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    La vida de Ney Matogrosso en ‘Hombre con H’, película dirigida por Esmir Filho

    Con la impactante interpretación de Jesuíta Barbosa, esta biopic, que exhibe Netflix, sigue los momentos fundamentales de la trayectoria de uno de los músicos más revulsivos y míticos de la música brasileña

    Era un niño serio y de mirada desafiante cuando vio por primera vez a la cantante Elvira Pagã en un pequeño teatro. Aquella mujer que lucía un bikini de leopardo lo deslumbró y al otro día ya la estaba dibujando con cola de felino. Era uno más de sus tantos dibujos de animales, sobre todo de pájaros coloridos y de grandes alas. El niño, que había nacido en 1941 en Bella Vista, en el estado de Mato Grosso, a sus 9 años quería ser artista, sobre todo actor. Pero esa era una palabra impronunciable delante de su padre, un militar severo, veterano de la II Guerra Mundial, que intentaba enderezar “los desvíos” de su hijo con violencia y trabajos físicos. El niño no lloraba y miraba fijo a su padre cuando le rompía los dibujos, le gritaba con furia, lo zarandeaba o le daba órdenes desmedidas. Más de mil veces tenía que subir y bajar la palanca de la bomba de agua que llenaba el tanque de su casa, y así fue fortaleciendo su carácter, sus músculos y su convicción de ser artista.

    Un día pudo empujar a su padre y decirle que se iba de su casa: “No soy maricón. Cuando me vuelva maricón, papá, todo Brasil se va a enterar”, le dijo. Y Brasil se enteró. El niño se llamaba Ney de Souza Pereira, pero el mundo lo conoce como Ney Matogrosso, uno de los cantantes más revulsivos, consagrados y casi míticos de la canción brasileña.

    Hombre con H, película dirigida por Esmir Filho, que se ve en Netflix, sigue algunos episodios de la vida de Matogrosso: aquella infancia áspera en una villa militar, su entrenamiento en una base aérea y su posterior liberación en los escenarios, donde revolucionó el ambiente musical y escénico de su época. Si bien no es una película que abarque toda su vida, allí están los momentos fundamentales de una trayectoria artística que aún continúa.

    Lo primero a destacar: la impactante actuación de Jesuíta Barbosa como Ney Matogrosso. Su transformación es tal que en algunos momentos parece que se está viendo una vieja filmación de aquel joven delgadísimo que se meneaba con gran erotismo en el escenario. Porque si algo siempre tuvo Matogrosso fue una presencia escénica magnética, un despliegue de sensualidad que atraía a hombres, mujeres, jóvenes y no tan jóvenes con movimientos de animal salvaje, de pantera en celo. Y Barbosa transmite esa sensualidad, pero también algo más difícil: la interioridad de Matogrosso cuando está lejos de los brillos y del maquillaje. Todo radica en la mirada: la que mantiene en alto cuando quieren imponerle lo que no le gusta, la emocionada cuando descubre una melodía, la amorosa cuando mira a quien ama.

    Una voz para Secos & Molhados

    Antes de ser Matogrosso ya había una voz. Y esa voz la conoció la cantautora Luli, quien se dio cuenta de que era inigualable, un contratenor que llegaba a tonos agudos como los de una mujer, sin ser los de una mujer. Si Caetano Veloso, el otro gran artista de la música brasileña, tiene una voz suave y cálida, la de Matogrosso le hace contrapunto. Hay que escucharlos a los dos, muy jóvenes, cantando Tigresa.

    Luli se lo presentó a João Ricardo, músico y compositor con quien había creado canciones que serían un éxito como Fala y O Vira. João Ricardo había fundado a inicios de los 70 la banda Secos & Molhados que tuvo diferentes integrantes. Cuando el grupo se disgregó, incorporó a Gerson Conrad, también compositor y músico, y juntos se reunieron con Matogrosso. Entonces le cantaron su versión de La rosa de Hiroshima, poema de Vinicius de Moraes, y lo escucharon seguir la melodía con su tono altísimo y emocionarse con la letra. Secos & Molhados había conseguido un nuevo integrante. En ese momento no sabían que era algo más que un cantante ni que sería el alma de la banda.

    Para el primer espectáculo, Matogrosso se pintó la cara de blanco y enmarcó sus ojos de fiera con pintura negra. Se vistió con ropa brillosa que él mismo diseñaba, se puso cuernos y plumas y anillos, y dejó sin cubrir gran parte de su cuerpo. Y se movió sin parar en el escenario. Así impuso un estilo que a sus compañeros de banda les costó seguir, aunque accedieron a pintar sus caras. Matogrosso impuso un estilo único que tenía los sonidos y el aroma de la selva y la fuerza de los ríos que eligen su propio cauce. El público y los críticos no sabían cómo catalogar a aquel ser andrógino, que se metamorfoseaba en felino o en mono, que meneaba la pelvis cubierta por un taparrabos, que giraba constantemente, se tiraba sobre las tablas o gemía en el micrófono. Nadie podía dejar de mirarlo. Nadie podía dejar de escucharlo.

    En 1973, Secos & Molhados lanzó su primer disco, un discazo que llevó el título de la banda. En dos meses vendió 300.000 copias que llegaron enseguida al millón. Batieron récords de entradas en el Gimnasio Maracanãzinho en 1974. Eran el fenómeno de la música popular brasileña. Pero en febrero de 1974, después de su segundo disco y de la gira promocional, Matogrosso decidió dejar la banda. En la película se marca su espíritu independiente, su enojo por un contrato que lo situaba como empleado y no como socio. No quedan muy bien parados sus compañeros. Pero claro está que la visión es la de Matogrosso, quien aportó los datos para esta historia.

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    Bandido corazón

    Su carrera como solista ha sido imparable. Como imparables fueron sus relaciones sexuales, sus levantes callejeros, sus tríos con mujeres o con hombres y mujeres. En Hombre con H no se insinúa nada, al contrario, se muestran explícitamente esas relaciones y esos cuerpos que parecían insaciables. Matogrosso llevó de las sábanas al escenario la liberación del cuerpo y posiblemente el público veía en él la representación de sus fantasías. También le gritaban marica, pero él enfrentaba esos gritos con gestos y con su mirada. El público lo ovacionaba.

    La censura no tenía mucho que decir de sus letras, entonces intentaron frenar su erotismo, porque si hay algo que molesta al autoritarismo es la exhibición de lo sexual. En la película hay una escena tragicómica en el camarín de Matogrosso luego de un espectáculo. Entran los censores para decirle que no podía mover tanto la pelvis. Él está desnudo, sentado frente al espejo quitándose la pintura de su rostro. Se da vuelta, abre sus piernas y les muestra los genitales. El diálogo, casi imposible en esa situación, es muy gracioso.

    El movimiento de música popular brasileña estaba en auge en esos momentos. Pero en Hombre con H no aparecen mencionados algunos de sus integrantes como Rita Lee, la compositora de Bandido corazón, a pesar de que hay una escena maravillosa en la que Matogrosso canta esa canción con pantalones vaqueros apretados, sombrero y torso desnudo.

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    Jesuíta Barbosa como Ney Matogrosso

    Jesuíta Barbosa como Ney Matogrosso

    Quien sí aparece es Cazuza, uno de los grandes cantantes, compositores y músicos de rock que tuvo Brasil. Pero su presencia como personaje está más vinculado a su condición de pareja sexual de Matogrosso que a la de creador. Una deuda de la película, porque quien no sabe quién fue Cazuza se queda con una imagen a medio camino de él como artista. Es cierto que antes de morir de sida en 1990 compuso El tiempo no para, una gran canción con la que se le hace homenaje en Hombre con H.

    A Matogrosso la epidemia del sida le pegó cerca. Sus amigos y compañeros morían como moscas por ese virus desconocido que atacaba sobre todo a la comunidad gay. La última pareja del cantante, el médico Marco de María (interpretado por Bruno Montaleone), enfermó de sida y fue él quien lo cuidó. Esa etapa en la vida de Matogrosso, quien vivió con culpa no haberse contagiado, es de los momentos más emotivos de la película.

    Su título lo toma de una canción del nordeste de Brasil, Hombre con H, que pertenece al género farró y cuya letra habla de la valentía del hombre. Porque soy un hombre / Porque soy un hombre/ Chico, soy un hombre / Chico, soy un hombre, reitera el estribillo. Cuando le propusieron interpretarla, Matogrosso no quiso porque no quería invadir ritmos que él no dominaba. Pero lo convencieron y él supo darle su toque irónico.

    Embed - Homem Com H

    Matogrosso sigue cantando y dando conciertos. En 2024 hizo una gira que incluyó Montevideo, donde ofreció un espectáculo memorable en el Auditorio del Sodre. A sus 83 años no menea con tanta fuerza la pelvis, pero lo sigue haciendo. Sobre todo, sigue cautivando con su imponente figura en el escenario, con su voz, con sus piernas largas y torneadas, con su vestimenta llena de brillos. La película termina con imágenes del verdadero artista, también en 2024, brindando un recital gigantesco en San Pablo. El público lo recibió con miles de luces encendidas y una ovación. Ney Matogrosso está en el escenario. Todos de pie.