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Un plato de arroz con lechuga y jamón, o un pancho. Ese es el menú “frecuente” que ofrecen algunas de las cantinas universitarias a los estudiantes becados, en su mayoría del interior y de bajos recursos. Eso, sumado a “notorias irregularidades” edilicias en el sistema de los comedores, fue denunciado por una delegación de estudiantes becados el martes 17 ante el Consejo Directivo Central (CDC) de la Universidad de la República (Udelar).
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Hasta 2015 existían dos comedores para los becarios. Pero desde agosto de ese año el servicio de alimentación se presta solo en el comedor N° 1 —el N° 2 está cerrado por reformas—, para atender a un millar de estudiantes. Además se ofrecen menús diarios en las cantinas de las facultades de Humanidades, Ciencias Económicas, Agronomía y Ciencias, y en Salto.
En las cantinas, tercerizadas en el caso de Ciencias, Humanidades y Economía, la comida es “de menor valor nutricional” y la porción “más reducida” que en los comedores, al punto de “pasar hambre”, según los becarios.
Las becas destinadas a comedores y cantinas en 2014 eran 1.770, y en 2017 alcanzan las 2.300. El número de platos servidos en 2014 fue 155.000, y hasta setiembre de este año se sirvieron unos 171.000 menús. Las cantinas ofrecieron más de 70.500 platos en 2017.
Los estudiantes que asisten al comedor N° 1, ubicado en Frugoni y Rodó, llegan a ser “en meses pico” alrededor de 900: 600 en el almuerzo y 300 en la cena. Ese comedor permaneció cerrado en 2016 por un “deterioro vinculado a la situación de humedades y sanitaria del subsuelo”, donde está la despensa, según la Dirección General de Arquitectura de la Udelar, y reabrió en enero de 2017. Fue entonces que cerró el comedor N° 2, por inundaciones.
Menú del día.
Las “inquietudes” de los estudiantes fueron relativizadas por la presidenta del Servicio Central de Bienestar Universitario, Silvia Canedo, para quien las críticas son “inexactas” y “no tienen casi fundamentación”. Bienestar concentra los servicios sociales de la Udelar en salud, becas, cultura, deporte, alimentación y recreación.
Canedo reconoció las demoras en las obras del comedor N° 2, y que el N° 1 se inauguró con “algunas deficiencias” —que ocasionaron, entre otras problemas—, la caída de una campana, y ameritaron su cierre. “La despensa ya no se inunda, pero tampoco se cambió de lugar”, dijo.
La jerarca destacó que gracias a los convenios de concesionarios de cantinas, la Udelar pudo incorporar a más de 400 estudiantes que estaban en lista de espera.
El menú de los comedores es “ampliamente superior” en cantidad y calidad al de las cantinas, agregó. El costo del plato para el servicio universitario ronda los $ 450 en los comedores, y en las cantinas promedia los $ 170.
Desde hace cuatro meses, una nutricionista supervisa las cinco cantinas, destacó a su turno la directora de Comedores Universitarios, Gabriela Prattes.
Los estudiantes, quienes se posicionan en contra de la “tercerización” del servicio de comida, consideran insuficiente la dieta brindada en las cantinas, por su bajo valor nutricional y su reducida cantidad.
“Un menú frecuente en algunas cantinas tercerizadas es arroz con lechuga y fiambre o un vaso de sopa, o un pancho”, ejemplificó la delegada del orden estudiantil Ana Benítez. “Nos parece inadmisible que esta mala administración de los fondos públicos la paguen los becarios viendo reducido el acceso a su derecho a la alimentación”, expresó.
A su vez, la agremiación de funcionarios de la Udelar denunció malas condiciones de trabajo y falta de personal en los comedores. Su secretario general, Daniel Olivera, dijo que las cantinas tercerizadas pagan “sueldos miserables” y eluden derechos laborales.
La Universidad tiene más de 100.000 estudiantes, los becarios suman unos 8.500, y quienes reciben becas de comedor son alrededor de 2.300. “Esa es la dimensión real del servicio. Todos queremos que los estudiantes reciban comida buena”, dijo el rector Roberto Markarian.
La Udelar invertirá $ 3.200.000 para extender los servicios de comida a Paysandú, Rocha, Maldonado, Tacuarembó y Rivera.