierda, el centro, la derecha.

    —Se dice que el Herrerismo es la derecha del Partido Nacional.

    —Creo que eso es un error. Preferimos hablar de que somos un sector político liberal. Si a eso lo llaman derecha, que lo llamen derecha. Creemos que el Estado tiene que ser cuestionado en su rol para que concentre bien sus esfuerzos.

    Despacho-Heber
    Cuadro de Luis Lacalle Pou en el despacho de Luis Alberto Heber.

    Cuadro de Luis Lacalle Pou en el despacho de Luis Alberto Heber.

    —En esa renovación que necesita el Herrerismo, ¿ven una oportunidad de acuerdo con Martín Lema, que se fue de Aire Fresco y empieza un camino propio? ¿Hay sintonía?

    —Sí, la hubo y la hay. La hubo en la campaña departamental en Montevideo, donde vimos un candidato que se plantaba en la cancha y decía “vamos a buscar la posibilidad de tercerizar la basura y resolver de una vez por todas esto que el Frente Amplio ha sido incapaz de hacer en 35 años”. El planteo de Martín fue un planteo con perfil: moderno, distinto, adecuado a las nuevas circunstancias pero con perfil. Todo va en la misma dirección de lo que nosotros cuestionamos del rol del Estado. ¿Por qué la Intendencia de Montevideo tiene un casino mal gestionado y que da pérdidas? Y así mil cosas en las que nos sentimos identificados en la propuesta de Martín. Con perfil. Jugado. No tuvo la suerte de ganar Montevideo, pero tuvo una excelente votación y nunca estuvimos tan cerca. Y con un discurso que no se mimetizaba para convencer a gente de izquierda, sino por el contrario. Y quiere seguir siendo candidato a la intendencia y lo vamos a seguir apoyando. Ahora, Martín está generando un movimiento y nosotros tenemos el nuestro que tiene 100 años dentro del partido. Y seguramente iremos coordinando acciones porque tenemos muchas coincidencias con el estilo, la forma de comunicar y la forma de trabajar, que nos resultan atractivas para que eventualmente en el futuro podamos coincidir.

    —No descarta una alianza electoral con Lema.

    —No, qué la voy a descartar. Al revés: mucha gente de nuestro sector político trabajó junto a él en el Ministerio de Desarrollo Social y se sintió muy identificada con su impronta, su dinamismo. Creo que vamos a coincidir mucho en el futuro.

    —Se va del Parlamento, ¿pero seguirá activo políticamente?

    —Sí, voy a estar en el directorio del Partido Nacional y voy a seguir presidiendo el Herrerismo. Para quienes somos vocacionales de esto, el pasaje por el Poder Ejecutivo nos sedujo mucho. Porque busca cambiar la realidad. Acá discutimos la realidad, en el Ejecutivo se incide en la realidad. A mí me dicen “sos más bien parlamentario porque te gusta discutir”. Sí, claro que me gusta discutir. Cuando uno pone pasión en las cosas que cree, se discute con fuerza, con vehemencia. Pero esos mismos ingredientes los pusimos al frente del Ministerio de Transporte y en el Ministerio del Interior. Y fue una buena experiencia personal y política. Porque nos dimos cuenta de que era un lugar donde se podía incidir, podíamos resolver, decidir y transformar la realidad que tanto discutimos acá. Siempre le agradeceré a Luis Lacalle Pou porque me dio una experiencia ejecutiva que es totalmente subyugante. Porque la tarea de cambiar la realidad es la realización del político, por eso la obsesión de los partidos con el poder. Si no tenés el poder, no incidís en la realidad. Hemos cumplido la tarea de la oposición, pero desde su nacimiento el Hererrismo siempre buscó ganar, llegar al poder.

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    —En su paso por el poder, estuvo al frente de dos ministerios, ¿fue el escenario que se había imaginado?

    —Yo digo en tono de broma que en el Ministerio de Transporte estaba en Disneylandia. Obras son amores. Todavía voy por las rutas y voy mirando no solamente las obras que yo planifiqué, sino las que continuó después José Luis Falero. Pero uno es hijo de las circunstancias y las circunstancias llevaron a que mi nombre sea solución para la sustitución de un gran amigo, como fue Jorge Larrañaga. En una larga charla, Lacalle Pou me terminó convenciendo de que yo era la solución para sustituir al Guapo en el Ministerio del Interior. Salíamos de una pandemia, era una realidad distinta. Pero los números fueron todos a la baja, pero poco en los homicidios. Y ahí es donde el Frente hizo especial hincapié. Y eso ahora es un boomerang, porque hemos tenido un setiembre negro donde volvimos a los números del 2017, 2018, donde tuvimos récord de homicidios. Por mucho menos de eso fui interpelado varias veces.

    —¿Desde el Ministerio del Interior advertía el crecimiento de esta estructura de poder paralelo que es el crimen organizado, el narcotráfico?

    —Sí, claro. Hicimos un informe al presidente. Y un informe al Senado en sesión secreta. La gente de Larrañaga me decía que no había brigada antidrogas en Montevideo y Canelones. Se hizo una labor de inteligencia formidable que pudo identificar 49 organizaciones desparramadas en el área metropolitana. Y con la capacidad de saber o tratar de imaginar cómo se trasladaba la droga desde Perú o Bolivia a Uruguay, que mucha iba de paso y otra no. Hubo, sí, un gran trabajo de inteligencia para saber quién era nuestro enemigo. Sabíamos perfectamente cuál era el plan en nuestro combate al delito, teníamos información de Inteligencia muy chequeada, revisada, y que generó justamente saber quién estaba atrás de todo esto. Y es la Dirección de Drogas la que nos dice “averigüemos por el señor (Sebastián) Marset” y la que estaba preocupada por si estaba preso o no estaba preso Marset. Entonces, por supuesto que tenía plena conciencia del tema. Y así lo informé.

    Heber
    Luis Alberto Heber en su despacho del anexo del Palacio Legislativo.

    Luis Alberto Heber en su despacho del anexo del Palacio Legislativo.

    —Pero al final se termina cayendo del ministerio por Marset.

    —Bueno, pero no termino cayendo por eso. Termino cayendo por una falta de apoyo de la coalición frente a una instancia de interpelación, otra más. Y ahí salta el tema de los famosos chats, en donde yo no tuve ni arte ni parte. Y, además, se ha tratado de decir que nosotros mentimos. Quizás se pueda señalar que tuvimos un error de apreciación en cuanto a la trascendencia que se les iba a dar a los chats de Guillermo Maciel y Carolina Ache. Eso lo puedo aceptar: que no evalué como importante los chats. En los chats lo que se buscaba era apurar una información de si estaba preso o no, no apurar el pasaporte. Del pasaporte no tuvimos conocimiento hasta que Búsqueda lo publica en marzo. Y entonces me llama la atención, porque las averiguaciones eran sobre si estaba preso, no que se le estuviera tramitando el pasaporte. Caigo porque hubo una presión política sobre esa instancia en la que se buscó una estrategia de cómo informar de lo que habían hablado Maciel y Ache.

    —¿Siente que fue injusta su remoción entonces?

    —No sé si fue injusta... los hechos llevaron a que las destituciones de Roberto Lafluf y Maciel, que eran obvias porque participaron de la reunión en la Torre Ejecutiva, no eran suficientes. Entonces, como soy un hombre político, entiendo que se terminara prematuramente mi rol en el ministerio. Era lo lógico. Fue una señal política. Si no era porque Lacalle Pou me lo pedía, era porque Cabildo Abierto, con el que habían quedado heridas tras la salida de Irene Moreira, iba a votar mi censura.

    —¿Cuál es su mirada sobre la gestión del actual ministro del Interior, Carlos Negro?

    —He hablado poco, porque cuando hablaba de los números del Ministerio del Interior, decía que para establecer una tendencia teníamos que tener períodos más largos para sacar conclusiones definitivas. Pero me parece que el ministro Negro ha cometido varios errores. El primero fue dar la sensación de que la batalla contra el narcotráfico estaba perdida. Es un mensaje desalentador para la fuerza policial: “Para qué voy a pelear si ya está perdida esta batalla y lo dice nuestro jefe”. Es un mensaje que yo nunca hubiera pasado desde el ministerio. Aunque estuviera perdida.

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