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Los recientes estrenos de la película Sánguche caliente y la serie La casa grande inyectan una bienvenida dosis de humor al audiovisual uruguayo, demostrando que la risa puede nacer de la inventiva al servicio de la escasez. Ambos proyectos, de origen independiente, son frutos de una producción movilizada por el deseo colectivo de crear entre amigos y colegas. Rodadas con equipos mínimos y aprovechando recursos que van desde una joya de la arquitectura montevideana como locación hasta un iPhone como cámara principal, ambas ficciones convierten sus limitaciones en estéticas y narrativas distintivas. Son, además, muy graciosas.
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Sus acercamientos a la comedia no podrían ser, sin embargo, más opuestos. Bajo la dirección y guion de Paula Botana, incipiente voz en el panorama audiovisual nacional, La casa grande propone un retrato que, con ironía y cierta melancolía, explora las inseguridades de una “casi” treintañera en pleno proceso de autodescubrimiento. Su impronta, que se ríe de una generación que descubre tener menos respuestas de las que creía, se alimenta de torpezas y fracasos cotidianos en todos los frentes: la familia, las amistades, el trabajo y los vínculos amorosos.
Detrás de Sánguche caliente se encuentra el director y guionista Manuel Facal, creador de la reconocida comedia Relocos y repasados (2013), quien propone una odisea cómica también liderada por protagonista millennial, pero uno que abraza situaciones al límite para mofarse con irreverencia de, entre otras cosas, algunos estereotipos culturales rioplatenses. La película apuesta por lo chabacano como motor y ha logrado congregar, en las salas de cine, algunas de las funciones con más risas por minuto de los últimos años.
Embed - Sánguche Caliente (2025) Trailer Oficial
Dos odiseas
Sánguche Caliente surgió en 2022 del impulso de su director, Manuel Facal, y de su protagonista, Alan Futterweit Paz, por filmar con urgencia y recursos limitados en la pospandemia. Producida por Eva Dans, la película fue concebida específicamente para Futterweit Paz, quien en ese momento trabajaba en una hamburguesería, incorporando elementos de su biografía al servicio de una comedia absurda. Alan, un aspirante a streamer, viaja a Buenos Aires para vender un muñeco y termina convertido en un torpe traficante de cocaína. Cuando la bolsa de droga que transporta en una cavidad corporal se rompe, desata un caos hilarante que, tras su fachada desenfadada, satiriza tanto el vínculo entre uruguayos y argentinos como la ansiedad de toda una generación.
Entre las decisiones a celebrar de Sanguche Caliente está cómo, rápidamente y utilizando un arsenal de trucos que van del número musical inesperado a la comedia física y el asco —no faltan las referencias gráficas a las cavidades humanas—, la película prepara al espectador para lo que se viene: una odisea que prioriza una velocidad de chistes similar a la de la época dorada de Los Simpson y en la que se permite el ingreso de cualquier tipo de personaje excéntrico. Desde el propio director interpretando a un posible antagonista, hasta cameos de figuras reconocibles como los músicos Martín Buscaglia o Dillom, el universo de desfachatez de la película no conoce límites. Lo que en un principio prometía ser un relato visceral y asqueroso comienza a virar, no exactamente hacia lo tierno, pero sí hacia un terreno de comedia desenfadada por la que uno siente cariño.
Embed - LA CASA GRANDE | TRAILER
La casa grande, por su parte, se gestó en 2019 como un proyecto universitario de Botana, quien imaginó una herencia como escape a la crisis millennial. Irina (una carismática Graciela Ingold), a los 29 años, hereda una casona y la convierte en un hostel, enfrentándose a una convivencia imprevista. Producida por Belén Ballesteros, la serie, ganadora de Montevideo Filma, retrata con humor y sensibilidad la búsqueda de autonomía en una generación atrapada entre dos mundos.
En pos de una narración más pausada, la serie se permite combinar momentos de reflexión con una comedia de situación, sin que Botana deje de lado su agudeza como observadora de cierta idiosincrasia uruguaya, donde la amabilidad cordial y un sutil aprovechamiento ajeno a menudo se mezclan de forma indistinguible. La escritura introduce con naturalidad las contradicciones de una generación que llegó a la adultez con un pie anclado en las promesas de prosperidad de fines del siglo XX y se topó de frente con un presente de incertidumbres económicas y afectivas. La serie logra superar con creces un inicio algo más convencional, para progresar hacia una galería de situaciones coloridas repletas de personajes secundarios, potenciada por las sólidas actuaciones de figuras reconocidas como María Elena Pérez y Néstor Guzzini y destacando la labor de su protagonista, Ingold, con su mezcla de vulnerabilidad y sarcasmo para cierto arquetipo generacional. La casa grande del título, el Castillo Idiarte Borda, se aprovecha no solo como escenario, sino como un laboratorio para múltiples ocurrencias narrativas y encuentros que tensionan la delgada línea entre la comunidad deseada y la invasión de la privacidad.
Dónde verlas
Sánguche caliente se encuentra en cartel desde el 9 de octubre, mientras que La casa grande, que se estrenó el pasado 5 de junio por el canal en línea argentino UN3TV, emite desde el 10 de octubre un episodio por semana a las 21.00 en TV Ciudad, con un total de siete capítulos.
Ambas ficciones nacionales, aunque distintas en tono, son hijas legítimas de sus contextos creativos: una, visceral y callejera; la otra, íntima y calurosa. Son como un chivito desacatado y unos sándwiches de miga variopintos: distintas variedades de un mismo antojo creativo que culminan en un auténtico banquete de risas.