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    El tesoro que protege Florida: la corona de oro de Manuel Oribe

    Se la obsequió a la virgen de los Treinta y Tres luego de estar a punto de naufragar junto con su familia; permanece en la catedral de Florida protegida por una alarma

    Colaborador en la sección de Cultura

    En marzo de 1857, el segundo presidente constitucional del Uruguay, Manuel Oribe, navegaba junto con su familia y estuvo a punto de naufragar. En medio de la desesperación se encomendó a la protección de la virgen de los Treinta y Tres y juró que le obsequiaría una corona de oro puro si se salvaban. El fundador del Partido Nacional murió ocho meses después, pero antes cumplió su promesa y dejó para la posteridad una reliquia que dibuja un globo terráqueo bajo una cruz.

    La anécdota ha sido poco visitada por la historiografía nacional aunque, bajo la protección de una alarma, la corona está a la vista de todos en la catedral de Florida y despierta orgullo en los pobladores. “La imagen es uno de los tesoros escondidos, muy poco difundido, que tiene el departamento”, dijo a Búsqueda Alberto Lamaita, profesor de Historia, integrante del Departamento de Cultura de la Intendencia de Florida, recientemente nombrado director de la biblioteca municipal.

    A mediados del siglo XIX vivía en Florida Felipe Irureta, una personalidad de relevancia para la zona dado que luego sería elegido el primer diputado por el departamento. Irureta era el referente de Oribe en Florida desde los tiempos de la Guerra Grande y recibió una carta del líder blanco en la que pedía las medidas de la virgen para mandar a confeccionar la corona de oro.

    La historia se conoce gracias a que María, una de las hijas de Irureta, se entrevistó con el cura de Florida Crisanto López en 1917. Ella le dijo que Oribe siempre contaba que le debía su salvación milagrosa a la virgen de los Treinta y Tres, lo que motivó el homenaje. A ese relato se suma otro testimonio: una carta del cura José Letamendi fechada en 1862 decía que, ante los frecuentes motines que sufría la villa San Fernando de la Florida, un teniente portugués en nombre de Irureta había ordenado la custodia urgente de la corona de oro. La donación de Oribe no fue la única que recibió la virgen de los Treinta y Tres ni tampoco la más valiosa. En 1925, a 100 años de la Declaratoria de la Independencia, un grupo de mujeres orientales ofreció sus joyas para la confección de una nueva corona, que no puede ser visitada por el público y está guardada en un paradero oculto.

    “Florida posee un patrimonio histórico y espiritual de enorme significación, que no ha sido valorado en toda su dimensión. La corona (de Oribe) no es un objeto meramente litúrgico. Concentra historia, fe e identidad nacional. Pienso que, más allá de que la corona hoy se encuentra custodiada por la iglesia, debería gozar también de protección patrimonial, por lo que bien podría ser declarada Patrimonio Histórico no solo por su valor material, sino por lo que representa para Florida y para el país”, dijo Lamaita.

    Existen dos versiones respecto al lugar en el que la familia Oribe estuvo a punto de naufragar. Lamaita sostiene que fue a bordo de un vapor que navegaba el Río de la Plata, el infierno de los navegantes, rumbo a Montevideo. A esa hipótesis se adhiere el doctor en Derecho Canónico Gabriel González Merlano, quien se apoya en un libro titulado La virgen de los Treinta y Tres, oración, historia, presencia, reflexiones, de Alberto Sanguinetti Moreno. Una nota al pie dice: “Estaba por caer el vapor en que venía embarcado para Montevideo”.

    Sin embargo, Daniel Sturla —segundo cardenal uruguayo, séptimo arzobispo de Montevideo y noveno obispo, porque antes de que Montevideo fuera arzobispado hubo dos obispos— tiene otra versión: “Tengo entendido que fue al regreso de un viaje a España que había hecho con su familia, justo en el último año de su vida”, dijo a Búsqueda.

    Virgen-TreintayTres
    La virgen de los Treinta y Tres en la catedral de Florida.

    La virgen de los Treinta y Tres en la catedral de Florida.

    La historia

    En lo que todos coinciden es en la importancia histórica de la virgen de los Treinta y Tres, una pieza única de cedro paraguayo del siglo XVIII esculpida por indígenas que habían aprendido el oficio de los jesuitas. Apareció en la Banda Oriental gracias a un indio oriundo de Santo Domingo Soriano, Antonio Díaz, habitante de la villa del Pintado, el antecedente de la fundación de Florida. Pintado, un fortín construido en el límite de la gobernación de Montevideo en la primera mitad del siglo XVII, fue clave en los tiempos coloniales porque protegía la frontera. En 1782 ya tenía capilla, en 1791 llegó el cura y aún hoy existen en la catedral de Florida los libros de bautismo y matrimonio. Se convirtió en parroquia en 1804 y fue trasladada a Florida en 1809. La villa no era el mejor sitio para asentarse, ya que no tenía agua para la ganadería y sus tierras eran malas para la agricultura.

    No está claro cómo Díaz se hizo de la virgen, pero la teoría más aceptada es que la obtuvo de manos de los jesuitas antes de la expulsión, puesto que la calera Nuestra Señora de los Desamparados estaba cerca. El indio pidió construir una capilla y lo logró en 1782.

    González Merlano, un sacerdote floridense con 25 años de vida académica, es uno de los grandes apasionados del recorrido de la imagen. “La virgen de los Treinta y Tres es el ícono de la patria porque en esa imagen está sintetizado nuestro origen, que a veces tenemos un poco olvidado. Siempre optamos por lo europeo; nuestra cultura de la república que construyó (José) Batlle y Ordóñez nos hizo mirar hacia Europa y creernos europeos, sin raíces indígenas. Sin embargo, cuando miramos atrás vemos raíces guaraníes. La virgen de los Treinta y Tres resume nuestra tradición guaranítica, que viene del norte y tiene que ver con la tradición evangelizadora jesuítica, que fue muy fuerte en Uruguay”, explicó González Merlano.

    “Es una síntesis perfecta del encuentro de la fe y la cultura en nuestro país, algo que es un poco negado dado ese concepto bastante ridículo que tenemos de laicidad. La religión como hecho cultural es parte de la vida de cualquier sociedad, como lo son el deporte, la música o el teatro. La virgen de los Treinta y Tres une la historia con la fe porque es una imagen autóctona. No es la virgen de Guadalupe, que es mexicana, o la virgen de Rosario, que es española. Es la imagen nuestra que nos habla de los orígenes de nuestra nación. Estuvo presente en los albores de nuestra patria cuando la provincia oriental se fue independizando. El gauchaje de todas las épocas la ha venerado”, agregó.

    En 1962, el papa Juan XXIII declaró a la virgen Patrona del Uruguay. En 1988 el papa Juan Pablo II visitó Florida, le rezó a la imagen y dijo que la virgen de los Treinta y Tres es el memorial de la historia del Uruguay. Cada año, el segundo domingo de noviembre, hay una peregrinación y se realiza una gran fiesta popular en honor a la virgen.

    La imagen que se exhibe en la catedral de Florida es la Inmaculada. Con su manto en vuelo, representa a la mujer que se olvida de sí misma y camina hacia quien la necesita. Transmite la vocación de servicio y la libertad. Tiene la luna a sus pies, los ángeles a su alrededor y el cielo estrellado. Es la reina y señora de todo lo creado. Tiene un velo en la cabeza y están presentes los colores blanco, celeste y dorado, que son los que representan a María. “Las imágenes de la Inmaculada representan a la llena de gracia, la agraciada, la pura, sin pecado, elegida por Dios para ser la madre de su hijo, la madre del salvador”, agregó González Merlano.

    Al cardenal Sturla siempre le atrajo la historia de la virgen de los Treinta y Tres: “Es un símbolo de la patria. No está ligada a un milagro, sino a acontecimientos históricos. Era una imagencita que la gente conocía como la virgen del Luján, que representa a María como inmaculada, según la tradición española. A partir de los sucesos del año 25 el pueblo de Florida comenzó a llamarla virgencita de los Treinta y Tres”.

    Arte

    La virgen ha inspirado a decenas de artistas gracias al proyecto Uruguay le Canta a la Virgen de los Treinta y Tres, que los invita a realizar una obra en homenaje a la patrona del Uruguay. Se trata de una serie de conciertos que se lleva adelante cada noviembre en la catedral de Florida y cuenta con 31 ediciones. “Es una fiesta del arte y la cultura en la que confluyen distintas expresiones artísticas como la música, la plástica, el teatro, la danza y la poesía”, dijo a Búsqueda Roxana Pallotta, directora de Espacio Cultural Edificio Artigas, curadora de la muestra Virgen de los Treinta y Tres, arte, patrimonio y fe. El primer concierto se realizó en 1995 a impulso de Alberto Sanguinetti, en aquel entonces párroco de la parroquia Stella Maris, y monseñor y obispo emérito de la Diócesis de Canelones en la actualidad.

    Uruguay le Canta a la Virgen de los Treinta y Tres se convirtió en un fuerte impulso de las artes plásticas nacionales, ya que para promocionar los conciertos se convoca desde 1997 a un artista plástico uruguayo, quien se encarga de realizar una obra sobre la virgen. Cada año, el evento homenajea a distintos artistas y referentes de la cultura y la lista reconoce largas trayectorias: China Zorrilla, Estela Medina, Antonio Larreta, Alfredo Testoni, Ignacio Iturria, Nelly Goitiño, Lágrima Ríos, Federico García Vigil, Octavio Podestá, Julio Frade, Pepe Vázquez, Tomás de Mattos, Héctor Numa Moraes, Estela Magnone, Julio Cobelli, Leandro Gómez Guerrero, Julio Testoni, Gabriel Peluffo, Hugo Burel, Ana Ribeiro, María Noel Riccetto, Enrique Aguerre, Ana Prada, entre otros. “La virgen de los Treinta y Tres excede lo meramente religioso porque forma parte de la historia nacional y de la consolidación de Uruguay como nación independiente. Se la comienza a llamar virgen de los Treinta y Tres de forma espontánea por el pueblo. Que la cultura, el arte y la fe se unan en este evento es muy lindo, porque se refuerza el vínculo histórico y esto genera identidad y arraigo. Uruguay es un país laico y eso está muy bien, pero no nos olvidemos de que en los tiempos en que no existía el Estado la Iglesia católica tuvo un rol fundamental porque era la institución que cumplía roles estatales como la emisión de partidas de nacimiento y defunciones; la educación la brindaban misioneros jesuitas y franciscanos, el orfanato La Inclusa; la atención médica, el Hospital de Caridad (hoy Hospital Maciel). Todo esto lo brindaba la Iglesia. Está íntimamente ligada a los orígenes de nuestro país. Conocer la historia nos permite construir futuro”, dijo Pallotta.

    Otras vírgenes

    La catedral de Montevideo venera a una virgen llamada Nuestra Señora de la Fundación porque es la imagen que estuvo en los albores de la ciudad. Cuando se inauguró la catedral en 1804 presidía el altar mayor. Había quedado en un pasillo olvidada hasta que en 1854 el cardenal Barbieri la restauró y la veneró en un año dedicado a María.

    “Es una virgen muy española y la trajeron los primeros pobladores de Montevideo, los canarios que vinieron de Buenos Aires”, dijo Sturla. A su vez, existe otra virgen, llamada Dolorosa, que aparece con una espada atravesando el corazón. La trajo el primer gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana, en 1750. Luego pasó a su hija y la heredó el nieto de Viana, Manuel Oribe. “La tenemos en el arzobispado como donación de los descendientes de Oribe”, sostuvo el cardenal.