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    Javier García: la coalición republicana tiene la mayoría parlamentaria “al alcance de la mano”

    El senador del Partido Nacional se muestra optimista para el domingo 27 y cuestiona a Yamandú Orsi: “Es el candidato del PIT-CNT” y no “da la talla” para ser presidente

    Hombre fuerte del gobierno de Luis Lacalle Pou, el senador Javier García alineó una tropa interesante para disputarle la hegemonía a Aire Fresco dentro del Partido Nacional y que su sector, Alianza País, consiga una mejor representación en el Palacio Legislativo. García es optimista. Asegura que el próximo domingo 27 la mayoría parlamentaria estará al “alcance de la mano” de la coalición republicana y lo argumenta por los altos niveles de popularidad del presidente y su gestión. “Sería ilógico que quien dice que el gobierno es bueno o muy bueno después vote en contra”, sostiene. Dice además que el Frente Amplio perdió el voto moderado, que el frenteamplista Yamandú Orsi es el “candidato del PIT-CNT” y que el movimiento sindical es el que tiene el “poder real” en la coalición de izquierda. E insiste: “Con el mayor de los respetos, Orsi no da la talla. No tiene definiciones, le cuesta asumir posiciones”. Desde el living de su casa en Pocitos, unas horas antes del último acto del candidato blanco en Las Piedras, García sentencia: “Yo sé en qué cree Álvaro Delgado, el Uruguay no sabe en qué cree Orsi”.

    Lo que sigue es un resumen de su entrevista con Búsqueda.

    —¿Es de los políticos que opina que esta campaña electoral ha sido fría, chata, apática?

    —No comparto que haya sido fría. Creo que fue diferente.

    —¿Por qué diferente?

    —Porque uno lee los análisis, las encuestas, ve ese porcentaje de indecisos y yo no creo que en Uruguay, con lo politizados que somos y faltando tan poco para las elecciones, haya tanto porcentaje de indecisos. Creo que lo que hay es un porcentaje importante de uruguayos que ya decidieron pero que no lo dice, que es diferente.

    —¿La mayoría silenciosa, el voto vergonzoso?

    —Comparalo con el 2019. Ahí se militó el cambio. El cambio es muy fervoroso, muy militante. La continuidad es muy apacible, no es gritona. La continuidad se expresa en el momento en que las urnas llaman. El cambio se construye. Hay que militarlo. Y el voto de continuidad, oficialista, es un voto más tranquilo. No es la primera campaña que ha pasado así.

    —¿Pero esta campaña diferente no se puede explicar también por estos procesos de renovación o ausencias de liderazgos que transitan los partidos?

    —En el Partido Nacional generalmente coincidían liderazgos con candidaturas. No es la circunstancia. También hay un cambio de la geografía interna del Partido Nacional. Hay una diferencia sustantiva del Partido Nacional de hoy con el de hace cinco años. El partido se construyó siempre sobre dos columnas que tradicionalmente expresaban lo que era el Herrerismo y los blancos independientes, el wilsonismo, que tenían liderazgos que iban en caminos independientes que se dirimían en una elección. Desde el 2020 hasta aquí hay un solo liderazgo en el Partido Nacional, que es el de Luis Lacalle Pou. Es la primera vez en la historia del Partido Nacional, que es casi bicentenario, que hay un liderazgo al que todo el partido, independientemente de corrientes y sensibilidades reconoce como líder partidario.

    —¿Y es bueno que ocurra eso? ¿No faltan contrapesos?

    —No, no, porque hay un reconocimiento de un liderazgo único en la figura de Luis. Y se da una competencia armoniosa entre los sectores, que agregan las sensibilidades que antes se expresaban en los liderazgos y ahora en los acentos que pone cada sector partidario. Es la primera vez que pasa en el Partido Nacional.

    —¿Con las alianzas electorales del Espacio 40 hay un intento de disputar el liderazgo entre los sectores?

    —No. Si nuestro objetivo fuera ganarles a otros compañeros del partido, sería un objetivo muy pobre. Hablaría muy mal de nosotros. Nosotros nos construimos para que la coalición de gobierno sea mayoría y para que el Partido Nacional vuelva a liderarla. Valdríamos muy poco si todo el trabajo y la militancia lo hubiéramos hecho con el objetivo de ganar una interna. Y también hay algo que está bueno para el partido y es que después de muchos intentos logramos construir una alternativa que reunió al wilsonismo. Con diferentes perfiles, no solo wilsonismo, tenemos una fuertísima impronta de compañeros que provienen del Herrerismo. Y eso nos nutre. Una visión moderna no tiene que estar sentada en sensibilidades del siglo XX. Esas sensibilidades que nos erizan la piel y nos hacen palpitar el corazón no tienen por qué erizar y hacer palpitar a compañeros de 30 para abajo.

    —¿A pocos días de las elecciones, lo logró convencer la fórmula presidencial, la elección de Valeria Ripoll?

    —A ver, fue una elección que generó sorpresa. Fue una decisión que toma Álvaro (Delgado) apoyado en una elección interna en donde tres de cuatro blancos lo apoyamos y eso le da una legitimidad esencial. Yo al otro día dije que esto no fue diferente a lo que ha hecho el Partido Nacional en otras instancias, nosotros tenemos raíces que hablan por nosotros. Y la elección de Ripoll le abrió las puertas del partido a otras sensibilidades que venían del campo social, del campo sindical. Herrera ganó las elecciones después de casi un siglo de gobierno colorado abriendo las puertas y haciendo un acuerdo con el ruralismo. Wilson tuvo una enorme convocatoria de gente con impronta de izquierda radical. El propio Lacalle Pou, cuando convoca a Graciela Bianchi, a Darío Pérez. No es novedoso que el Partido Nacional convoque a otros sin tradición blanca.

    —Es novedoso que se la incluya en una fórmula presidencial

    —Bueno, el tiempo evoluciona.

    —¿Y cree que le sumó votos?

    —Creo que Valeria le agregó un discurso que amplificó la voz del Partido Nacional. Nosotros tenemos una fórmula que es más nacional que lo que significa la fórmula del Frente Amplio, que es de comité. Ampliamos la convocatoria. Y creo que el resultado va a ser bueno. Se va a demostrar que la decisión fue buena.

    —¿Cómo se lleva con las encuestas?

    —Si encontrás un dirigente político que te diga que no las leyó, te miente. Todos las leemos. Y creo que las encuestas que han salido, los trackings, muestran claramente que empieza a alinearse una mayoría de la coalición repúblicana que modificó lo que pasó en las internas. En julio el Frente Amplio salió con el discurso de que ganaban en primera vuelta y todos vimos que eso se fue apagando. El Frente Amplio apenas supera en un par de puntos lo que obtuvo en octubre del 2019. Para quienes tenían el discurso de “ganamos en primera vuelta y con mayoría parlamentaria” se demuestra que hoy están a kilómetros de eso. Yo creo que no había tanto indeciso, sino gente decidida que no lo decía y es la que se está expresando hoy cuando empiezan repreguntar y hurgar en su perfil y se empieza a ver que son mayoritariamente a favor de la coalición. Yo creo que la coalición republicana tiene el domingo la mayoría parlamentaria al alcance de la mano. No es solo olfato o un acto de fe. Es analizar un poco la opinión pública. Las encuestas dicen que Lacalle Pou y el gobierno tienen un 50% de aprobación y un 30% de desaprobación. O sea que la desaprobación es bastante más baja incluso que la intención de voto del Frente Amplio. Entonces sería ilógico —puede haber excepciones—, pero sería ilógico que quien dice que el gobierno es “bueno” o “muy bueno” después vote contra el gobierno. Parece ilógico.

    —¿No será que pesa más la popularidad y la figura de Lacalle Pou que la propia gestión de gobierno en esa aprobación?

    —Pero se mide a Lacalle Pou como presidente de un gobierno. No es Lacalle Pou en otra actividad. La gente dice: “Estas políticas, esta gestión, son con las que estoy de acuerdo o muy de acuerdo. Son buenas o muy buenas”. Ahora, ¿digo que son buenas o muy buenas y después voto en contra de esto? Llama la atención. Creo que hoy el humor social tiende a otorgarle la mayoría parlamentaria a la coalición. Con una buena gestión, uno tiene un piso muy sólido para continuar. Si la gestión fuera mala, sería determinante; no se puede ganar con una mala gestión. Pero como la gestión es buena, la lógica impone que hay un ánimo de continuidad. Vamos hacía allí. Y a deferencia de las elecciones pasadas, con una coalición ya consolidada.

    —¿Considera una amenaza real que sea el Partido Colorado el que lidere la coalición?

    —El Partido Nacional va a liderar la coalición. El balotaje va a ser entre Delgado y (Yamandú) Orsi. Nosotros tenemos una responsabilidad grande, que es cuidar a la coalición. Porque tenemos la obligación de pensar en esa noche y en el día después. Por eso en la campaña no entramos en ninguna discusión lateral.

    —¿La mayoría parlamentaria es determinante para ganar el balotaje?

    —Es muy potente, sí. Es potente para garantizar la estabilidad y la eficiencia de un gobierno. Es una señal muy poderosa. Y puede darse una circunstancia inversa de la elección pasada: que el domingo gane la coalición con un margen más chico del que ganó en 2019, pero en noviembre gane por un poco más. Porque hay un electorado, un público cautivo de unas 50.000 personas que dicen: “Ya voté a los legisladores, ahora vamos a darle la gobernabilidad necesaria al país”. Aparte, hay una circunstancia política muy particular en el Frente Amplio. Perdió al astorismo. Antes tenía un sector muy potente, socialdemócrata, que lo perdió. Y ese uruguayo moderado ve estos desvaríos, esta falta de rumbo en materia económica, esto de confiscar los ahorros, el no tener posición con respecto a la seguridad social, esto de nacionalizar las AFAP. Es un partido que no tiene rumbo político, no tiene programa económico. Y la fuerza que tiene poder real es el PIT-CNT. Orsi es el candidato del PIT-CNT.

    —¿Por qué es el candidato del PIT-CNT?

    —Porque lo es. Porque notoriamente quien maneja las perillas del poder en el Frente Amplio es el PIT-CNT. El ejemplo más claro es el de la seguridad social. Que el PIT-CNT y el Partido Comunista están en contra de las AFAP lo sabemos desde el año 1996. ¿Por qué en 15 años de gobierno del Frente Amplio nunca hicieron un plebiscito? Porque había liderazgos fuertes en el Frente Amplio —Tabaré Vázquez, Danilo Astori— que le impidieron tocar el régimen previsional. Ahora no tienen frenos. Orsi no tiene liderazgos sobre el Frente Amplio y por lo tanto avanzaron y le hicieron pagar el precio de que (Gabriel) Oddone diera una voltereta mortal en el aire con respecto a su posición. Oddone firma un documento con más de 100 técnicos frenteamplistas diciendo que el plebiscito es una locura y cuando le ofrecen usar su nombre como eventual ministro de Economía, la condición que pone el Partido Comunista y el PIT-CNT es que cambiara el discurso. Y lo cambió. Entonces, esa inestabilidad política, esa falta de rumbo, esas posiciones de la Guerra Fría demuestran cómo el discurso y el poder lo manejan quienes manejan al Frente Amplio. Y Orsi está sometido a eso. ¿Por qué le costó tanto decir que Venezuela es una dictadura?

    —¿Le parece válida la estrategia del Frente Amplio de no exponer tanto a su candidato?

    —Orsi es el candidato del partido “No sabe, no contesta”. “¿Qué opina de tal cosa? No sé. ¿Qué opina de tal otra? No contesto”. Con el mayor de los respetos, Orsi no da la talla. No tiene definiciones, le cuesta asumir posiciones. Imaginemos las dudas que podría haber tenido al frente de una crisis. No da la talla, la seguridad que tiene que dar una persona que al final del camino es el que toma las decisiones, porque por encima del presidente no hay nadie. Yo sé en qué cree Álvaro Delgado, el Uruguay no sabe en qué cree Orsi.