Las traductoras Lil Sclavo y Eliane Hareau publicaron en 2018 El traductor, artífice reflexivo, libro en el que reivindican y siguen al filósofo, crítico y traductor francés Antoine Berman, quien planteaba la necesidad de tener un proyecto de traducción y un enfoque interdisciplinario. Esa es la línea de traducción que siguen Bonilla y Meneses.
Ambas tienen formación en traducción y comparten su avidez de lectoras y su amor por la literatura. Meneses se formó como traductora pública y literaria en la Universidad de Montevideo, donde ahora es docente. Está cursando una maestría en literatura comparada y coordina lecturas de poesía.
Lucía hizo un camino menos lineal que la llevó a trabajos muy diferentes. Fue bioquímica egresada de la Universidad de la República, fue grado 1 y docente en la Facultad de Medicina, hizo una maestría y un doctorado y al mismo tiempo estudiaba cocina. Cuando terminó el doctorado puso con un amigo médico una fábrica de pastas. El negocio no prosperó, su amigo regresó a la medicina y ella empezó a estudiar Traductorado Público en la Udelar. Ahora está cursando la Carrera de Especialización en Traducción Literaria en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Conocer la lengua materna, más que la extranjera a la que se va a traducir, hacerse preguntas todo el tiempo, sentir curiosidad, investigar y estudiar a los autores y su contexto son elementos fundamentales para las dos traductoras.
“Con Panícula nos pasó que Gillian maneja un montón de intertextos y los cita muy bien. Otros no los cita y los tenés que reconocer. Eso nos llevó a nosotras a conseguir otros libros y leer mucho. La autora invita a leerlos y naturalmente los vas a buscar porque ella se está inspirando en otros autores. Eso enriquece la traducción”, explica Bonilla.
Traducir la mirada
Sze es primera generación canadiense en su familia. Conoce el mandarín y el dialecto de sus padres, pero no lo habla bien. Las traductoras leyeron uno de sus recientes libros de ensayo y poesía, que es autobiográfico, y supieron que iba a estudiar medicina porque sus padres así lo habían decidido. Pero ella había tomado un curso de poesía y sentía que la escritura era el camino. Dejó la carrera, se dedicó a escribir y a enseñar y estuvo dos años sin hablar con los padres. “El padre le preguntó cómo se iba a sentir cuando se parara frente a los estudiantes y fuera la única con sus rasgos. Después dice que no puede evitar en un aula acordarse de lo que el padre le dijo”, recuerda Bonilla.
El primer poema de Panícula se llama Caligrafía y es el único en el que alude a la identidad, al origen, a los vínculos familiares, a la doble patria: “Nos espera una tarea silenciosa —/ componer aun antes que el pincel toque la página, / saber dónde se queda cada trazo, / tener (como dicen) un bambú completo en el pecho”.
Agrupados en cuatro capítulos, los poemas de Panícula giran en torno al mirar, y hacen reflexionar a quien los lee sobre la mirada, al contemplar detenido en los detalles y en los movimiento. Sus poemas tienen un ritmo de eco oriental y son muy personales, pero a la vez muy universales. Y la traducción de Bonilla y Meneses transmite esa doble condición.
La primera parte se llama Zarpar y tiene un epígrafe del artista británico Yve Lomax: “Lo que importa es mirar solo los movimientos”. Y los poemas de Sze son verdaderas imágenes en movimiento, con sonidos y texturas, como si se estuvieran viendo breves momentos de una película.
“La mujer vieja pide la parada / y se alisa la pollera al ponerse de pie. / Todavía quedan buenas costumbres, / dicen sus manos, mientras apaciguan las tablas, / un poco de recato a estas horas de la mañana”.
“En ese poema en particular tuvimos el problema de las palabras, si era la falda, la pollera, los tablones, alisar las tablas. O cómo decirle al ómnibus. En la traducción es importante que el texto repose. Después de unos días sin tocarlo, algo queda pasando en tu cabeza. Entonces, cuando volvimos a ese poema, la palabra era ómnibus. Nos fuimos apropiando del léxico”, explica Meneses.
En la segunda parte, Puesta en escena, hay un diálogo con otras obras (pintura, fotografía, escultura, poemas) y por eso debajo de su título aparece la frase “en respuesta a…”. Una de sus respuestas es a William Carlos Williams, uno de sus poetas más admirados. Su poema La acacia en flor tuvo un proceso de depuración de palabras en el segundo borrador. Sze tomó las palabras descartadas y elaboró otro poema, mínimo en su enunciación, en el que las palabras adquieren todo su valor simbólico. Una experimentación poética que llevó a las traductoras a relacionar la obra de ambos escritores y a experimentar también en la traducción.
Comillas del francés es el título de la tercera parte y otra “respuesta a…”, en este caso al pintor francés Roland Giguère y su Pouvoir du Noir, un librillo con sus poemas y pinturas. Sze hizo una respuesta en inglés con dibujos de la artista Jessica Hiemstra. Hay entonces un diálogo doble entre Sze, que traduce a Giguère, y entre Sze y Hiemstra, que ofrece una respuesta visual a su traducción.
La última parte se llama Panícula, con una serie de poemas que reflexionan sobre la naturaleza, el deseo, el tiempo. “Envejezco / como se suele hacer: / lento / sin querer / sorprendida”.
Traducir a cuatro manos
Meneses dice que Sze escribe con el cuerpo, que su poesía se desglosa en la forma, en el sonido, en las imágenes. Bonilla dice que la poesía transmite sensaciones y exige una especial conexión. “En cierto sentido puede ser una trampa. Por eso traducir a cuatro manos, si te llevás bien como nosotras, es hermoso y te da mucha seguridad”.
Ellas se repartieron los poemas y después de traducirlos se reunían para leerlos en voz alta y cada una hacía sus aportes. En total les llevó siete meses el trabajo de traducción.
Las jergas locales son lo más difícil de traducir, igual que las expresiones sexuales, los insultos, el humor, la ironía. Por eso las traductoras defienden las traducciones locales que se distancian del español neutro, un “invento” del mercado para las grandes regiones. Pero en un libro como el de Sze no tendría sentido aplicar palabras “neutras”, se perderían los matices, el espesor del texto, la cercanía.
Bonilla explica el concepto de “hospitalidad poética”: “Tiene que ver con el placer que te da traer a tu casa la lengua extranjera. Parece algo romántico, pero nos pasó, cuando tradujimos el primer poema, que sentimos un gran placer. Después de haber leído el libro en inglés, leer ese primer poema en español fue maravilloso, incluso nos gustó más que en inglés. La lengua materna te permite otra conexión, tiene un poder evocador. Esa es una ganancia importante: traducir en nuestra variante”.
Presentacion-Panicula
Presentación de Panícula, con la autora Gillian Sze en videollamada
Javier Calvelo/adhocFOTOS
Uruguay tuvo un desarrollo de la traducción en otras épocas, a veces con traducciones anónimas, otras de escritores destacados, como fue el caso de Idea Vilariño, quien tradujo obras de varios géneros del inglés y francés y decía que la traducción era “una extraña tarea, hermosa y endiablada”. El libro de Ana Inés Larre Borges Idea Vilariño y la traducción da cuenta de la otra profesión de la poeta.
El portal Historia de la traducción literaria en Uruguay, un trabajo de acceso libre, reúne las traducciones que se hicieron en el país desde 1821 hasta 2021. Bonilla considera que es una gran herramienta para la investigación y tiene pensado trabajar sobre este portal para su tesis en la UBA.
El día de la presentación de Panícula, Gillian Sze apareció en la pantalla de la videollamada. Se alegró de ver la sala del Club Cultural Charco llena, tal vez asombrada de que su libro tuviera tanto eco en ese país lejano y desconocido. Ella leyó tres de sus poemas en inglés y desde Montevideo los leyeron en español. A Sze le gustó sentir cómo sonaban en otro idioma las palabras referidas a lugares de su país.
Paula Galindez, quien fue la presentadora y también consultora de la traducción, leyó breves poemas de William Carlos Williams, que muy bien podrían ser de Sze. Uno se llama La carretilla roja y dice: “Tantas cosas dependen de la carretilla roja, / lustrada de lluvia, / junto a las gallinas blancas”.
Gillian Sze transforma lo cotidiano en arte, y el arte en más arte. Sus traductoras uruguayas ahora nos permiten conocerla. Hay que seguirle el rastro.