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    Los planes previos de Álvaro Delgado y la apuesta “disruptiva” con Valeria Ripoll

    El candidato manejó una serie de opciones para integrar la fórmula hasta que se decantó por el “cambio de paradigma” que supone sumar a una exdirigente sindical sin pasado entre los blancos

    Había un plan A. Y hasta unas semanas antes de las elecciones internas del domingo 30 de junio hubo algunos últimos intentos para no desactivarlo del todo.

    Álvaro Delgado intentó convencer a la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, para que lo acompañe en una fórmula presidencial, pero la respuesta siempre fue la misma: asuntos familiares, su perfil más técnico que político, el desgaste de una gestión al frente de una cartera exigente y la intensidad de una campaña electoral. No había manera. El plan A, la encarnación viva de la continuidad con dos importantes jerarcas de gobierno en la fórmula, no funcionó. Descartado.

    Pero se manejaban otras opciones en la cabeza del exsecretario de Presidencia. En la recta final, cuando se acercaba el día de las elecciones, Delgado almorzó con el líder de Cabildo Abierto, el general Guido Manini Ríos, en el restaurante La Corte, en la Ciudad Vieja. Allí, entre otros temas, se habló de la posibilidad de que el exministro de Salud, Daniel Salinas, fuera su candidato a vicepresidente, una alternativa que siempre estuvo como una idea difícil de aterrizar. Primero, por el alejamiento voluntario de Salinas de la política hacia el mundo académico. Y, segundo, porque es un hombre de otro partido de la coalición. Eso podría generar nuevos roces con Cabildo, un socio ya de por sí áspero dentro del oficialismo. Manini Ríos le respondió a Delgado sobre las complicaciones a la interna de su partido que implicaba esta jugada. Descartado.

    Delgado, de todas formas, tenía otras pestañas abiertas en su computadora. Una, la más incómoda y tintineante, era la remota chance de que Laura Raffo tuviera una votación que lo “obligara” a elegirla. Pero él y todos en su entorno ya advertían desde hace meses que la precandidatura de Raffo no “prendía” entre la gente. Y que entonces esa sería otra posibilidad que tarde o temprano en la noche del domingo, terminaría por desecharse. Tenía que tener otro plan. Con este panorama llegó Delgado el viernes 28 a la última reunión de comando de campaña en su búnker sobre Bulevar Artigas.

    Ahí le avisó a sus dirigentes más cercanos —el jefe de campaña, Nicolás Martínez, la vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón, el senador Javier García, el diputado Martín Lema, el ministro de Transporte, José Luis Falero— que había hablado con el senador Luis Alberto Heber, hombre fuerte del Herrerismo y promotor de la postulación de Raffo. Le dijo que, si la precandidata votaba menos de una cifra aceptable —un 20%, un 25%— y él le sacaba una diferencia muy grande, quedaría con las manos libres para elegir a su vice. Fue en esa reunión de viernes en el comando en la que habló, sin dar ningún nombre, sobre su otro plan, sobre una idea que venía masticando casi que en secreto, con su almohada: la fórmula que “enamore”, como deslizó públicamente sin más pistas.

    Unos ocho meses atrás, el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, había comentado en su entorno que había una sola cosa que debía hacer Delgado en la noche de las internas: evitar la comparación, que suele ser odiosa, con lo que ocurrió en las elecciones de 2019, cuando nadie esperaba la fórmula con Argimón.

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    El domingo de Ripoll, una noche de furia.

    Estaba bien fría la noche del domingo 30. En el búnker de Delgado había muy poca militancia, mucha prensa y algunos dirigentes políticos. Sobre las 19.30, Delgado convocó a los más cercanos a una reunión en su despacho del segundo piso de la sede del comando. Fueron llegando de a uno hasta el búnker. Una hora más tarde, sobre las 20.30, se conocieron las primeras proyecciones del escrutinio a cargo de la Usina de Percepción Ciudadana. Ahí se supo que la diferencia a favor de Delgado sería aplastante. Más de 50 puntos por encima de Raffo. Una ventaja inédita en una interna del Partido Nacional. Había que activar el plan de Delgado.

    La reunión se concretó sobre las 21.00. Sentado en la cabecera, el exsecretario de Presidencia. Y, a su lado: Argimón, Falero, Lema, Martínez y García. “Tengo un nombre y el nombre es Valeria Ripoll”, anunció Delgado. Hubo un silencio. Rostros de sorpresa. Alguna cara un tanto expresiva de más. Lema fue el primero en hablar, le dio su respaldo: “Si estás convencido, vamo’ arriba”.

    Delgado insistió en el “quiebre” que significaba esta elección de candidata a vicepresidenta, en lo “disruptivo” que era y el “cambio de paradigma” que supone optar por una exdirigente sindical con pasado militante en el Partido Comunista. Destacó su “mirada metropolitana”, puso énfasis en su lucha por causas sociales. Dijo que el Partido Nacional tenía que abrirse y generar puentes con otros sectores de la sociedad. Y afirmó que él asumía toda la responsabilidad de esta designación. “¿Hablaste con Luis?”, le preguntó Argimón. Delgado respondió que ya lo había conversado con el presidente y que también se había comunicado con Heber. Desde el comando de Raffo le pidieron un poco más de tiempo antes de hacer anuncios. Querían esperar a ver si con el escrutinio de Montevideo se levantaban en algo los números. “Vamos a esperar cómo termina votando Laura”, decidieron en el comando de Delgado. Y todo se demoró un poco más.

    A varias cuadras de Bulevar Artigas, en la sede de Raffo sobre la Plaza Independencia, tres televisores mostraban, sin sonido, las coberturas de los canales 4, 10 y 12. El ambiente intentaba darlo un DJ a quien asesores de Raffo le pidieron que cambiara el repertorio ante la falta de energía general, profundizada cuando se conocieron las proyecciones de 19% de votos.

    Recién ahí el clima bucólico dio paso a cierta inquietud, muy leve, y el pedido de ponerles volumen a los televisores para saber qué decían los periodistas que trabajaban en la sede de Delgado. La pizca de vitalidad la dio la llegada del expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera. Se sorprendió por la poca convocatoria y saludó especialmente a la exfiscal Gabriela Fossati, quien a lo largo de la noche se mantuvo siempre sentada en el estrado junto a un grupo de cuatro personas.

    La espera se hizo más larga de lo previsto, al punto que algunos militantes decidieron marcharse a la casa del Partido Nacional y otros directamente se excusaron bajo el argumento de que aún tenían por finalizar logísticas electorales como recoger votantes. En el segundo piso buscaban que el escrutinio oficial de la Corte Electoral diera a Raffo al menos el 20% de los votos blancos, un número más sólido para intentar negociar con Delgado una fórmula presidencial que se les escurría de las manos. No hubo caso. Y solo quedó planificar el discurso de derrota de la precandidata del Herrerismo.

    Ripoll, que estaba desde temprano en el búnker de Delgado acompañada por una de sus hijas, sabía que la estaban evaluando para vice, que su nombre era un posibilidad arriba de la mesa. Pero no se enteró de que era la elegida hasta ese domingo de noche, cuando se lo propuso el candidato electo. Aceptó de inmediato. Luego se acordó la maniobra de su traslado hasta la sede del Partido Nacional en la Plaza Matriz sin levantar sospechas. Delgado bajó a dar una conferencia en el hall de la sede, y, con la prensa distraída en su figura, Argimón tomó del brazo a Ripoll, atravesaron el corredor y se subieron al auto que las llevó hasta la casa de los blancos. La hija de Ripoll iba sentada en la falda de la vicepresidenta, mientras la exdirigente sindical le avisaba por teléfono a su familia sobre la noticia de último momento. En breve se anunciaría la esperada fórmula nacionalista. Faltaba una hora para la medianoche.

    Ripoll llegó a la casa del Partido Nacional y al poco rato su nombre se filtró a la prensa. Los portales de El País y El Observador ya informaban que era la elegida de Delgado, mientras los integrantes del Honorable Directorio y otros dirigentes blancos iban arribando a la sede de la Plaza Matriz. Afuera: bullicio militante, banderas, parlantes a toda música. Adentro, clima sepulcral. Un festival de caras largas. “Esta noche termina mal”, dijo Lacalle Herrera ni bien puso un pie en la casa del partido. El aire se cortaba con un cuchillo. Ripoll esperaba en una sala contigua al salón del Directorio donde Delgado daría su segundo discurso como ganador de la interna. No era un clima de victoria, mucho menos de euforia. Más bien de shock, indignación, sorpresa, malestar generalizado. La senadora Graciela Bianchi expresaba a quien la quisiera oír su desencanto con la forma en que se había procesado todo. Luego, diría a Búsqueda que su “molestia no fue por la fórmula, sino por la falta de comunicación a tiempo a los referentes más cercanos a Delgado”.

    “Es un problema de formas y de relacionamiento”, afirmó. “Eso fue lo que me molestó. Entiendo que la enorme diferencia con Raffo condicionó la decisión a último momento”. Y que por eso había optado por no subirse al estrado. Abajo del escenario, también enojado, quedó el senador suplente Sebastián da Silva, dos de los perros guardianes del gobierno afuera de la foto de la noche de las internas.

    Tras otra larga espera sobre la medianoche gélida, con la entonación del himno nacional y Marcha de los Tres Árboles en el medio, sobrevino el tercer discurso ganador de Delgado. La militancia ya estaba entre cansada, fastidiada y expectante. A un lado del escenario, junto a Argimón, Ripoll esperaba su momento. “Un cambio de paradigma” y “un acto de fe”, introdujo el candidato. Y presentó a la “compañera que con valentía sigue peleando por causas sociales”. Arriba del estrado, Raffo, estoica y con mirada impertérrita, fija en el horizonte, aplaudió con pocas ganas. Abajo, se escucharon abucheos, silbidos, algún insulto, y el recuerdo despectivo a la condición de comunista y sindicalista de la flamante candidata a vice. La noche de furia blanca se diluyó entre la confusión y el cansancio.

    El día después

    Y luego de la jornada visceral, con la sensación de resaca después de una noche demasiado embarullada, muchos de los blancos comenzaron a hacerse a la idea de la fórmula. En cierto sentido, la tropa se alineó bastante rápido. Con matices, por supuesto. Pero muchos de los que juraban hasta desafiliarse del partido o desbancar la fórmula en la Convención, bajaron las revoluciones. Aparecieron las frases hechas sobre la condición de “buen blanco” que supone no ponerle palos en la rueda al candidato. “Bajamos un cambio, pero no por convicción, más bien porque es nuestro deber”, dijo a Búsqueda uno de los dirigentes cercanos a Raffo.

    El dirigente Santiago Caramés buscó convencerse. “En 2014 tuvimos la renovación generacional con Lacalle Pou, ahora con Álvaro y Valeria ampliamos la base. Estratégicamente es bruta definición. Lo que más necesitamos es menos Masoller”, afirmó.

    Y mientras la flamante dupla Delgado-Ripoll comenzaba un raid mediático para tratar de explicar la fórmula, un dirigente que prefirió el anonimato resumió a Búsqueda su estado de ánimo: “Esto es como el jingle, al principio no gusta, pero después lo terminás bailando”.