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Un diálogo entre dos amantes después de una noche de pasión, vivida con amor por uno y con lujuria por otro, sirvió de punto de partida para que el director Pedro Almodóvar escribiera un guion que se convertiría en su película más reciente: Extraña forma de vida.
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El título llegó a los cines uruguayos con gran expectativa del público debido a la naturaleza atípica de su propuesta, que dura tan solo 31 minutos. Es un nuevo romance gay en la carrera del director de Dolor y gloria y Todo sobre mi madre, pero narrado en el género del western.
Extraña forma de vida es el primer proyecto cinematográfico de la marca de moda de lujo Saint Laurent, que este año se convirtió en la primera firma en su clase en lanzar una productora de cine. Después de su colaboración con Almodóvar, el emprendimiento tiene previsto estrenar nuevas historias de David Cronenberg, Abel Ferrara y Wong Kar-wai.
El apoyo de Saint Laurent a Almodóvar llega en un momento destacado en la carrera del cineasta español. Tras la interesante La voz humana y la algo decepcionante Madres paralelas, Almodóvar consideró adaptar Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin para Hollywood, aunque finalmente abandonó el proyecto. Posteriormente, el director publicó el libro de relatos El último sueño, editado en Uruguay bajo el sello Reservoir Books. La portada de ese libro, que presenta una vasija rosa con flores blancas y un par de lentes negros que simulan el rostro y peinado inconfundible del cineasta, reafirma su estatus como un ícono reconocible y venerado en la cinefilia.
La naturaleza biográfica de Dolor y gloria reveló que Almodóvar tiene un sinfín de ideas por explorar entre bocetos guardados en su computadora. Extraña forma de vida nació de uno de esos borradores y fue modificada para su colaboración con Saint Laurent. El cineasta vio el atractivo de transformar un reencuentro entre dos amantes en uno entre dos cowboys, llevando el drama a un territorio narrativo que culturalmente siempre ha estado dominado por un solo tipo de masculinidad, una valiente, fuerte, resistente y dispuesta a resolver conflictos a los disparos.
Esta hegemonía está presente en esta película, pero transformada por la innegable sensibilidad subversiva y melodramática del director al imaginar el reencuentro romántico entre el ranchero Silva, interpretado por Pedro Pascal, y el sheriff Jake, personificado por Ethan Hawke. Décadas después de una inolvidable escapada amorosa entre ambos, una posible reconciliación se ve ensombrecida por un feminicidio cometido por el hijo de Silva, quien ha cruzado el desierto para intentar evitar que Jake lo arreste o incluso lo mate en ese proceso.
La película logra dejar al público con ganas de más, lo cual es en sí un elogio a su propuesta. Los mundos creados por Almodóvar, con sus escenarios y personajes apasionantes y coloridos, invitan siempre a ser explorados durante la mayor cantidad de tiempo posible. Pero la inmersión en Extraña forma de vida se ve truncada por dos de sus principales deficiencias: su montaje, que apresura el desarrollo de su trama y conduce a una conclusión ridículamente abrupta, y una falta de desarrollo en la química entre los personajes de Hawke y Pascal.
La exploración de lo queer en el territorio árido del polvo y la madera, en locaciones que también fueron utilizadas por el legendario Sergio Leone, se manifiesta bajo dos enfoques opuestos. En el presente, con Pascal y Hawke, los personajes reflexionan sobre esa supuesta pasión que los une a través de diálogos sobredescriptivos y miradas a la lejanía del cuadro que revelan menos de lo que intentan, lo que convierte a la sensualidad en la gran ausente de la propuesta. El deseo sexual, en cambio, se plasma mejor en los flashbacks interpretados por los actores José Condessa y Jason Fernández, en lo que podría haber sido una película muy bienvenida en sí misma.
No obstante, no se puede negar cierta satisfacción de presenciar en pantalla grande elementos rescatables de Extraña forma de vida, como su diseño de arte, vestuario, música y un duelo a la mexicana que demuestra el dominio y encanto hacia el western que Almodóvar deseaba transmitir. La suya es una revisión que podría haber ofrecido más, pero resulta lo suficientemente atractiva para seguir esperando con ansias los impulsos creativos del director, que siguen siendo emocionantes incluso cuando su anticipación resulta más excitante que su arribo.