Son ingeniosos, atrevidos, satíricos, descarados. Se critican, critican a la industria y a la sociedad que los rodea. Estos “cualquiera”, que llevan con estilo y dignidad un chaleco anticríticas, conquistaron el escenario pequeño más grande del mundo, los Tiny Desk de la National Public Radio de Washington D.C., el famoso ciclo de recitales íntimos, que fue su trampolín al estrellato global. Hasta tocaron en Japón. Lo que hicieron allí, además de superar en reproducciones a artistas bien consolidados, como Taylor Swift o Bad Bunny, fue la antesala de su último disco, Papota, con el que nombraron el tour que este jueves 25 de setiembre llega al Antel Arena.
Les preguntaban si eran hermanos, y ellos decían que sí solamente por diversión. Esa complicidad temprana se transformaría más tarde en el polémico dúo, por un lado ovacionado al punto de ser considerados “los nuevos Illya Kuryaki and the Valderramas”, por el otro, abucheado por groseros, impulsores del mal lenguaje, soberbios, y al fin y al cabo, por también ser un producto que, como nació de prisa, morirá de golpe.
Siempre fueron los distintos y el camino de cada uno fue distinto. Cato creció con la guitarra como extensión del cuerpo, influenciado por su padre, que también era músico y artista. Se formó en la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola y exploró el terreno del rock hasta el jazz. Su nombre artístico nació por accidente (error de tipeo) durante una batalla de freestyle: Ca7riel, con número incluido.
Catriel y Paco Amoroso
Los llaman “los nuevos Illya Kuryaki and the Valderramas”.
@totopons
Ulises, por su parte, de niño tocaba el violín, pero encontró su refugio en el hip-hop. El alias Paco Amoroso lo eligió años después, como una reacción contra “todos esos nombres de mierda”, diminutivos y edulcorados de la escena musical argentina: “Son todos como de perritos, ¿sabés? Lali, Piki, Chuchi, Chucky… Yo quería una cosa compuesta, más sofisticada, como Frank Ocean o Kendrick Lamar, que me ayudara a componer el personaje”, explicó en varias ocasiones.
Tuvieron la banda Astor y las Flores de Marte, se separaron, y ya convertidos en personas adultas, la chispa volvió en tiempos insólitos. “No nos veíamos tanto porque había un virus que estaba acabando con el mundo. Entonces, ya que el mundo estaba por terminarse, ¿por qué no hacer música? Y cuando nos juntamos, ¡explotamos, mi amor!”, contaron. De ese talento potenciado en conjunto se dieron cuenta estando solos.
Lo que parecía una excusa para sobrevivir a tiempos de locos terminó consolidando una sociedad creativa que hoy está en la cresta de la ola.
Estilazo
“Música sin maquillaje, a carita lavada, que suene como vinimos al mundo”. Así describió Ca7riel lo que hicieron en el Tiny Desk, y esa frase sirvió como declaración de principios para el dúo que se acompaña en el escenario de media docena de hombres musculosos y bronceados, mientras con toda su estampa derriban el estereotipo de la masculinidad y cierran el concierto con un beso en la boca. Encantan y también incomodan y eso les fascina.
Al principio, no apostaron a la música latina más comercial ni a complacer algoritmos, pero lo curioso es que lo terminaron haciendo. “El mundo es raro”, suelen soltar en medio de sus shows.
Prefieren decir que lo que manda es la pulsión, aunque han admitido que el paso de su banda de rock a esta dupla urbana se debió al deseo de vivir de la música. Duki, a quien se le acredita haber popularizado el género del trap en la región (Argentina y Uruguay), lo destacó: “Ellos te lo dicen. Están haciendo esta música porque es la que les da de comer. Y eso está bien, es real. Nadie se olvida que Ca7riel agarra una guitarra eléctrica y la destruye, es un músico de la hostia”.
Catriel y Paco Amoroso
En el bar Santa Fe, de Agraciada y Gral. Luna, en Montevideo, filmaron escenas del cortometraje Papota.
@totopons
Si artistas como Bizarrap, Duki o Wos no hubieran abierto este camino en Argentina, quizás el proyecto conjunto de Paco y Ca7riel no habría visto la luz. Pero a pesar de las referencias, lo auténtico es la clave de este combo. Su show en Lollapalooza 2024 lo comprueba cuando Jaden Smith no pudo presentarse y ellos sin un plan armado ocuparon el hueco que dejó. Aparecieron en un jacuzzi, brindando con champán y comiendo sushi mientras hacían playback de su primer disco, Baño María. No solo no era el artista esperado, sino que estaban haciendo playback. La gente se enfureció: varios se incomodaron ante la alevosía, esa actitud (que es parte del show) de la que ambos hacen gala, y que les sirvió en ese momento para dar a conocer más su disco. Y ellos, felices.
Esa mezcla de descaro y carisma alcanzó escala mundial después del Tiny Desk. Viajaron enfermos, con “la voz remal”, y ellos mismos cuentan que “si te fijás bien, hay cagadas: al trombonista se le escapan notas, hay caras de ‘la pifié…’. Pero había una energía especial. Si todo fallaba, al menos quedaba nuestra actitud, como de que no nos importaba nada estar ahí… cuando sabíamos que era una gran oportunidad”, contaron en una entrevista con la revista GQ.
Esa es la descripción perfecta: sus expresiones, sus poses, es como si no les importara estar donde están, aunque lleven gorras estrafalarias y abrigos de peluches. Su estética dice que les importa y no les importa nada al mismo tiempo. Y con esos aires effortless, de do it yourself punk pop, lo que transmiten es presencia, e internet hizo lo que tenía que hacer.
En un continente dominado por el reguetón y los ritmos latinos, Ca7riel y Paco Amoroso son inclasificables, y siguen haciendo enojar. Con Papota —palabra lunfarda para referirse a los suplementos y anabólicos que sirven para hacer crecer al músculo en poco tiempo y sin esfuerzo, brillante alegoría— lo dicen todo sobre este tiempo, y eso es hacer más que música.
Sobre qué hablan
En la música no hay absolutos. Todo es interpretación, subjetividad, algo que gusta o no gusta, y está bien, y punto. Pero más allá de eso, en Paco y Ca7riel hay un mensaje para quien preste oído, musical y del otro.
El cortometraje Papota —filmado en Montevideo—, dirigido por el actor, director y guionista argentino Martín Piroyansky, y la serie de videos de YouTube levantaron un espejo incómodo frente a la industria latina de la música en la que ellos mismos quedaron atrapados.
La franja queda difusa entre sátira y confesión, y tiene sentido, pasaron del under a las portadas en un abrir y cerrar de ojos. “El sueño lo cumplí, ¿pero a qué costo? Ayer no me quería y hoy me odio”, cantan en Re forro, mientras aparecen desfigurados por cirugías estéticas y recibiendo un “Latin Chaddy” (en la jerga de internet, un chad es un hombre alfa, sexualmente atractivo y competente), referencia directa a los Latin Grammy.
Hablan del éxito y sus costos, del narcisismo, de la sobreexposición, de los vínculos amorosos, de las amistades y del dinero. Los productores les demandan cosas, como aprender inglés, ir al gimnasio o trabajar su imagen. Y el dúo responde con gigantescos retratos faciales de ellos mismos editados con filtros chad para lograr una apariencia extramasculinizada en sus shows.
Ca7riel y Paco Amoroso no solo hacen hits, se burlan de la idea misma de hacer hits. Leen los manuales de la industria actual para prenderlos fuego y bailar sobre las cenizas, tal y como acaban de aprender que se hace.
Paco y Catriel
Hombres musculosos y bronceados los acompañan en el escenario, mientras derriban el estereotipo de la masculinidad y cierran el concierto con un beso en la boca.
@totopons
Proyección a futuro
Dos mil veinticinco es el año de Paco y Ca7riel. A Baño María le sumaron Papota, un segundo disco que recicló y potenció al Tiny Desk. Se subieron al escenario de Coachella, al de Lollapalooza, hicieron su primera gira por Barcelona y Madrid antes de volver a cruzar el Atlántico y presentarse en Miami, Río de Janeiro y, sí, también lo harán en Montevideo.
La gran pregunta es si podrán mantener la esencia que los hizo llegar hasta acá dentro de un mundo que premia las fórmulas de repetición y se ofende cuando alguien deja de ser fiel a su estilo. Pero si el estilo es ser víctima del sistema y del tiempo que les tocó, ¿cómo podrían dejar de ser fieles a eso?
La dupla es joven, irreverente, se deja persuadir por lo tentador, son imperfectos, humanos. Serle fiel a eso es la única regla que parecen seguir y, probablemente, la única que necesitan para seguir explotando cabezas.
Paco y Catriel
En un continente dominado por el reguetón y los ritmos latinos, Ca7riel y Paco Amoroso son inclasificables.
@totopons
Jueves 25 de setiembre en Antel Arena, a las 21 horas. Entradas entre 2.300 y 4.400 pesos, a la venta por Tickantel.