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Después del trágico incendio en la catedral gótica el lunes 15 de abril —que se comprobó que no fue intencional—, la gran pregunta que se hizo sentir en distintas partes del mundo fue qué iba a pasar con Notre Dame. Al presidente del gobierno francés, Emmanuel Macron, le llevó poco tiempo anunciar públicamente la reconstrucción del icono parisino de 850 años de historia. “Reconstruiremos la catedral de Notre Dame, incluso más bella. Y quiero que esto se haga de aquí a cinco años”, dijo pocas horas después del incendio. La cuestión de cómo se llevaría a cabo quedó menos clara. ¿Se haría una renovación del monumento o se trataría de replicarlo tal cual era?
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“Pondremos en marcha una suscripción nacional y más allá de las fronteras de Francia. Haremos un llamado a los mayores talentos”, había dicho Macron en ese momento, y dos días más tarde cumplía su promesa al hacer público un comunicado sobre la reconstrucción del monumento.
Allí se explicaba que se realizaría una recaudación de fondos, que se había elegido a Jean-Louis Georgelin como responsable de la obra y que se había tomado la decisión de lanzar un concurso arquitectónico internacional para reconstruir la aguja, devorada por el fuego. Como no es una parte original de la catedral, sino un añadido hecho a mediados del siglo XIX por Viollet le Duc —un especialista en arquitectura gótica—, el presidente se mostró abierto a que se debatiera sobre el tema y se contemplara la creación de una pieza arquitectónica contemporánea. La meta, insistió, es lograr la reconstrucción en un período de cinco años, y expresó su deseo de que el proyecto involucrara a todos los franceses, que todos los negocios, artistas y profesiones artísticas de cada religión en Francia trabajaran en el proyecto.
Millonarios y donantes privados franceses y extranjeros se movilizaron para financiar la reconstrucción, que se prevé será sustancialmente más costosa que los 11 millones de euros que iban a gastarse en la renovación que se estaba realizando, para reparar el efecto del tiempo y de la contaminación, cuando comenzaron las llamas. Se habla de cientos de millones de euros. Las imágenes de Notre Dame ardiendo que recorrieron el mundo eran dramáticas y las donaciones iban llegando de a millones de euros. Ya nadie tuvo duda de que los fondos necesarios para reconstruir lo que se estaba perdiendo se iban a conseguir. Ahora, el debate de intelectuales, arquitectos, urbanistas, historiadores y demás amantes de la arquitectura y el arte es si se debe preservar el símbolo bajo las mismas condiciones que se utilizaron para su construcción o si se debe mirar la tragedia como un punto de partida y aprovechar la situación para crear una obra nueva, utilizando técnicas arquitectónicas modernas que permitan potenciar lo mejor de lo contemporáneo para preservar lo antiguo.
¿Qué debería tener ese proyecto para conservar la esencia de la catedral? Muchos creativos creen tener la respuesta a esa pregunta y se han apropiado de esta oportunidad para dar rienda suelta a su imaginación y proponer proyectos extravagantes, futuristas y divertidos. Aquí les presentamos algunos de ellos.