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    Jean D’Amérique, el poeta haitiano que trajo versos en tres lenguas a la Feria Internacional del Libro de Montevideo

    El escritor y rapero presentó su libro Pequeña flor del ghetto, publicado por la editorial Milena París

    La editora y poeta francesa Anne Gauthey, al frente del sello editorial Milena París a ambos lados del Río de la Plata, destaca el poder transformador de los textos y la importancia de difundirlos más allá de las fronteras, conectando así distintas culturas. Con esta visión, Gauthey ha liderado la primera visita a Uruguay del poeta, dramaturgo y rapero haitiano Jean D'Amérique. Nacido en Puerto Príncipe en 1994, D'Amérique utiliza la poesía, el teatro, la ficción y la música para explorar temas como la violencia, la resistencia y la identidad. Su obra le ha valido numerosos reconocimientos.

    Durante más de una semana, D’Amérique fue una presencia destacada en Montevideo. Participó en la Feria Internacional del Libro y ofreció diversas actividades. Entre ellas, condujo una fusión única de poesía y música junto con el rapero uruguayo Kung Fú OmBijam en la Alianza Francesa, y una clase en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, donde compartió sus conocimientos sobre cómo llevar la literatura al escenario.

    Junto a Gauthey, y en ocasiones acompañado por la traductora Laura Masello, D’Amérique fue visto portando un pequeño libro cuadrado. En su portada, un desafiante retrato suyo en blanco y negro y tres títulos: Pequeña flor del ghetto, Petite fleur du ghetto y Touf flè nan pikan. Editado por Milena París, este libro trilingüe reúne poemas en francés, español y creole haitiano, un idioma criollo surgido durante la colonización francesa en Haití. Masello se encargó de traducir los versos del francés al español, mientras que Erickson Jeudy los vertió al creole. Diez años han pasado desde su primera publicación.

    El origen de Pequeña flor del ghetto no se reduce a una sola imagen o emoción, explicó D’Amérique en diálogo con Búsqueda. Su escritura se alimenta de su infancia, de los barrios populares de Puerto Príncipe y de las sensaciones que estos evocaban. Lo deja claro desde sus primeros, y duros, versos: Al alba/ de una canción de cañones/ se remueven/ jergones de carne gratuita./ Esa calle/ rellano donde se quiebra/ la aventura del hálito/ cuchillo/ que cercena el alma de aquí abajo.

    La escritura de Jean D'Amérique es un reflejo directo de su realidad, marcada por la violencia de su país. Sus versos no son abstracciones, sino el fruto de una inmersión en la vida cotidiana. Para él, la escritura es un ancla que lo conecta con lo auténtico. Antes que escritor, se considera un ser humano, y afirmó que la literatura es una extensión natural de su vida, no un fin en sí mismo. “Soy un ser vivo y soy un ciudadano antes de ser escritor”, aclaró, antes de definir su escritura como “cruda, directa, un cuchillo en la carne”, como “una mano en el barro, en la masa”.

    Entre lenguas

    En su infancia, D’Amérique creció inmerso en el creole, la lengua de su hogar. Sin embargo, al llegar a la escuela, se encontró con un choque lingüístico: los manuales escolares eran exclusivamente en francés. Este contraste creó en él lo que describió como un “spaghetti lingüístico”, una mezcla confusa de idiomas.

    No obstante, este desafío se convirtió en una oportunidad cuando descubrió la literatura. La poesía le permitió utilizar ambas lenguas como herramientas expresivas, liberándose de la sensación de imposición que había experimentado en el entorno escolar. “Cuando escribo en francés”, explicó, “el creole siempre está presente como un eco en el fondo”. De esta manera, aunque utilice el francés como vehículo de expresión, su esencia y su historia están unidas a su lengua materna.

    Como explicó el autor, el criollo haitiano surgió como una forma de resistencia y un acto político en respuesta a la dominación colonial. Durante la colonización francesa de Haití, el francés se impuso como lengua oficial, mientras que las personas esclavizadas, provenientes de diversas regiones africanas, fueron dispersadas para impedir su comunicación y organización. En este contexto, el vudú se convirtió en un punto de unión cultural y espiritual. Con el tiempo, los haitianos desarrollaron el criollo como un medio de comunicación que eludiera la comprensión de sus colonizadores.

    El creole no solo toma prestados elementos de lenguas africanas y del francés, sino que va más allá de estas influencias, forjando una identidad lingüística única. D'Amérique destacó que el idioma es un reflejo directo de la lucha por la libertad: “El creole nació de la resistencia, de la necesidad de comunicarnos entre nosotros, de que el colonizador no nos entendiera”.

    Al describir el criollo como si fuera una persona, Jean D'Amérique lo pinta con palabras que evocan su esencia vibrante y poderosa: “Canto. Vida. Fuego. Un gran brasero. Caos también”. Para él, el creole trasciende la simple función de un idioma; es una representación de la vida misma, “una lengua viva, realmente viva”.

    Aunque escribió Pequeña flor del ghetto en francés, fue Erickson Jeudy quien se encargó de traducirla al criollo haitiano. “Puede parecer extraño, ya que el criollo es mi lengua materna”, confesó. Sin embargo, para D'Amérique, la traducción no es una simple traslación de palabras; es un proceso que le permite apreciar la poesía desde perspectivas inesperadas. Incluso escuchar la lectura en español le brinda una experiencia sonora diferente, como si cada idioma vistiera el mismo contenido con un atuendo nuevo.

    Como traductora del francés, Masello compartió su experiencia al trabajar con los textos de Jean D’Amérique. Recibir los originales fue un impacto. La escritura de Jean le pareció profundamente musical, una rica mezcla de ambos idiomas y su propia voz única. “Era muy musical”, explicó, y esta musicalidad presentó un desafío al traducir al español, especialmente en la forma de cortar y organizar los versos. “A veces fue difícil para el español porque lo era para el francés”, aclaró, señalando que no siempre era posible replicar exactamente el diseño original en la página. El proceso exigía capturar la esencia visual del poema en español, y a menudo encontraba ayuda al mirar el reflejo en el creole cuando se enfrentaba a múltiples opciones.

    En Pequeña flor del ghetto, la violencia y la ternura coexisten de manera tensa. El autor nos muestra una vida marcada por estas discrepancias, y su intención va más allá de simplemente subrayar la brutalidad. Su objetivo es explorar la compleja condición humana en su totalidad. “No se trata de insistir en la violencia por la violencia en sí, sino de hablar de la vida humana, de vidas humanas que, lamentablemente, están envueltas en ella”.

    Residente en París desde 2019, la vida de D’Amérique se rodea de más contradicciones. Aunque eligió Francia para desarrollar su carrera artística, hoy siente un profundo desarraigo. “No me exilié”, aclara, pero la imposibilidad de volver a Haití lo sumerge en un sentimiento de extrañamiento. A pesar de esta distancia, Jean permanece atento a su entorno y a los desafíos que enfrenta la sociedad francesa. Su vida se bifurca entre su compromiso con Haití y su realidad parisina. “Es muy extraño porque tengo una vida con Haití y otra con Francia”, reflexionó, reconociendo que ambas dimensiones coexisten en su obra.

    Diez años después de Pequeña flor del ghetto, señaló que su escritura sigue siendo aún un constante experimento. Aspira a que su escritura llegue “a la mente, al alma y al corazón de las personas” y escribe porque siente la necesidad de expresar sus ideas y de provocar cambios. “Escribo porque tengo cosas para decir, porque tengo ganas de que haya cosas que cambien. Porque el mundo tal como es no me conviene, no me convence”.