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El día en que David Lynch habría cumplido 79 años, cuatro días después de su muerte, su familia organizó una sesión de meditación abierta en su honor. La invitación, de alcance global y fijada para el lunes 20 de enero a las cinco de la tarde en Uruguay, buscó celebrar su vida y reconocer su legado.
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Lynch era practicante y divulgador de la meditación trascendental, una “técnica simple, natural y sin esfuerzo, que se practica dos veces al día, durante 20 minutos” y que “no es una religión, una filosofía ni un estilo de vida”, según la define la David Lynch Foundation. La organización, creada en 2005 por el director, tiene como objetivo enseñar meditación a niños y adultos.
En el sitio de la fundación, Lynch, quien comenzó a meditar en 1973, describe su experiencia con la meditación trascendental: “La practico dos veces al día, todos los días. Me ha dado acceso sin esfuerzo a reservas ilimitadas de energía, creatividad y felicidad en lo más profundo de mi ser. Este nivel de vida a veces se llama ‘conciencia pura’. Es un tesoro. Y este nivel de vida está muy dentro de todos nosotros”.
Una búsqueda interior similar marcó su cine, en el que evocaba los sueños, las pesadillas y los rincones más oscuros de la psique humana con películas que desafían a quienes las ven. A Lynch le interesaban el miedo, el deseo y la violencia, pero siempre terminaba volviendo a la belleza. Sus personajes son extravagantes y perturbadores, es decir, profundamente humanos.
Nació el 20 de enero de 1946 en Missoula, Montana. Su padre era científico del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y su madre, en ocasiones, enseñaba inglés. Durante su infancia, se mudó con frecuencia, y a esa crianza la describió como típicamente estadounidense. La recordaría, luego, como el momento en el que empezó a sentir que debajo de la superficie hay otro mundo y que en lo cotidiano se ocultan fuerzas oscuras.
Estudió pintura y adoraba a Francis Bacon. Los bosques tupidos del noroeste de su país fueron la inspiración para su Twin Peaks, la serie que cambió la televisión para siempre bajo la pregunta: ¿quién mató a Laura Palmer? La respuesta la dio removiendo el telón —rojo, por supuesto— bajo el cual un pueblo idílico escondía su inherente maldad.
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Laura Dern y David Lynch conversan en el rodaje de Imperio (Inland Empire), en 2006. Actriz y director trabajaron juntos en otras dos películas: Terciopelo azul y Corazón salvaje
AFP
En Uruguay, la primera película de Lynch que se estrenó en cines fue El hombre elefante, en 1981, con una historia sobre la compasión y la discriminación que contrastaría con las películas que vendrían después.
Por los cines nacionales pasaron su primera película, Cabeza borradora, un bebé mutante que luego fue clásico de culto. Le siguieron Dune (1984), una ambiciosa adaptación y la obra en la que no tuvo control creativo; Terciopelo azul (1986), con su mundo hipnótico de perversión; Corazón salvaje (1990), la road movie con la que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes; Lost Highway (1997), un suspenso surrealista y paranoico; Una historia sencilla (1999), su película más modesta y cargada de sensibilidad, y El camino de los sueños (2001), la obra maestra en la que profundizó en los abismos de un Hollywood distorsionado. Finalmente, su última película fue Imperio (2006), un experimento descomunal sobre los peligros de filmar y el aspecto marchito de la industria cinematográfica.
Lynch regresó a su querida Twin Peaks en dos ocasiones. La primera fue con la película Twin Peaks: el fuego camina conmigo (1992), una precuela que, con el tiempo, fue reapreciada. La segunda vez fue con la tercera temporada, Twin Peaks: The Return (2017), producida 25 años después del final de la serie original. Esa serie fue votada en la revista francesa Cahiers du Cinéma como la mejor película de 2017, un hito que la cinefilia consideró transgresor, pero sin poner jamás en duda el reconocimiento a la labor y creatividad del director.
El premio Oscar le llegó en 2019 y fue otorgado de manera honorífica. Con los ojos llorosos y acompañado de tres de sus intérpretes predilectos, Kyle MacLachlan, Laura Dern e Isabella Rossellini, uno de sus grandes amores, Lynch agradeció a todos los que lo ayudaron en su camino y señaló que la estatuilla dorada tenía “una cara muy interesante”.
Embed - David Lynch receives an Honorary Award at the 2019 Governors Awards
Lynch murió en 2025, y morir hoy significa, en las redes sociales, un duelo virtual de contenidos incesantes. Se compartieron elogios a su imaginación, listas con sus películas ranqueadas y las sentidas palabras de sus colaboradores más cercanos. “Lo extrañaré más de lo que los límites de mi lenguaje pueden expresar y mi corazón puede soportar”, dijo MacLachlan. “Te amaré y te extrañaré cada día por el resto de mi vida”, escribió Dern.
También volvieron a verse algunas de las ocurrencias que Lynch tenía como entrevistado, que con el tiempo se convirtieron en hitos de la virtualidad. Entre ellas está su célebre intercambio en una entrevista de los Bafta, cuando definió Cabeza borradora como su película más espiritual, y al ser invitado a profundizar sobre ello, respondió con un rotundo “no”. También volvió a verse su encuentro con Pedro Almodóvar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde Lynch vio al cineasta español en el público, mientras daba una conferencia sobre meditación. Se encontraron y Almodóvar le besó la mano.
Durante la pandemia, desde su casa, Lynch compartió informes diarios sobre el clima, al mismo tiempo que ostentaba, quizás sin intención, su cabellera alta y plateada, tan icónica como sus películas.
Los últimos años de Lynch parecieron estar marcados por un alejamiento de la creación de películas en una industria que no volvió a darle esa oportunidad. Se enfocó en la creación de varios cortometrajes y mediometrajes, siguió haciendo música, creó un club privado en París y se despidió del cine con una actuación estelar en Los Fabelman, de Steven Spielberg, interpretando a John Ford. Aparece fumando. ¿Cómo no iba a aparecer fumando?
Para Lynch, fumar no era solo un hábito, sino una parte de su proceso creativo. Le calmaba los nervios, lo estimulaba, y el simple acto de fumar, el olor del tabaco y la acción de encender un cigarrillo eran, para él, algo “hermoso”. Dejó de fumar en 2022, tras ser diagnosticado con enfisema. Su movilidad se vio limitada y se vio obligado a usar oxígeno. Alentó a otros a dejar el hábito.
Bob Roth, el encargado de la David Lynch Foundation, contó que Lynch murió mientras meditaba. Uno de sus colaboradores en Twin Peaks compartió también la información. Lynch creía que la meditación lo ayudaba a “sacar la basura y dejar entrar el oro”. Su arte estuvo guiado por la intuición y el sentimiento y no por la lógica y la razón. Para él, la realidad era misteriosa y su cine, repleto de secretos, su percepción de ese enigma.