“Las nuevas tecnologías les están dando a los gobiernos nuevos poderes y la sociedad civil junto con la prensa tendrán un rol fundamental en forzar al gobierno a revelar qué tipo de información maneja”, agregó.
Doctorado en Historia por Harvard, Ignatieff fue columnista editorial del semanario británico “The Observer” (la versión dominical del diario “The Guardian”), además de conductor de radio y televisión en el Reino Unido. Especializado en ciencias políticas y seguridad nacional, escribió artículos y columnas en varios medios, entre ellos el estadounidense “The New York Times” y el británico “Financial Times” y publicó más de una docena de libros.
El célebre periodista realizó una gira por Sudamérica para dar charlas sobre “la ética de la globalización”, auspiciado por la institución apartidaria estadounidense Carnegie Council.
En Uruguay fue recibido por la Facultad de Derecho de la Universidad de Montevideo (UM), donde mantuvo una entrevista con Búsqueda.
—¿Cuál es su lectura del escenario político de Estados Unidos tras los últimos escándalos de espionaje masivo?
—Los grandes almacenamientos de datos a nivel virtual están transformando el comercio, la Internet y le está dando a los gobiernos un poder sin precedentes. Lo que comenzó en Estados Unidos se esparcirá a otras grandes potencias como China o Brasil. Cada país tendrá cantidades de datos sin precedentes de sus ciudadanos.
Cuando salí de Argentina me escanearon la huella digital y me tomaron una foto. Entonces en algún lugar quedará almacenada mi información. Pero como ciudadanos tenemos que acostumbrarnos al hecho de que estamos en la base de datos en algún lugar del mundo. Cada vez que viajás, que pasas una tarjeta de crédito, quedás registrado en alguna base de datos y en muchos casos en las del gobierno, que tienen entonces enormes cantidades de poder.
El desafío para una sociedad democrática es encontrar la forma de controlarlo. Así de simple y complejo es. Cada vez que los gobiernos obtienen nuevos poderes, las democracias deben obtener más poder para contrarrestar este nuevo poder. Es una especie de batalla de contrapoderes.
—¿Qué papel juega la prensa en este aspecto?
—No existe una democracia fuerte sin una prensa libre y capaz de contrarrestar en su estilo el poder del gobierno. Es fundamental eso.
Este muchacho que estaba en Hong Kong (Snowden) es parte de esta batalla. Él reveló cierta información que jaqueó al gobierno, el gobierno intenta pararlo, la sociedad civil tratará de defenderlo.
No creo que sea un héroe pero tampoco creo que sea un traidor por lo que hizo. Las nuevas tecnologías les están dando a los gobiernos nuevos poderes y la sociedad civil junto con la prensa tendrán un rol fundamental en forzar al gobierno a revelar qué tipo de información maneja.
Las leyes de libertad de expresión y de acceso a la información serán cada vez más importantes para cualquier democracia.
—¿Cómo puede la prensa contrarrestar el poder creciente de los gobiernos?
—La historia de la que todos estamos hablando ahora fue difundida por “The Guardian”. Hizo un gran trabajo. Uno no puede concebir una democracia sin una prensa libre. El problema es que la mayoría de los medios no hacen nada ni parecido a lo que hizo “The Guardian”; están preocupados por las celebridades, la moda y el chusmerío; con estupideces. Hay un manojo de medios en todo el mundo que son la reserva para la tontería que provee todo el resto.
Creo firmemente en una prensa libre, confrontadora, agresiva, irrespetuosa y burlona, pero hay muy poca de este estilo.
Es cierto que está en el negocio de vender, y ese negocio del entretenimiento mezclado con la información es complicado. Estamos al borde de la irresponsabilidad, en ese límite que hace que a la gente le guste leer los diarios al borde de esa irrespetuosidad.
Pero los grandes diarios siempre terminarán siendo responsables, saben que tienen que tener una legitimidad, saben jugar al borde, pero nunca pasarse.
—En su libro “El mal menor” habla de cómo algunas democracias coartan y traspasan libertades civiles en pos de defender un fin ulterior. ¿Qué tan vigente es este argumento para justificar las últimas acciones de Estados Unidos contra la libertad de expresión?
—En las democracias constitucionales el Poder Ejecutivo tiene que tener poder, dentro de la ley, para detener e interrogar a la gente que es una potencial amenaza. No deberían tener poder para detenciones preventivas, ni juicios especiales.
Para ello tiene que existir un sistema legal muy fuerte que delimite ese accionar. Es perfectamente posible llevar una batalla contra el terrorismo sin colapsar las democracias libres.
En Estados Unidos, el presidente Obama dio un discurso en el que dijo que no quiere estar en una guerra permanente contra el terror, y le creo. No creo que la amenaza externa sea tan importante, pero hay un nuevo tipo de terrorismo que viene desde adentro, como el del bombardeo de Boston.
Dicho esto, esta nueva tecnología tiene que enmarcarse en la tradición de garantías y causas probables que tiene más de 500 años. Creo que esa es la línea divisoria: así como antes se requería una orden para lograr determinadas investigaciones, se deberá convencer a un juez que es necesario intervenir un teléfono u obtener una base de datos y para ello es necesario una causa probable y hay que probarlo, no puede ser de hecho.
Incluso en las emergencias hay que seguir procedimientos, se necesitan buenas instituciones y se necesita llamar a un juez. No se puede usar el argumento de la velocidad para pasar por arriba de esto.
—¿Que opinión le merecen los funcionarios que revelan información clasificada?
—Snowden, al igual que otros casos en la historia, incurrieron en desobediencia civil legítima. En mi opinión, él tenía el derecho de tomar la ley en sus propias manos sabiendo que habrían consecuencias por ello.
En este caso fue apropiado. Creó un debate en el que Estados Unidos tiene que entrar que es la naturaleza y la misión de estos programas que deberían someterse a una revisión pública del Congreso para saber exactamente qué datos tiene el gobierno de nosotros y luego decidir qué parte de la información puede ser utilizada.
—En su argumentación de motivos de seguridad nacional, el gobierno estadounidense intervino los teléfonos de la agencia de noticias AP. ¿Existe justificación para tal acto?
—No hay duda alguna que la administración americana no tenía ningún tipo de potestad para intervenir los teléfonos de un medio. Absolutamente ninguna potestad de ningún tipo. Desde el punto de vista legal, civil, de libertad de expresión, desde ningún punto de vista tenían el más mínimo derecho a hacer lo que hicieron. Aquí estuvieron en lugar equivocado.
Yo estuve en la política por varios años y la relación entre los políticos y la prensa es ríspida, tiene que ser así. La prensa quiere una historia, los políticos quieren mantenerla secreta.
Pero, por encima de eso, los políticos quieren controlar a la gente de su equipo de trabajo. El minuto que tenés una filtración en tu administración perdés poder y legitimidad, porque sos el líder. Tenés que mantener a la gente en la misma línea.
El balance en una sociedad libre es que los funcionarios que filtran información y su accionar está justificado en la defensa de la sociedad toda, siempre deberán tener protección institucional, pero la mayoría de estos funcionarios no tienen un interés público. Simplemente están esparciendo chusmeríos y cosas que escucharon de su jefe. Entonces ahí está el balance. Estoy a favor de la protección de la gente que filtra por interés público y estoy a favor de la desobediencia civil.
Periodismo
2013-06-20T00:00:00
2013-06-20T00:00:00