• Cotizaciones
    miércoles 22 de enero de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Giovanni Sartori

    Sr. Director:

    Nacido en Florencia en pleno ascenso de la figura totalitaria del Duce, en 1924, falleció en Roma, como ha sido ampliamente difundido, el pasado 4 de abril del corriente año 2017, el profesor Giovanni Sartori.

    La noticia enluta a la Ciencia Política universal, que tuvo en su larga vida de producción académica y docente, un testimonio de impresionante fecundidad y rigor teórico, que hace honor a la tradición intelectual politológica de la patria florentina que compartió con el monumental Nicolás Maquiavelo.

    Sus trabajos doctrinarios obtuvieron divulgación en nuestros ámbitos universitarios, con la recuperación democrática y la posibilidad de una docencia efectivamente libre en el campo de las Ciencias Sociales.

    Ciertamente que la larga experiencia en la enseñanza universitaria, cuando ella responde a esa vocación de llevar al taller del aula el pensamiento y acicate de los grandes maestros, de aquellos que producen las vigencias o formas en que se vive el quehacer doctrinario de una época, para construir en el encuentro entre docentes y estudiantes el conocimiento en que todos aprenden, y hacerlo con éxito, supone una previa y determinante opción que es la de elegir los autores que acompañarán el trabajo docente. En esencia, si cada uno de nosotros, en cuanto lectores genéricos, somos los autores que escogemos, en cuanto estudiantes y docentes somos aquellos autores que escogemos para que formulen la mediación entre la organización del conocimiento y cada uno de los partícipes del hecho pedagógico.

    Sartori es un maestro que convocado al trabajo del aula exhibe unas potencialidades didácticas de insuperables proyecciones y, por ello, como beneficiario de esas capacidades hoy hilvano estas palabras que son memoria y gratitud.

    Sus textos son como un guion que permite ubicar al pensamiento previo politológico de Occidente en la larga y acumulativa construcción de los conceptos básicos para entender el poder y la política.

    A esta conclusión llego hoy pensando en esa preocupación siempre presente por la historia conceptual(“Las palabras son nuestras gafas. Equivocar la palabra es equivocar la cosa”, supo decir), desde aquellos desarrollos contenidos en “La Política. Lógica y método de las Ciencias Sociales”, cuando responde a la pregunta fundacional: “¿Qué es Política?” y, para ello, trabaja la peripecia del concepto desde el pensamiento griego, cuando todavía la Politología estaba incluida en el campo más amplio de la Filosofía y de la Ética y la dicotomía entre lo político y lo social no se había operado, pasando por la juridificación latina del término, por su captura o subordinación por la Teología, en la impresionante catedral medieval del pensamiento tomista, hasta la construcción autónoma que fundó su coterráneo Maquiavelo, autonomía que transitando por diversas versiones de la Modernidad, llega hasta la construcción de una visión científica de la política, magistralmente resumida por Sartori, como aquella forma de control social que se organiza sistémicamente para producir las decisiones colectivizadas soberanas. O sea, aquellas decisiones que abarcando materias tan diferentes como la economía, el derecho, la reforma social, la religión o la educación, son adoptadas en el sistema político o en el dominio político como manifestaciones de un poder coercitivo social, que estando más allá de lo puramente doméstico, se aplica a la generalidad de la vida social.

    Esta idea de Sartori, de la política vinculada a la idea de un dominio político o del sistema político, está en tensión y contradicción directa con aquellas otras visiones, muy propias de los últimos tiempos del pensamiento de Occidente que, partiendo de la postulación de la horizontalidad democrática como efectiva promoción de ciudadanía, cuestionan la ineludible verticalidad que conlleva la idea de sistema político. Sartori reaccionó, ya en aquellos lejanos tiempos de comienzos de los años 80, contra el reduccionismo sociológico de la política, puesto que en su visión ello afecta a la propia autonomía el sector político y de ahí a su propia identidad, abriendo el camino a tesis que pueden llevar incluso a la dilución de la política.

    Esta última aprensión o recelo del maestro fue retomado con fuerza en los últimos tiempos cuando, ya grande y pudiendo ejercer aquella especie de soberanía espiritual que Tácito adjudicó a la vejez, como etapa en la que se puede pensar lo que se quiera y decir lo que se piensa, en su crítica del direttismo (de “directismo”, democracia directa), al que entendía, como algo así como una renovación, en gran medida hija de la ignorancia y de la pérdida de cultura cívica, del “qualumquismo”, en que mediante la apropiación masiva de la política y del poder por los ciudadanos, se arrincona y destruye la forma representativa de la democracia. Esta censura del direttismo no puede separarse de otros fenómenos y procesos que Sartori relevó y sobre los cuales teorizó, como el efecto del videopoder, de la imagen del “hombre ocular” pegado a las pantallas en redes y del ocaso probable de los partidos como máquinas organizativas del voto popular.

    Todos estos materiales son de una enorme fuerza sugestiva y por eso Sartori estuvo tan presente en mi actividad docente y la de otros colegas por aquellos años 80 y 90 y seguramente lo seguirá estando, en las Facultades de Derecho.

    Como se ha recordado por estos días, sus contribuciones sobre la democracia, confirieron a Sartori la autoridad de un experto máximo. En este campo de reflexión, su teoría, de naturaleza “intermedia” entre la idealidad filosófica y el empirismo crudo, como le gustaba definir a su trabajo, instituyó a la democracia como una de sus categorías básicas de análisis. También aquí su pensamiento partió de la búsqueda, siempre presente como dijimos, de la historia conceptual del término entre los antiguos y los modernos así como de las implicancias teóricas de las dos tridimensionalidades de la democracia. Por un lado, los tres aspectos de la democracia como discurso moderno o lógica política moderna que permite distinguir la democracia como principio de legitimidad, como sistema político y como ideal. Y por otro lado, las tres dimensiones de la democracia como forma de Estado y de gobierno: la política, la social y la económica. Pero en estos temas de la democracia el politólogo Sartori fue un hombre perfectamente implicado en la praxis de su tiempo histórico y entonces su pensamiento adquirió unas proyecciones que superan con mucho el tecnicismo de la Ciencia Política. Y, en una perspectiva profundamente empática con el destino humano, se comprometió en el campo cívico, con aquella verdad que su teoría política le permitió afirmar, cuando criticó la “teoría de las dos democracias” posibles, descalificando los ideales del comunismo y su pretendida democracia sustancialista: “La única democracia que existe y que merece este nombre es la democracia liberal”, dijo frontalmente.

    Ese maestro gigante, uno más entre una larga serie de titanes, que cotidianamente los maestros y profesores de ciencia política convidan a las aulas, permite en ese ámbito renovar la maravillosa experiencia del debate y de la crítica de la realidad, que es el milagro constante con que la Universidad como institución, fermenta revolucionariamente a las sociedades. Esos textos poderosamente pedagógicos de Sartori introducen en la reflexión política el tema de la calidad del gobierno democrático. Y Sartori se cuida muy bien de cualquier idolatría sabiendo que desde antiguo el pensamiento político y sus doctrinos están signados por la asunción de los ciclos y de las decadencias.

    En sus últimos tiempos, su prédica resaltó las amenazas que se ciernen sobre la democracia liberal y sobre Occidente, las amenazas para la libertad. Y este hombre que fue tan crítico con la Iglesia católica, el demócrata liberal de izquierda que fue tan crítico con los procesos políticos de Occidente y con la pérdida de valor de las dirigencias occidentales, alzó su voz en los últimos tiempos, diríamos que en las últimas horas de su vida contra el fundamentalismo islámico como radical negación de las nociones fundamentales de la libertad y la igualdad. Vio en las respuestas al problema migratorio, tal como se está planteando en Europa, equivocaciones tal vez fatales, producto seguramente de aquella pérdida de valor de las dirigencias políticas de Occidente. Reivindicó con fuerza el derecho de la sociedad de acogida de exigir al inmigrante la aceptación de sus valores fundamentales. Dio testimonio, en términos duros incluso, de una cultura occidental agredida en términos físicos por el terrorismo y desafiada culturalmente por el fundamentalismo.

    Inmerso en estos debates lo alcanzó la muerte y con ello la proyección exclusiva de su docencia a su palabra escrita, a sus maravillosos libros, que con toda autoridad se integrarán al acervo escrito del saber crítico y reflexivo sobre el poder y la política. Aquel acervo al que su compatriota Maquiavelo denominó la antigua corte de los pensadores de la política que recibe amorosamente al peregrino que busca en ellos alimento de sabiduría, que se recibe y en abundancia con la sola condición de preguntar y cuestionar con calidad y entrega. Ese ejercicio que el hombre Sartori murió temiendo que estuviera a punto de finalizar en Occidente y para continuar el cual, sin concesiones, el maestro Sartori, ahora en la inmortalidad del acervo politológico y para siempre, se ofrecerá como compañero y alimento. Y como todo maestro, murió sembrando sin pretender dominio sobre mentes o almas o eliminar la responsabilidad de sus lectores, solo ejerciendo el santo oficio de la partería: el título de último libro es “La Carrera hacia ninguna parte”, pero en la “Premisa” que lo prologa se puede leer que “(o)riginariamente tenía en mente como título de este libro “En marcha hacia el colapso”. Para expresar que estamos avanzando en medio de la tontería y la extravagancia costosa, pero sin ninguna idea de cómo seguir siendo tantos, demasiados. Entre estos dos títulos, que el lector escoja”.

    Dr. Ricardo Gorosito Zuluaga

    Ex profesor titular de Ciencia Política en la Ucudal